Había sacado el número tres de la promoción en la Facultad de Económicas de la Complutense.
Se incorporó de inmediato al "staff" de dirección de una multinacional de la comunicación. Focalizó toda su energía en conseguir una promoción personal rápida y en tres años entró a formar parte del restringido grupo de ejecutivos de la empresa.
Aunque su vida sentimental siempre había estado relegada a puestos secundarios en su escala de valores, pensó que podía ser el momento de formar una familia y, después de analizar las posibilidades de encontrar pareja en su entorno, consideró más oportuno buscar en círculos alejados de la vida profesional.
Hizo un análisis detallado de su situación, aplicó la técnica de toma de decisiones, que tantas veces había utilizado en su vida laboral, y tomó la decisión:
- Buscaría un "hombre florero".
Y pasaron algunos... bastantes años.
Todavía conservaba aquellas viejas cuartillas en las que dejó plasmadas las anotaciones de la decisión más importante de su vida. La técnica aplicada era correcta; las ponderaciones, adecuadas; las valoraciones, ecuánimes y las alternativas, todas viables... Lo había vuelto a repasar cientos de veces durante su desgraciada vida... la decisión era la correcta, pero había sido una mala decisión...
... Si en vez del "florero" hubiese valorado más el amor...