viernes, 26 de diciembre de 2008

EL DÍA DE NAVIDAD EN CHINCHON.



Ayer día de Navidad, pudimos ver Chinchón engalanado con motivos de Navidad.
Los niños jugando con los juguetes que les había dejado Papá Nöel y los mayores en Misa de 12, como Dios manda.
Actuó el Coro Parroquial, y después pudimos admirar el precioso belén que han preparado, como viene siendo habitual en los últimos años, por la Asociación Cultural "Arco Iris".
Varias instantáneas captadas en la mañana del día 26 de diciembre.







En esto ha quedado, en el mejor de los casos, la Navidad. Pues como diría mi amigo Jesvel, "el problema empieza cuando uno, que es creyente, se plantea si esto es de veras un "signo cristiano" o forma parte de una nueva forma de folklore, concomitante con la religión pero no tanto con la fe".
Lo dicho, ¡feliz Navidad!

jueves, 25 de diciembre de 2008

EL MILAGRO DE UNA NOCHE. Villancico.


Del ya ampliamente comentado libro "Chinchón en mi recuerdo" de José Manuel de Lapuerta, hoy os propongo este villancico. Está escrito en la Navidad de 1984 con la ilustración de la "Maternidad" que hice -hace mucho tiempo- inspirándome en la de Picasso. (¡Que atrevimiento!)

Se titula:

Concierto de Navidad.

Había frío en mundo
y un gris profundo en el cielo...
y luchaban las estrellas,
en el azul, contra el negro.

Nevaba en los corazones
y el amor se volvió hielo.
Sólo los pobres pastorees,
en la ladera del cerro,
calentaban su pobreza
al calor de un pobre fuego.

" ¡ Gloria a Dios en las Alturas ! "

En los aires, como un eco
de miles de voces blancas
que se funden en lo eterno.
Y Gabriel con la batuta
marca al compás del "allegro":

" ¡ Gloria a Dios en las Alturas ! "

Es el tema del concierto
que a lo largo de los siglos
sigue sonando en el viento.

Y dudaban los pastores
¿ será verdad ? ¿ será un sueño ?

Los ángeles sonreían:

" Y paz al hombre en el suelo":

En las tinieblas del mundo
entró la luz de los cielos.

El milagro de una noche:
El Señor del Universo,
el Rey del cielo y la tierra,
por quien todo ha sido hecho,
ha nacido de una Virgen
y es un Niñito pequeño
que se ha quedado dormido,
recostado sobre el heno,
mientras su madre sonríe
a su esposo , el Carpintero.

La palabra se hizo carne
y nos habló en el silencio.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

AQUELLAS VIEJAS NAVIDADES EN CHINCHON.

En las Navidades de entonces hacía mucho frío; en realidad en Chinchón hacía mucho frío desde que terminaban las Fiestas del Rosario hasta San Isidro.
Pero ya, a finales de diciembre, llegaban los hielos y había que calentar agua en el fogón para que las mujeres pudieran lavar en el tinajón del patio.
A pesar de que los tapabocas apenas si nos dejaban ver, en nuestras orejas iban apareciendo unos hermosos sabañones sólo comparables a los que también “florecían” en nuestras menudas pantorrillas, apenas cubiertas por ligeros calcetines, o en nuestras manos, a pesar de los guantes de lana que casi siempre guardábamos en el cabás - nosotros decíamos “cabaz” -para poder jugar más libremente, al peón, a las canicas o a las “bastas”.
El monótono soniquete de la lotería, que sonaba sólo en la radio de alguna casa de los “ricos”, era el preludio. El día veinticuatro, muy temprano, llegaba nuestra abuela con un “nochebueno” para el desayuno. Ya por la tarde, se formaban grupos de niños, que pertrechados con panderetas y zambombas, se echaban a la calle para pedir el aguinaldo.

! Ande, ande, ande, la Marimorena,
ande, ande ande que es la Nochebuena !

Una “perra gorda” era la recompensa habitual después de cantar un villancico a la puerta de las casas; en ocasiones, el premio era un polvorón y una “palomita” de anís. Y cuando se encendían las luces de la calle, de todas las chimeneas se escapaban la fumata blanca que anunciaba la preparación de suculentos manjares. El olor a leña quemada se mezclaba con el sabroso olor a pepitoria que se estaba preparando con la mejor gallina del corral - para la comida de Navidad se preparaba un arroz con los menudillos - que iba a ser el centro de la Cena de Nochebuena. De primero, lombarda y de postre dulce de almendra, después de una ensalada de cardo; para terminar con unos dulces y la copita de anís que esa noche nos dejaban probar a los niños. Después de cenar se iba a la Misa del Gallo y a la vuelta se pasaba por la casa de los abuelos o de los tíos, por donde iban desfilando todos los familiares para felicitar las Pascuas, donde se jugaba al “Cuco” y donde no paraba de pasar la bandeja, esa noche, repleta de dulces que se habían preparado en la propia casa.
Las Navidades de la infancia siempre tendrán un recuerdo muy especial para todos. Nuestras Navidades de la posguerra eran más dulces, si cabe, y más alegres, porque contrastaban más con el anodino discurrir de una vida llena de privaciones y de carencias. Los niños éramos protagonistas en esos días, y nadie nos hacía callar, porque entonces no había televisión.
Y por eso, las campanadas de final de año las marcaba el viejo reloj de la torre que se instaló en el año 1890 por un relojero llamado Canseco, y por el que el Ayuntamiento pagó 1.950 Pesetas.
En todas las casas se montaba un nacimiento con sus figuritas -de barro - policromadas, casas de corcho y con musgo, que recogíamos en Valquejigoso, sobre el que pastaban ovejitas, que con los años, todas terminaban cojas de alguna pata.

Como es Nochebuena, os invito a todos a un postre muy especial. Es el dulce de almendras. Como es difícil que os podáis pasar todos por este apartado desierto, he pensado daros la receta para que cada uno lo pueda hacer en su casa, en su blog, en su jardín prohibido, entre blasones y heráldica, en el taller de pintura o junto a los gatos de su tejado.
No es la receta tradicional, es una receta a la que yo he añadido algunos detalles para hacerla más dulce, porque yo, como habréis deducido ya, soy bastante goloso.

DULCE de Almendras.
Ingredientes:


Un litro de leche
Dos cartuchos de mazapán (preparado para sopa de almendra)
Setenta y cinco gramos de pan del día anterior
Cuatro cucharadas de azúcar
Una rama de canela
Una cucharada de canela en polvo.
50 gramos de almendras tostadas.

Elaboración:
Se pone a cocer en un cazo la leche y se diluye el mazapán cuando está templada. Se añaden tres cucharadas de azúcar y una rama de canela y se deja cocer durante ocho o diez minutos sin dejar de remover.
Se prepara una bandeja de horno y se pica en ella el pan en pequeñas y finas rodajas. Se gratina en el horno, cuidando de que no se queme el pan.
Se añade al preparado de leche y mazapán y se mezcla con la ayuda de una cuchara de madera, dejandolo cocer hasta que la mezcla adquiere una consistencia jugosa, pero sin llegar a ser líquida. (Hay que tener en cuenta que cuando se enfría espesa un poco).
Se prepara una fuente extendida, de unos tres centímetros de fondo y se pone en el fondo una “película” de caramelo líquido y a continuación se vierte en ella el contenido del cazo, retirando previamente la rama de canela.
Se muelen las almendras en un molinillo, o se pican muy finas con un cuchillo, reservando dos almendras enteras por comensal. Se espolvorea sobre la fuente una cucharada de azúcar y otra de canela, se extienden por encima las almendras molidas y se mete al horno a 180 grados hasta que se dore; cuidando de que no se quemen las almendras.
Se pone en el frigorífico porque hay que servirlo frio.
Cuando se pone en los platos individuales se puede decorar con unos “hilitos” de caramelo líquido por encima, dos almendras tostadas enteras y una ramita de menta o una guinda en almíbar.
Nota: No tiene demasiada dificultad. Se tarda un poco, pero el resultado es fantástico... sobre todo para los muy golosos.

martes, 23 de diciembre de 2008

OCHO CUENTOS, PEQUEÑITOS, DE NAVIDAD.

UNO:

Una corbata de seda italiana, un frasco de agua de colonia, un cartón de tabaco rubio, un bolígrafo de punta fina y un encendedor recargable, un libro de un escritor desconocido del que se ha hecho una película, una caja de pañuelos y una camisa de manga larga...
-Si, es Papá Nöel, pero no me gustan los regalos y, ademàs, he dejado de fumar...

DOS
-Tres millones cuatrocientos diecinueve mil setecientos veintiocho euros con diecisiete céntimos...
-¿Tanto?
- Es lo que nos ha tocado a la lotería...
-¿Tan poco?




TRES:
-¡Ocho mil ciento tresss...
-¡Dos millones de euuuu..ros!
-Vaya, otro año más teniendo que ir a la oficina...
- No es el tuyo, ¿verdad?
-No, ... si yo no llevo lotería... es por solidarizarme con la mayoría.

CUATRO:

Llegó a la Plaza Mayor y las luces de colores parpadeaban entre repiqueteos de panderetas y olor a castañas asadas. Los abetos amputados de sus bosques lloraban con lágrimas de purpurina y el musgo empezaba a sentir la fría sequedad del asfalto.
La figuritas de barro formaban batallones de pastores en son de paz y rebaños de ovejas “dollys” cansadas de sus pastos de serrín.
Estrellas de cartón forradas de papel de plata se movían en círculo sin marcar ningún camino a los reyes de resina con camellos cargados de ilusiones rotas para los mayores descreídos. Llegó a la Plaza Mayor, pero no reconoció su Navidad.

CINCO:
Su calle era la más importante de la ciudad. Tenía la mayor concentración de joyerías de todo el mundo. Se habían llegado a pagar nueve mil euros el metro cuadrado. Hoy, víspera de Reyes, la afluencia de público colmaba las más optimistas expectativas de todos los comerciantes.
Eran las tres y cuarto de la madrugada y ya solo algunos peatones, cargados de paquetes, corrían hacia los aparcamientos, mientras poco a poco se iban apagando los escaparates y se terminaban de cerrar todas las puertas de las tiendas. Con las manos metidas en los bolsillos de su zamarra miró a un lado y otro de la calle; ya no había nadie.
Sacó los cartones de un rincón, los tendió junto a la puerta de la peletería y se arrebujó en su vieja manta, después de echarse un buen trago de ginebra.
Esta noche, no tardó mucho en dormirse.

SEIS:
Había sido muy creyente toda su vida... ¡No digo más que creyó en los Reyes Magos hasta que se fue a la mili de voluntario al Regimiento Inmemorial número uno!

SIETE:
Papá Nöel le trajo una bicicleta y los Reyes Magos una mochila para ir al colegio. Empezó a darse cuenta de lo poderosos que son los americanos.

OCHO:
Las estrella, en el cielo, tiritaban de calor y, cuando hacía frío, jugaban al escondite.


Y, de aguinaldo, un CUENTO CORAL, a ocho voces mixtas.

Lola Mariné desde su blog “GATOS POR LOS TEJADOS”, nos invitó a participar en la redacción de un pequeño cuento de Navidad. Cada uno aportó unas lineas, y después ella, haciendo una labor de “pasamanería” lo publicó así en el blog:
"Le he hecho algunos retoques, espero que os parezca bien. Tod@s l@s co-autores: Arwen, Martikka, Didac, Thiago, Juan, Manolo, Dianna, y yo (que ya lo tengo, jeje), se llevan como premio este precioso gatito, y por supuesto, también el cuento, que podeis publicar en vuestros blogs o disponer de él como os plazca.¡Gracias a tod@s!"

"Como cada año, la Navidad le cayó encima sin previo aviso; de repente, las calles se habían llenado de luces de colores, la gente caminaba apresurada cargada de paquetes y todos mostraban ese aire feliz que requería el momento.
Pero allí estaba él, con su máscara dorada ocultando su rostro pálido, con la única compañía de un perro harapiento que no ladraba, tan solo miraba pidiendo lo mismo que él: unas monedas para comer caliente esa noche, tan solo esa noche tan especial.
Una figura se destacó de entre la multitud; era una niña de rubios cabellos y sonrisa contagiosa; le tendió su manita y él la cogió entre sus rugosas manos, sintiendo la suavidad y el calor humano que tanto hacía que no sentía.
La niña depositó en su manos una moneda dorada.-Pide un deseo-dijo-, hizo un gesto de despedida y desapareció entre la gente.
Él guardó muy dentro aquel deseo, soñó con la mirada perdida en la multitud que a aquella hora de la tarde se afanaba en los últimos preparativos para aquella noche. Fue entonces cuando de entre la multitud se destacó otra figura, más prosaica, nada infantil, pero igualmente sonriente. No cabía duda, se dirigía hacía él, después de tantos años pasando la noche bajo las luces del ayuntamiento…
—Hola hermano. -dijo el alcalde agachándose a su lado.
Él se quitó la máscara dorada sin creer que estuviera hablándole, llamándole hermano.
¿Cuánto tiempo hacía desde la última vez? ¿Por qué ahora? ¿Por qué esta Navidad? Entonces recordó aquella noche lejana, otra navidad fría y oscura, cuando era todavía un niño, y su padre le explico que no podía alimentarlo a él y a su hermano. Cómo le dio también aquellas cuatro monedas y lo lanzó a la calle, provisto apenas de unos guantes sin dedos y un viejo sombrero de fieltro... el día en que cruzó el cielo aquel cometa.
El alcalde sacó un billete de diez y se lo entregó. En ese momento el flash de una cámara le cegó.
-¿Qué tal he salido?-preguntó el alcalde, mirando al reportero y olvidándose del mendigo.
-Perfecto, Sr. alcalde. Mañana en primera página.
El mendigo, todavía deslumbrado por el flash, se miró a sí mismo y se quedó boquiabierto: ¡Volvía a ser niño! Corrió a la otra esquina de los grandes almacenes, donde estaba Sarita, una niña de seis o siete años de ojos tan grandes como tristes, ofreciendo claveles a los peatones, y le compró todo el ramo.
Con las flores en la mano, volvió donde había dejado al señor alcalde. Ya se habían marchado casi todos; el jefe de policía, le despedía ceremoniosamente tocándose el ala de la gorra, a guisa de saludo. El niño se acercó por detrás y le tiró de la manga de la chaqueta. Un guardia hizo además de apartarle.
Él mirando hacia arriba, le enseñó el ramo de flores...
-Es para su mujer...
El alcalde lo aceptó distraídamente y lo arrojó dentro del vehículo que le aguardaba, sin reconocer en aquel niño al mendigo que se apostaba a diario junto al ayuntamiento. Ya no estaban allí los reporteros para captar el momento.
El chiquillo se sentía feliz. ¡Su deseo se había cumplido! ¡La moneda era mágica! volvía a ser un niño, tenía la oportunidad de arreglar su vida; le habían concedido otra oportunidad...Después de entregar el ramo de flores, volvió en busca de Sarita.— Sara—le dijo—, sé que te has escapado de tu casa, no preguntes como lo sé, pero si no vuelves, tu vida será un fracaso.
Sara, le miró fijamente —: ¿cómo sabes tú eso? dime...
—Yo, sé mucho, créeme...—dijo él—, vamos te acompaño a tu casa.
A veces, la vida da segundas oportunidades y él iba a aprovecharla y también quería que Sarita se salvase.
Cuando estaban llegando a casa de Sarita el niño preguntó:-
Sara, ¿tú también sueñas con un príncipe azul?
-¡Pos claro, como todas!
- ¿Y es así como yo?
- ¡No, que va! ¡Mucho más guapo y alto!
-¡Jo! Pero él no te compra flores...
-Anda, no seas tonto. Dame un beso.
Y el chico la besó. Luego ella le sonrió y le dijo:
-¡Feliz Navidad!
— ¡Feliz Navidad!—respondió alegremente. También él debía regresar a casa y disfrutar junto con su familia de aquel maravilloso regalo que había recibido.
Miró al cielo y sonrió; un cometa surcaba la oscuridad, y él estaba seguro que era un ángel: era aquella niña de rubios cabellos que le ofreció la moneda mágica.
— ¡Vamos, Noel!—le dijo a su perrillo, convertido también en un pequeño y alegre carrocho—tenemos que darnos prisa en llegar a casa: ¡es Nochebuena!"

lunes, 22 de diciembre de 2008

CONCIERTO DE NAVIDAD.

Ayer, en la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de Chinchón, tuvo lugar un encuentro Coral, con la participación de cuatro grupos corales, para ofrecer un precioso CONCIERTO DE NAVIDAD, compuesto por un total de 17 villancicos.

Actuó en primer lugar la Coral San Pascual de Aranjuez, bajo la dirección de María José Sánchez-Guzman, que había sido su creadora en el año 1987, que interpretaron las siguientes obras: "Niño Dios, de amor herido" de Francisco Guerrero, "Joy to the world" de Haendel, "Pedro Cochero" de Pedro Fabina y "Festejo de Navidad" de Herbert Bitrich.

A continuación, la Coral Municipal de Villar del Olmo, bajo la dirección de Luis Roldán, interpretó: "Dadme albricias" un villancico anónimo del siglo XVII del Cancionero de Upsala, "Ding dong merrily on high", villancico francés del siglo XVI, "Campana sobre campana", popular español y "Chiquirritin" villancico cordobés.

En tercer lugar actuó el Coro de Juglares del Valle, de Valdelaguna, que interpretaron: "Carita divina", "Haurtxo polita" "Adeste Fideles" y "Hacia Belén va una burra".


Para finalizar, actuó el Coro Parroquial Nuestra Señora de la Asunción de Chinchón, dirigida por Rafael Hernández Espada, interpretando: "Adorar al niño" de E. Cifre, "Noel" de Pedro Aizpurua, "Fum, fum, fum."del mismo autor, y "Caminito a Belén", compuesto por el director del Coro. Quiero dejar aquí también un recuerdo muy especial a Jesús García Guzman, primer director de este Coro Parroquial.

Seguidamente, todos los componentes de los cuatro coros interpretaron "El pequeño tamborilero", dirigidos por Rafael Hernández.

Don Pedro Chaparro, párroco de Chinchón, entregó una placa conmemorativa a los directores de los coros participantes.

La Iglesia de Chinchón registró una gran asistencia de público, que con este acto iniciaba las fiestas navideñas.

domingo, 21 de diciembre de 2008

EL DESCUBRIMIENTO DE LA QUINA: ¿HISTORIA O LEYENDA?


Como nace la leyenda:

En el año 1663 (22 años después de la muerte de la Virreina y Condesa de Chinchón, doña Francisca Enríquez de Rivera,) Sebastián Bado (o Badi), en su libro sobre la quina, titulado “Anastasis corticis peruviae, seu chinae chinae defensio” se hace eco de la carta de un comerciante italiano, natural de Génova, llamado Antonio Bolli. La traducción literal del latín de la narración de Bado dice así:
«Enfermó, pues, en la ciudad de Lima, que es la capital del Reino del Perú, la esposa del Virrey, que en aquella época lo era el Conde de Chinchón. Su enfermedad era fiebre terciana, la cual es en aquella región no solo frecuente, sino grave y llena de peligros. El rumor de su enfermedad (como sucede con los poderosos) fue conocido por la gente de la ciudad, se comunicó a los lugares vecinos y llegó hasta Loxa. Creo que han transcurrido desde entonces ahora de treinta a cuarenta años. Era prefecto de aquel lugar un español, quien informado de la enfermedad de la Condesa, pensó informar por carta al Virrey su marido, lo cual hizo, de que poseía un remedio secreto que recomendaba sin dudar, que si el Virrey quisiese, curaría a su esposa, librándola de todas las fiebres.
Informó de este mensaje el marido a su esposa, que al punto accedió (y esto podemos creer y esperamos ha de ser bueno para nosotros en el futuro), sin demora ordenó la venida del hombre de quien esperaba ayuda, y por lo tanto venir a Lima sin pérdida de tiempo, lo cual hizo; admitido ante él, confirmó verbalmente lo que había dicho por carta rogando a la Virreina que tuviera buen animo y confianza, por estar cierto de que ella se curaría si se seguían sus consejos os. Lo cual oído, decidieron tomar el Remedio y una vez tomado, y como hecho milagroso, se curó con el asombro de todos...»
Es importante reseñar la condición de comerciante del autor de esta carta.
Otra leyenda, relata que estando en 1639 Don Juan López de Cañizares, Corregidor de Loja, enfermo de fiebres intermitentes, un Jesuita misionero le sugirió tomar un remedio usado por él para una fiebre semejante por consejo de un cacique indio del pueblo de Malacatos que había abrazado la fe católica con el nombre de Pedro Leiva, alrededor de 1600. Curado el Corregidor con la infusión de la corteza del árbol llamado de Calenturas, sería él quién se la recomendara años después a la segunda esposa del Virrey de Perú Doña Francisca Enríquez de Rivera, enferma de las mismas fiebres. Ambas leyendas coinciden en el gran entusiasmo que produjo la curación de la condesa quien pronto reveló cual era el remedio y distribuyó grandes cantidades de corteza de Quina para facilitársela a muchos enfermos. Sin embargo, hay sensibles discrepancias en las fechas en que ocurrieron ambas curaciones.
En el año 1817 la escritora francesa, Condesa de Genlis, recogió por primera vez estas leyendas de forma literaria, en su novela titulada “Zuma”, cuya trama describe cómo una sirvienta india, al servicio de la residencia del Virrey en Lima, descubre las virtudes de la corteza del quino al ver a su dueña la Condesa de Chinchón enferma con paludismo.
Pero el que más contribuyó a su divulgación fue el escritor y periodista peruano Manuel Ricardo Palma Soriano, nacido en Lima, el 7 de febrero 1833 y que falleció en Miraflores (Lima) el 6 de octubre 1919.
Su obra más significativa fue “Tradiciones Peruanas”, compuestos por relatos cortos que narran en forma satírica y plagada de giros castizos las costumbres de la Lima virreinal. Este estilo de cuadro de costumbres, original en su forma, se puede inscribir, por la época en que se produjo y por su temática, dentro de lo que podría considerarse como Romanticismo peruano. De este modo tenemos en las “Tradiciones” un referente romántico similar a los cuadros de costumbres de Larra o a las Leyendas de Bécquer.

Uno de estos relatos cortos lo tituló “Los polvos de la condesa” y fue publicado en El Correo del Perú, periódico semanal con ilustraciones, el 19 octubre 1872. Y dice así:
I
"En una tarde de junio de 1631 las campanas todas de las iglesias de Lima plañían fúnebres rogativas, y los monjes de las cuatro órdenes religiosas que a la sazón existían, congregados en pleno coro, entonaban salmos y preces.Los habitantes de la tres veces coronada ciudad cruzaban por los sitios en que, sesenta años después, el virrey conde de la Monclova debía construir los portales de Escribanos y Botoneros, deteniéndose frente a la puerta lateral de palacio.
En éste todo se volvía entradas y salidas de personajes, más o menos caracterizados.
No se diría sino que acababa de dar fondo en el Callao un galeón con importantísimas nuevas de España, ¡tanta era la agitación palaciega y popular! o que, como en nuestros democráticos días, se estaba realizando uno de aquellos golpes de teatro a que sabe dar pronto término la justicia de cuerda y hoguera.Los sucesos, como el agua, deben beberse en la fuente; y por esto, con venia del capitán de arcabuceros que está de facción en la susodicha puerta, penetraremos, lector, si te place mi compañía, en un recamarín de palacio.
Hallábanse en él el excelentísimo señor don Luis Jerónimo Fernández de Cabrera Bobadilla y Mendoza, conde de Chinchón, virrey de estos reinos del Perú por S. M. don Felipe IV, y su íntimo amigo el marqués de Corpa. Ambos estaban silenciosos y mirando con avidez hacia una puerta de escape, la que al abrirse dio paso a un nuevo personaje.Era éste un anciano. Vestía calzón de paño negro a media pierna, zapatos de pana con hebillas de piedra, casaca y chaleco de terciopelo, pendiendo de este último una gruesa cadena de plata con hermosísimos sellos. Si añadimos que gastaba guantes de gamuza, habrá el lector conocido el perfecto tipo de un esculapio de aquella época.
El doctor Juan de Vega, nativo de Cataluña y recién llegado al Perú, en calidad de médico de la casa del virrey, era una de las lumbreras de la ciencia que enseña a matar por medio de un “récipe”.
--¿Y bien, don Juan?--le interrogó el virrey, más con la mirada que con la palabra.
--Señor, no hay esperanza. Sólo un milagro puede salvar a doña Francisca.
Y don Juan se retiró con aire compungido.
Este corto diálogo basta para que el lector menos avisado conozca de qué se trata.
El virrey había llegado a Lima en enero de 1639, y dos meses más tarde su bellísima y joven esposa doña Francisca Henríquez de Ribera, a la que había desembarcado en Paita para no exponerla a los azares de un probable combate naval con los piratas. Algún tiempo después se sintió la virreina atacada de esa fiebre periódica que se designa con el nombre de terciana, y que era conocida por los Incas como endémica en el valle de Rimac.
Sabido es que cuando, en 1378, Pachacutec envió un ejército de treinta mil cuzqueños a la conquista de Pachacamac, perdió lo más florido de sus tropas a estragos de la terciana. En los primeros siglos de la dominación europea, los españoles que se avecindaban en Lima pagaban también tributo a esta terrible enfermedad, de la que muchos sanaban sin específico conocido, y a no pocos arrebataba el mal.La condesa de Chinchón estaba desahuciada. La ciencia, por boca de su oráculo don Juan de Vega, había fallado.
--¡Tan joven y tan bella!--decía a su amigo el desconsolado esposo
--. ¡Pobre Francisca! ¿Quién te habría dicho que no volveríais a ver tu cielo de Castilla ni los cármenes de Granada? ¡Dios mío! ¡Un milagro, Señor, un milagro!...
--Se salvará la condesa, excelentísimo señor--contestó una voz en la puerta de la habitación.
El virrey se volvió sorprendido. Era un sacerdote, un hijo de Ignacio de Loyola, el que había pronunciado tan consoladoras palabras.
El conde de Chinchón se inclinó ante el jesuita. Este continuó:
--Quiero ver a la virreina, tenga vuecencia fe, y Dios hará el resto.
El virrey condujo al sacerdote al lecho de la moribunda.

II

Suspendamos nuestra narración para trazar muy a la ligera el cuadro de la época del gobierno de don Luis Jerónimo Fernández de Cabrera, hijo de Madrid, comendador de Criptana entre los caballeros de Santiago, alcaide del alcázar de Segovia, tesorero de Aragón, y cuarto conde de Chinchón, que ejerció el mando desde el 14 de enero de 1629 hasta el 18 del mismo mes de 1639.
Amenazado el Pacífico por los portugueses y por la flotilla del pirata holandés “Pie de palo”, gran parte de la actividad del conde de Chinchón se consagró a poner el Callao y la escuadra en actitud de defensa. Envió además a Chile mil hombres contra los araucanos, y tres expediciones contra algunas tribus de Puno, Tucumán y Paraguay.
Para sostener el caprichoso lujo de Felipe IV y sus cortesanos, tuvo la América que contribuir con daño de su prosperidad. Hubo exceso de impuestos y gabelas, que el comercio de Lima se vió forzado a soportar.
Data de entonces la decadencia de los minerales de Potosí y Huancavelica, a la vez que el descubrimiento de las vetas de Bombón y Caylloma.
Fué bajo el gobierno de este virrey cuando, en 1635, aconteció la famosa quiebra del banquero Juan de la Cueva, en cuyo Banco--dice Lorente--tenían suma confianza así los particulares como el Gobierno.
Esa quiebra se conmemoró, hasta hace poco, con la mojiganga llamada “Juan de la Cova, coscoroba”.
El conde de Chinchón fué tan fanático como cumplía a un cristiano viejo. Lo comprueban muchas de sus disposiciones. Ningún naviero podía recibir pasajeros a bordo, si previamente no exhibía una cédula de constancia de haber confesado y comulgado la víspera. Los soldados estaban también obligados, bajo severas penas, a llenar cada año este precepto, y se prohibió que en los días de Cuaresma se juntasen hombres y mujeres en un mismo templo.Como lo hemos escrito en nuestro “Anales de la Inquisición de Lima”, fué ésta la época en que más víctimas sacrificó el implacable tribunal de la fe. Bastaba ser portugués y tener fortuna para verse sepultado en las mazmorras del Santo Oficio. En uno solo de los tres autos de fe a que asistió el conde de Chinchón fueron quemados once judíos portugueses, acaudalados comerciantes de Lima.
Hemos leído en el librejo del duque de Frías que, en la primera visita de cárceles a que asistió el conde, se le hizo relación de una causa seguida a un caballero de Quito, acusado de haber pretendido sublevarse contra el monarca. De los autos dedujo el virrey que todo era calumnia, y mandó poner en libertad al preso, autorizándolo para volver a Quito y dándole seis meses de plazo para que sublevase el territorio; entendiéndose que si no lo conseguía, pagarían los delatores las costas del proceso y los perjuicios sufridos por el caballero.¡Hábil manera de castigar envidiosos y denunciantes infames!
Alguna quisquilla debió tener su excelencia con las limeñas cuando en dos ocasiones promulgó bando contra las “tapadas”; las que, forzoso es decirlo, hicieron con ellos papillotas y tirabuzones. Legislar contra las mujeres ha sido y será siempre sermón perdido.
Volvamos a la virreina, que dejamos moribunda en el lecho.

III

Un mes después se daba una gran fiesta en palacio en celebración del restablecimiento de doña Francisca.
La virtud febrífuga de la cascarilla quedaba descubierta.Atacado de fiebres un indio de Loja llamado Pedro de Leyva bebió, para calmar los ardores de la sed, del agua de un remanso, en cuyas orillas crecían algunos árboles de “quina”. Salvado así, hizo la experiencia de dar de beber a otros enfermos del mismo mal cántaros de agua, en los que depositaba raíces de cascarilla. Con su descubrimiento vino a Lima y lo comunicó a un jesuita, el que, realizando la feliz curación de la virreina, prestó a la humanidad mayor servicio que el fraile que inventó la pólvora.
Los jesuítas guardaron por algunos años el secreto, y a ellos acudía todo el que era atacado de terciana. Por eso, durante mucho tiempo, los polvos de la corteza de quina se conocieron con el nombre de “polvos de los jesuítas”.
El doctor Scrivener dice que un médico inglés, Mr. Talbot, curó con la quinina al príncipe de Condé, al delfín, a Colbert y otros personajes, vendiendo el secreto al gobierno francés por una suma considerable y una pensión vitalicia.Linneo, tributando en ello un homenaje a la virreina condesa de Chinchón, señala a la quina el nombre que hoy le da la ciencia: “Chinchona”.
Mendiburu dice que, al principio, encontró el uso de la quina fuerte oposición en Europa, y que en Salamanca se sostuvo que caía en pecado mortal el médico que la recetaba, pues sus virtudes eran debidas a pacto de dos peruanos con el diablo.
En cuanto al pueblo de Lima, hasta hace pocos años conocía los polvos de la corteza de este árbol maravilloso con el nombre de “polvos de la condesa”.

Como se puede comprobar, este relato reúne todos los elementos de una historia novelada. Se entremezclan datos fidedignos e históricamente contrastados con licencias literarias, dándolo un enfoque novelesco para así hacerlo más atractivo desde un punto de vista literario y con clara intención divulgativa.
De esta narración se hace eco, años después, el ilustre doctor en Farmacia don Francisco Javier Blanco Juste quien en el año 1934 escribió “Historia del descubrimiento de la Quina” y que a su vez la trasmitió a don José María Pemán. Así lo reconoce el mismo Pemán en la autocrítica que publicó el día 16 de junio de 1939, cuando se estrenó en Palma de Mallorca el poema dramático “La Santa Virreina” por la Compañía de María Guerrero.
Tenemos más ejemplos de la presencia de esta leyenda en la literatura universal. El cubano Francisco Ramón Valdez, escribió un drama en verso llamado “Cora o la Sacerdotisa Peruana”; y el alemán Hotzebue escribió otro drama con el título de “La Virgen del Sol”.
De carácter menos literario tenemos “A memoir of the Lady Ana de Osorio, countess of Chinchon and vice-queen of Peru (A.D. 1629-39). With a plea for the correct spelling of the Chinchona genus”, de Sir Clements R Markham, de la Editorial: London, Trübner & Co. fechado en 1874.Clements R. Markham, presidente de la Real Sociedad Geográfica de Londres, en 1874 dedicó esta memoria a la condesa "Ana de Osorio", esposa del virrey Chinchón: " y dice que “tras regresar a España, se dedicó a curar a los enfermos con corteza que ella misma había traído del Perú...".
Ahora sabemos que la condesa de Chinchón que estuvo en Perú no fue Ana de Osorio, sino Francisca Enríquez de Rivera. Por si con eso no bastase, doña Francisca murió en Cartagena de Indias (actual Colombia) el 14 de enero de 1641, cuando ella y el virrey Chinchón estaban por embarcarse de regreso a España. En reimpresos posteriores a 1879, se aclara ésto, como resultado probablemente de un error de "oídas" y se "renombra" a doña Ana de Osorio como doña Francisca.
Ya en épocas recientes se siguen publicando artículos, como el titulado “La quinina, el descubrimiento que cambió el mundo” del que es autora la Dra. Paloma Merino Amador, publicado en el año 2004 por la Empresa Farmacética Bayer, que abunda en la tesis de la intervención de la Virreina en el descubrimiento de la quina. Termina así su artículo: “Cuando se restableció del todo, y a pesar de que la figura activa de la mujer en la sociedad era muy limitada, se encargó de proporcionar el tratamiento a todos los enfermos de Lima, que denominaron al preparado y en agradecimiento “polvos de la condesa”, lo que la convirtió en una virreina muy querida. Los jesuitas enviaron grandes cantidades del preparado de quina al cardenal español Juan de Lugo, padre general de la orden, que residía en Roma. El cardenal lo distribuyó entre los pobres de la Ciudad Eterna. En España se probó por primera vez en Alcalá de Henares y el avance científico se conoció en toda Europa gracias a Luis XIV de Francia, quien compró la nueva sustancia para curar al Delfín, lo que supuso el triunfo de la quina en el Viejo Mundo.Gracias a la Condesa de Chinchón, la sociedad científica comenzó a utilizar un tratamiento para una de las enfermedades que más muertes causaba tanto en América como en Europa. Doña Francisca recibió el primer homenaje cuando el botánico Linneo puso el nombre de cinchona al género del árbol de la quina — Linneo lo escribió siguiendo la fonética italiana, por lo que la palabra se pronuncia como en castellano chinchona—. En la actualidad no existe tratado que no reconozca a la condesa como la persona que favoreció la difusión del fármaco, y su historia es la protagonista de las salas de quina del Wellcome Historical Medical Museum de Londres, al igual que hay frescos con escenas de su curación en el Hospital del Espíritu Santo de Roma. José María Pemán escribió la obra en verso “La santa virreina”, con claro valor literario y que tiene como nudo argumental la curación de la española”.
Podríamos concluir que todo lo anteriormente expuesto carece de valor histórico y posiblemente sólo pueda servir para confirmar que el Paludismo podía existir en América antes de la llegada de los españoles, que era conocida la Quina como remedio por parte de los indígenas y que fue un español, con toda probabilidad un jesuita, quien consiguió por primera vez la revelación del secreto que estos guardaban celosamente.
Pero les seguiré informando, porque la historia continúa...

sábado, 20 de diciembre de 2008

LA HERENCIA DEL BUTANITO.

El cuadro que ilustra el inicio de este artículo es el célebre Café Pombo y su autor, don José Gutierrez Solana, retrata a Ramón Gómez de la Serna con sus contertulios. Si he utilizado esta ilustración no es porque tenga nada que ver con el artículo que sigue, sino por todo lo contrario; quiero mostrar mi deseo de que las actuales tertulias en televisión tuvieran un reflejo -aunque fuera pequeño- de aquellas tertulias literarias (Cualquier tiempo pasado fue mejor?)
Eran los primeros años del posfranquismo y todavía era presidente del Real Madrid don Santiago Bernabeu. Por los campos de fútbol empezó a pulular un intrépido reportero que, al no poder distinguirse por su apellido, que era bastante común, se enfundó un chubasquero de color naranja para llamar la atención. A don Santiago, que como se sabe, era bastante socarrón y ya estaba de vuelta de casi todo, no le cayó demasiado bien aquel jovenzuelo poco respetuoso y descarado y le bautizó como “el butanito”, por la coincidencia de su indumentaria y su pequeña estatura con las, entonces omnipresentes, bombonas de gas.
Eso le dio más fama y, en poco tiempo, se convirtió en referencia de la información deportiva. Se autoproclamó paladín de la libertad de expresión y abanderado de la verdad, y se embarcó en sagradas cruzadas para la liberación de la honradez deportiva, en contra de los directivos “chupópteros” que se aferraban a sus poltronas. Su forma descarada y trasgresora de afrontar la información, cautivó a millones de radioyentes que no dudaban en pasar sueño para estar informados de los escándalos que levantaba el nuevo “gurú”, en su programa de madrugada.
Utilizando la vieja técnica de las verdades a medias y aprovechandose de las informaciones de los ocasionales aliados, a los que se unía mientras le eran útiles, fue escogiendo cuidadosamente a sus “enemigos” para mantener el interés de sus oyentes, con el objetivo claro de conseguir año tras año los contratos más sustaciosos de la radio española.
Argumentaba su credibilidad en la posibilidad de sus víctimas de recurrir a los tribunales de justicia, sabiendo que la lentitud de los trámites les daban suficiente margen de maniobra para seguir engrosando, mientras tanto, su cuenta corriente, y en caso de ser condenado -como ocurrió en varias ocasiones- había pasado tanto tiempo que su reputación no se resentía demasiado y las indemnizaciones que tenía que pagar, resultaban rentables.
Pasó el tiempo y tuvo la tentación de dedicarse al periodismo político, pero aquellos tiempos no estaban, todavía, para muchas licencias y, poco a poco, su estrella fue palideciendo. Entre sus muchos méritos, hay que destacar el de haber sido lo suficientemente inteligente para saber sus limitaciones en su capacidad literaria y dedicarse exclusivamente al periodismo hablado, en el que llegó a crear escuela.
El espíritu del “butanito” caló en los jóvenes estudiantes de periodismo y en todos los ámbitos se iniciaron unos modos más trasgresores, que se iban alejando de la cortesía y las buenas maneras que habían imperado en la información.
Cada vez más, importaba menos la calidad que la agresividad. Y como eso vendía, la ley suprema del mercado dio el banderazo de salida en la gran carrera para captar cuotas de audiencia que, a la postre, se traducía en contratos más rentables para los profesionales.
Y nos fuimos acostumbrando a estas nuevas formas: los educados eran considerados horteras; los respetuosos, carcas, y los eruditos, repelentes. Y los asesores de imagen pensaron que esta nueva imagen de “hombre trasgresor” podía ser rentable también en política.
Por aquellos años, el Partido Socialista buscaba su escalada a la Moncloa y junto al líder, Felipe González, se colocó su “alter ego”: Alfonso Guerra. Una mezcla explosiva de maledicencia, ilustración y gracejo sevillano, que le reportó valiosos dividendos políticos.
El experimento lo quiso reactivar, años después, José María Aznar, pero a Francisco Álvarez Cascos le faltaba, al menos, el salero de Sevilla.
Una de las frases que se atribuyen a Guerra era aquella de que “a España no lo iba a conocer ni la madre que la parió”, y para hacerla realidad nos afanamos, un poco, todos. Y poco a poco, fueron desdibujándose los límites del hecho noticiable.

Siempre se había dicho que había un emisor, un trasmisor y un receptor de la noticia, que era lo verdaderamente importante; porque si no lo era, no tenía razón de ser todo lo demás.
Los emisores eran, muchas veces, creadores involuntarios de la noticia. Pero, cada vez más, fueron apareciendo emisores que buscaban trasmitir “su” noticia, porque ello le reportaba beneficios.
Los trasmisores eran los que determinaban, generalmente, si la noticia era o no digna de ser anunciada; aunque esto cada vez es más difícil de llevar a cabo, cuando los “amos” deciden las noticias que conviene trasmitir.
Los receptores de la información, a la postre, siempre pueden determinar si lo que reciben es digno de ser tenido en cuenta; aunque ésto no siempre es posible, si los profesionales son capaces de manipular la información de forma que llegue a los destinatarios de una forma subliminal, dificilmente perceptible por la mayoría.
Y está, por último, el hecho noticiable, la noticia misma. Cuentan en las escuelas de periodismo que no es noticia que un perro muerda a un hombre, pero sí que un hombre muerda a un perro. Hay noticias importantes, curiosas, extravagantes, amables, románticas, meteorológicas, deportivas.... pero todas ellas tienen que tener una condición imprescindible, que sean verdaderas. Si no, podrán ser una calumnia, un infundio, una broma, un bulo, un rumor... pero, nunca, una noticia.
Por lo tanto, lo primero que debe reclamar el destinatario de la información a los emisores y a los trasmisores es que lo que le trasmiten sea verdad. Esto, que parece obvio, no está tan claro en la realidad. Para comprobarlo podemos, cualquier día, comprar varios periódicos y veremos con estupor que una misma noticia se cuenta de forma muy diferentes en función de las fuentes y, sobre todo, de los medios. Vemos cómo se sacan de contexto las opiniones y se manejan partidistamente las informaciones, mutilando descaradamente la información completa para adecuarla a los intereses del que emite o trasmite la noticia. Y muchas veces, el receptor no tiene acceso al conocimiento de toda la realidad o buscarla suponer un esfuerzo que casi nadie está dispuesto a realizar.
Y ellos lo saben. Y así, hemos ido viendo cómo se han ido sucediendo toda clase de programas de radio y televisión en los que se hacía todo lo contrario de lo que anunciaban como objetivo. Muchas veces, con el pretexto de un servicio público se regodean en las más bajas pasiones de pobres infelices que son utilizados como monstruos de feria. Las mesas redondas y las tertulias, las más de las veces, terminan siendo un gallinero soez de maledicencias e injurias gratuitas, y los noticiarios, una descarada propaganda partidista del poder.

Hemos llegado a la “telebasura”, pero esto no es, todavía, grave. El que unos cuantos profesionales de la información estén haciendo su agosto a costa de supuestos -y casi nunca comprobados- asuntos turbios de famosos y famosillos, no deja de ser una cuestión de mal gusto, carencia de un mínimo de profesionalidad y bastante poca vergüenza; pero ya, casi todos, sabemos lo que nos podemos encontrar cuando sintonizamos estos programas.
Porque gracias a estos programas han encontrado acomodo una serie de “periodistas” profesionales y aficionados que se ganan el sustento deningrando, insultando, levantando infundios, mintiendo y despreciando toda clase de valores morales. Pero esto, todavía no es demasiado grave.
De esto también están viviendo un buen número de “pequeños hermanos”, “granjeros” y “robinsones” más o menos famosos, subnormales graciosillos, jovencitas algo ligeras de cascos, y bastantes “hijos de puta” que se aprovechan de todos ellos con el mayor descaro. Pero esto, aún, no es grave.
Y es que estos programas son todo un ejemplo de mala educación, de nula condescendencia, de ínfima cultura, de falta de respeto... pero ¿qué podemos esperar de las personas que los dirigen y de los que participan? Sin duda que poco más. Aunque es de justicia admitir que algunos, en ocasiones, tienen algo de gracia, algunos son ocurrentes, y los hay hasta que son simpáticos... y deben ser divertidos si tenemos en cuenta que tienen mucha audiencia.
En todos estos programas se asegura que quieren buscar la “verdad” y el mayor baldón que se puede lanzar a un contertulio es el acusarle de embustero. Pero ya hemos dicho que suelen hacer lo contrario de lo que dicen, y en la práctica, lo que menos importa es la verdad si la noticia es lo suficientemente escandalosa. Se admite el testimonio de cualquiera sin ninguna comprobación de su veracidad y la audiencia sabe que la mayoría de las cosas que se dicen son mentiras. Y eso sí, ya empieza a ser algo grave.
Pero como hay muchas horas de emisión y muchas emisoras es necesario llenarlas con noticias, para lo cual se recurre a dar vueltas y más vueltas a hechos sin demasiada trascendencia, y sin importar ni su autenticidad ni su importancia.

Pero esto, desgraciadamente, no sólo ocurre en los programas llamados del corazón. Las mismas técnicas y los mismos modos están llegando a los programas de información general y, sobre todo, a los programas de información política. Un grupo de comentaristas -casi siempre los mismos- generalmente con un prestigioso curriculum y que ocupan cargos de una cierta importacia en los medios profesionales, estiran las noticias hasta límites insospechados para llenar la gran cantidad de programas que pueblan las parrillas de las distintas cadenas y emisoras. Y empieza a ser preocupante que muchas veces utilizan modos y expresiones de la herencia del butanito. Y de esta misma herencia viene la utilización de las medias verdades y la utilización de frases sacadas de su contexto cuando el fin es atacar al enemigo, con un total desprecio por la verdad. Y esto sí que ya es bastante más grave.
Pero lo que ya es totalmente inaceptable es que se han declarado herederos del butanito, también, los políticos. Es lamentable ver a esos sesudos y provectos padres de la patria dedicados al insulto permanente a sus “enemigos”. Es demasiado grave, ademàs, que no les importe mentir descaradamente y que el único argumento utilizado sea precisamente acusar de mentiroso al contrario. Saben que en los pocos segundos que los medios les van a facilitar no es posible hacer una argumentación de sus tesis, y recurren, simplemente, a decir que lo que dice el oponente es mentira, porque saben que si lo repiten mucho, al final los oyentes se lo van a terminar creyendo, aunque sea mentira. Y eso sí que es grave.


Porque, aparte de cualquier consideración moral, es un espectáculo bochornoso, ver cómo serios abogados y respetables registradores de la propiedad, utilizan la jerga y los modos aprendidos en cualquier programa de la más baja estofa que protagonizan los “pequeños hermanos” de la Milá.

Han pasado varios lustros y seguimos acordándonos del Sr. García. Su herencia ha sido larga y prolifica. Y al final, sus herederos, van a hacer de su memoria un cúmulo de buen gusto, sensibilidad y finura informativa, si se compara con lo que vamos a seguir viendo, si Dios -sólo Él puede- no lo remedia.

DIAS DE GLORIA.









Hoy día 20 se clausuran las exposiciones que han recogido las diversas interpretaciones que varios artistas han realizado de la Condesa de Chinchón, que pintó Goya.
Entre ellas, la de Gloria, por lo que hoy le envío mi felicitación.
La Condesa cubista con el taje típico de Chinchón.(Detalle)
70x50 Oleo sobre tabla

viernes, 19 de diciembre de 2008

CUANDO LOS CONEJOS TENÍAN OREJAS DE GATO. Fábula.

Hace mucho, mucho tiempo, cuando se estaba inventando la rueda y los hombres todavía no sabían encender el fuego con pedernales, los conejos era una especie en riesgo de extinción.
La naturaleza les había dotado de unas robustas patas que les permitían correr para escapar de sus enemigos, y de unos dientes fuertes que les servían para roer cualquier alimento aunque fuese muy duro. Pero tenían unas orejas pequeñitas y un largo rabo como los gatos. La naturaleza, en cambio, no les dotó del fino olfato de los felinos, por lo que no podían oler a sus depredadores y sólo les oían cuando ya estaban demasiado cerca. Aunque eran veloces, muchas veces en su huida, su larga cola se enredaba en los matorrales con lo que eran fácil presa para los fieros perros y demás alimañas que les acosaban.
Eran tiempos en los que no existían leyes proteccionistas y sólo imperaba la ley sagrada de la supervivencia del más fuerte, por lo que tiempo a tiempo -todavía no se habían inventado los años- la población de conejos disminuía alarmantemente.
Alejo, era un viejo conejo, que había logrado sobrevivir a pesar de sus carencias, gracias a su ingenio y a su concienzuda reflexión. Pensó que las carencias que les había negadola madre Naturaleza se podían suplir con inventiva y fue ideando diversas formas de suplir sus deficiencias.
La mayoría eran desechadas aún antes de experimentarlas, pero hubo una que llegó a ilusionar a los amedrentados conejillos. Cerca de su madriguera crecían unas plantas con frutos de formas caprichosas. Muchos años después, un tal Carlos Linneo dijo que eran de la familia de las cucurbitáceas, y alguien las llamó: “calabazas”.
Estos frutos de formas muy raras, solían tener una parte abultada y otra más fina y, cuando se secaban, quedaban huecas, de forma que haciendo un agujero por la parte más pequeña y abriendo la parte más gruesa, se formaba una especie de trompetilla gigante que tenía la admirable propiedad de amplificar los sonidos. Este artilugio suplía con eficacia la pobre capacidad auditiva de los desdichados conejos, que se afanaron en construirse cada uno su amplificador.
El invento era eficaz a la hora de oir llegar a sus enemigos, pero dificultaba la huida mucho más que sus largos rabos de gato y terminó por ser arrinconado por todos, con gran pesar de Alejo -el conejo viejo- que se había hecho ilusiones de pasar a la historia lepórida.
Se reunió el consejo de sabios para buscar soluciones pero a nadie se le ocurrió una solución que ilusionase mínimamente a los allí reunidos. Cuando estaban a punto de marcharse alguien dijo:
- ¡Como no lo remedie el elfo del árbol del río...!
Nadie pensó que era la solución, pero como no había otras alternativas, se comisionó a los tres conejos mayores para que fuesen a visitar al duendecillo que habitaba en el tronco del río, junto a la cascada.
- ¡No, es imposible! Yo no puedo hacer eso.
- Sólo sería que hicieses crecer nuestras orejas un poco... como las de los burros... aunque fuesen un poco más pequeñas...
- Lo siento, la madre Naturaleza no permite que nadie cambie lo que ella ha hecho...Aunque, pensándolo bien, yo podría daros unas orejas más grandes, si estáis dispuestos a perder algo a cambio... Ya se sabe que toda elección supone una renuncia...
- ¡Vale! dijo Alejo alborozado. Nos estiras las orejas y nos encojes el rabo....
Pasó el tiempo, se encontró el misterio de la rueda, los hombres aprendieron a encender el fuego con pedernales, se inventaron los años, y los lustros y los siglos, y los conejos, con sus nuevas orejas largas, muy largas, tan largas que las tenían que llevar dobladas porque no se les tenían derechas, y con sus pequeños rabitos que apenas parecía un pompón de pelusa sobre sus patas, crecieron y crecieron, y, nunca más, fue una especie en riesgo de extinción y ya nadie se acordaba de cuando tenían unas orejas pequeñitas y un largo rabo, como los gatos.

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AVE MARIA

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De Schubert. Canta María Antonia Moya, acompañada por el Maestro Alcérreca. 2011. Para escucharlo, pinchar en la image.

LA TARARA

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Canta Maria Antonia Moya. Si quieres escuchar la canción, pincha en la imagen

LOS PELEGRINITOS

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La canción de Lorca, cantada por María Antonia Moya, con imágenes de Lucena (Córdoba) Para escuchar la canción pincha en la imagen.

EN EL CAFÉ DE CHINITAS

EN EL CAFÉ DE CHINITAS
La copla de Lorca, cantada por María Antonia Moya, acompañada a la guitarra por Fernando Miguelañez. 1986. Para escuchar la canción, pinchar en la imagen

VERDE, QUE TE QUIERO VERDE

VERDE, QUE TE QUIERO VERDE
Maria Antonia Moya canta el Romance Sonámbulo de Federico García Lorca. Puedes escucharlo pinchando la imagen.

LOS CUATRO MULEROS.

LOS CUATRO MULEROS.
Canta: María Antonia Moya. 1986.Para escucharlo,pinchar en la imagen.

PERFIDIA

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Canta Maria Antonia Moya, acompañada a la guitarra por Fernando Miguelañez. Año 1986. Para escuchar la canción, pincha en la imagen.

PASODOBLE DE CHINCHÓN

PASODOBLE DE CHINCHÓN
Letra: L.Lezama - Música: Palazón. Canta: María Antonia Moya. 1987Puedes escucharlo pinchando en la imagen

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