domingo, 21 de diciembre de 2008

EL DESCUBRIMIENTO DE LA QUINA: ¿HISTORIA O LEYENDA?


Como nace la leyenda:

En el año 1663 (22 años después de la muerte de la Virreina y Condesa de Chinchón, doña Francisca Enríquez de Rivera,) Sebastián Bado (o Badi), en su libro sobre la quina, titulado “Anastasis corticis peruviae, seu chinae chinae defensio” se hace eco de la carta de un comerciante italiano, natural de Génova, llamado Antonio Bolli. La traducción literal del latín de la narración de Bado dice así:
«Enfermó, pues, en la ciudad de Lima, que es la capital del Reino del Perú, la esposa del Virrey, que en aquella época lo era el Conde de Chinchón. Su enfermedad era fiebre terciana, la cual es en aquella región no solo frecuente, sino grave y llena de peligros. El rumor de su enfermedad (como sucede con los poderosos) fue conocido por la gente de la ciudad, se comunicó a los lugares vecinos y llegó hasta Loxa. Creo que han transcurrido desde entonces ahora de treinta a cuarenta años. Era prefecto de aquel lugar un español, quien informado de la enfermedad de la Condesa, pensó informar por carta al Virrey su marido, lo cual hizo, de que poseía un remedio secreto que recomendaba sin dudar, que si el Virrey quisiese, curaría a su esposa, librándola de todas las fiebres.
Informó de este mensaje el marido a su esposa, que al punto accedió (y esto podemos creer y esperamos ha de ser bueno para nosotros en el futuro), sin demora ordenó la venida del hombre de quien esperaba ayuda, y por lo tanto venir a Lima sin pérdida de tiempo, lo cual hizo; admitido ante él, confirmó verbalmente lo que había dicho por carta rogando a la Virreina que tuviera buen animo y confianza, por estar cierto de que ella se curaría si se seguían sus consejos os. Lo cual oído, decidieron tomar el Remedio y una vez tomado, y como hecho milagroso, se curó con el asombro de todos...»
Es importante reseñar la condición de comerciante del autor de esta carta.
Otra leyenda, relata que estando en 1639 Don Juan López de Cañizares, Corregidor de Loja, enfermo de fiebres intermitentes, un Jesuita misionero le sugirió tomar un remedio usado por él para una fiebre semejante por consejo de un cacique indio del pueblo de Malacatos que había abrazado la fe católica con el nombre de Pedro Leiva, alrededor de 1600. Curado el Corregidor con la infusión de la corteza del árbol llamado de Calenturas, sería él quién se la recomendara años después a la segunda esposa del Virrey de Perú Doña Francisca Enríquez de Rivera, enferma de las mismas fiebres. Ambas leyendas coinciden en el gran entusiasmo que produjo la curación de la condesa quien pronto reveló cual era el remedio y distribuyó grandes cantidades de corteza de Quina para facilitársela a muchos enfermos. Sin embargo, hay sensibles discrepancias en las fechas en que ocurrieron ambas curaciones.
En el año 1817 la escritora francesa, Condesa de Genlis, recogió por primera vez estas leyendas de forma literaria, en su novela titulada “Zuma”, cuya trama describe cómo una sirvienta india, al servicio de la residencia del Virrey en Lima, descubre las virtudes de la corteza del quino al ver a su dueña la Condesa de Chinchón enferma con paludismo.
Pero el que más contribuyó a su divulgación fue el escritor y periodista peruano Manuel Ricardo Palma Soriano, nacido en Lima, el 7 de febrero 1833 y que falleció en Miraflores (Lima) el 6 de octubre 1919.
Su obra más significativa fue “Tradiciones Peruanas”, compuestos por relatos cortos que narran en forma satírica y plagada de giros castizos las costumbres de la Lima virreinal. Este estilo de cuadro de costumbres, original en su forma, se puede inscribir, por la época en que se produjo y por su temática, dentro de lo que podría considerarse como Romanticismo peruano. De este modo tenemos en las “Tradiciones” un referente romántico similar a los cuadros de costumbres de Larra o a las Leyendas de Bécquer.

Uno de estos relatos cortos lo tituló “Los polvos de la condesa” y fue publicado en El Correo del Perú, periódico semanal con ilustraciones, el 19 octubre 1872. Y dice así:
I
"En una tarde de junio de 1631 las campanas todas de las iglesias de Lima plañían fúnebres rogativas, y los monjes de las cuatro órdenes religiosas que a la sazón existían, congregados en pleno coro, entonaban salmos y preces.Los habitantes de la tres veces coronada ciudad cruzaban por los sitios en que, sesenta años después, el virrey conde de la Monclova debía construir los portales de Escribanos y Botoneros, deteniéndose frente a la puerta lateral de palacio.
En éste todo se volvía entradas y salidas de personajes, más o menos caracterizados.
No se diría sino que acababa de dar fondo en el Callao un galeón con importantísimas nuevas de España, ¡tanta era la agitación palaciega y popular! o que, como en nuestros democráticos días, se estaba realizando uno de aquellos golpes de teatro a que sabe dar pronto término la justicia de cuerda y hoguera.Los sucesos, como el agua, deben beberse en la fuente; y por esto, con venia del capitán de arcabuceros que está de facción en la susodicha puerta, penetraremos, lector, si te place mi compañía, en un recamarín de palacio.
Hallábanse en él el excelentísimo señor don Luis Jerónimo Fernández de Cabrera Bobadilla y Mendoza, conde de Chinchón, virrey de estos reinos del Perú por S. M. don Felipe IV, y su íntimo amigo el marqués de Corpa. Ambos estaban silenciosos y mirando con avidez hacia una puerta de escape, la que al abrirse dio paso a un nuevo personaje.Era éste un anciano. Vestía calzón de paño negro a media pierna, zapatos de pana con hebillas de piedra, casaca y chaleco de terciopelo, pendiendo de este último una gruesa cadena de plata con hermosísimos sellos. Si añadimos que gastaba guantes de gamuza, habrá el lector conocido el perfecto tipo de un esculapio de aquella época.
El doctor Juan de Vega, nativo de Cataluña y recién llegado al Perú, en calidad de médico de la casa del virrey, era una de las lumbreras de la ciencia que enseña a matar por medio de un “récipe”.
--¿Y bien, don Juan?--le interrogó el virrey, más con la mirada que con la palabra.
--Señor, no hay esperanza. Sólo un milagro puede salvar a doña Francisca.
Y don Juan se retiró con aire compungido.
Este corto diálogo basta para que el lector menos avisado conozca de qué se trata.
El virrey había llegado a Lima en enero de 1639, y dos meses más tarde su bellísima y joven esposa doña Francisca Henríquez de Ribera, a la que había desembarcado en Paita para no exponerla a los azares de un probable combate naval con los piratas. Algún tiempo después se sintió la virreina atacada de esa fiebre periódica que se designa con el nombre de terciana, y que era conocida por los Incas como endémica en el valle de Rimac.
Sabido es que cuando, en 1378, Pachacutec envió un ejército de treinta mil cuzqueños a la conquista de Pachacamac, perdió lo más florido de sus tropas a estragos de la terciana. En los primeros siglos de la dominación europea, los españoles que se avecindaban en Lima pagaban también tributo a esta terrible enfermedad, de la que muchos sanaban sin específico conocido, y a no pocos arrebataba el mal.La condesa de Chinchón estaba desahuciada. La ciencia, por boca de su oráculo don Juan de Vega, había fallado.
--¡Tan joven y tan bella!--decía a su amigo el desconsolado esposo
--. ¡Pobre Francisca! ¿Quién te habría dicho que no volveríais a ver tu cielo de Castilla ni los cármenes de Granada? ¡Dios mío! ¡Un milagro, Señor, un milagro!...
--Se salvará la condesa, excelentísimo señor--contestó una voz en la puerta de la habitación.
El virrey se volvió sorprendido. Era un sacerdote, un hijo de Ignacio de Loyola, el que había pronunciado tan consoladoras palabras.
El conde de Chinchón se inclinó ante el jesuita. Este continuó:
--Quiero ver a la virreina, tenga vuecencia fe, y Dios hará el resto.
El virrey condujo al sacerdote al lecho de la moribunda.

II

Suspendamos nuestra narración para trazar muy a la ligera el cuadro de la época del gobierno de don Luis Jerónimo Fernández de Cabrera, hijo de Madrid, comendador de Criptana entre los caballeros de Santiago, alcaide del alcázar de Segovia, tesorero de Aragón, y cuarto conde de Chinchón, que ejerció el mando desde el 14 de enero de 1629 hasta el 18 del mismo mes de 1639.
Amenazado el Pacífico por los portugueses y por la flotilla del pirata holandés “Pie de palo”, gran parte de la actividad del conde de Chinchón se consagró a poner el Callao y la escuadra en actitud de defensa. Envió además a Chile mil hombres contra los araucanos, y tres expediciones contra algunas tribus de Puno, Tucumán y Paraguay.
Para sostener el caprichoso lujo de Felipe IV y sus cortesanos, tuvo la América que contribuir con daño de su prosperidad. Hubo exceso de impuestos y gabelas, que el comercio de Lima se vió forzado a soportar.
Data de entonces la decadencia de los minerales de Potosí y Huancavelica, a la vez que el descubrimiento de las vetas de Bombón y Caylloma.
Fué bajo el gobierno de este virrey cuando, en 1635, aconteció la famosa quiebra del banquero Juan de la Cueva, en cuyo Banco--dice Lorente--tenían suma confianza así los particulares como el Gobierno.
Esa quiebra se conmemoró, hasta hace poco, con la mojiganga llamada “Juan de la Cova, coscoroba”.
El conde de Chinchón fué tan fanático como cumplía a un cristiano viejo. Lo comprueban muchas de sus disposiciones. Ningún naviero podía recibir pasajeros a bordo, si previamente no exhibía una cédula de constancia de haber confesado y comulgado la víspera. Los soldados estaban también obligados, bajo severas penas, a llenar cada año este precepto, y se prohibió que en los días de Cuaresma se juntasen hombres y mujeres en un mismo templo.Como lo hemos escrito en nuestro “Anales de la Inquisición de Lima”, fué ésta la época en que más víctimas sacrificó el implacable tribunal de la fe. Bastaba ser portugués y tener fortuna para verse sepultado en las mazmorras del Santo Oficio. En uno solo de los tres autos de fe a que asistió el conde de Chinchón fueron quemados once judíos portugueses, acaudalados comerciantes de Lima.
Hemos leído en el librejo del duque de Frías que, en la primera visita de cárceles a que asistió el conde, se le hizo relación de una causa seguida a un caballero de Quito, acusado de haber pretendido sublevarse contra el monarca. De los autos dedujo el virrey que todo era calumnia, y mandó poner en libertad al preso, autorizándolo para volver a Quito y dándole seis meses de plazo para que sublevase el territorio; entendiéndose que si no lo conseguía, pagarían los delatores las costas del proceso y los perjuicios sufridos por el caballero.¡Hábil manera de castigar envidiosos y denunciantes infames!
Alguna quisquilla debió tener su excelencia con las limeñas cuando en dos ocasiones promulgó bando contra las “tapadas”; las que, forzoso es decirlo, hicieron con ellos papillotas y tirabuzones. Legislar contra las mujeres ha sido y será siempre sermón perdido.
Volvamos a la virreina, que dejamos moribunda en el lecho.

III

Un mes después se daba una gran fiesta en palacio en celebración del restablecimiento de doña Francisca.
La virtud febrífuga de la cascarilla quedaba descubierta.Atacado de fiebres un indio de Loja llamado Pedro de Leyva bebió, para calmar los ardores de la sed, del agua de un remanso, en cuyas orillas crecían algunos árboles de “quina”. Salvado así, hizo la experiencia de dar de beber a otros enfermos del mismo mal cántaros de agua, en los que depositaba raíces de cascarilla. Con su descubrimiento vino a Lima y lo comunicó a un jesuita, el que, realizando la feliz curación de la virreina, prestó a la humanidad mayor servicio que el fraile que inventó la pólvora.
Los jesuítas guardaron por algunos años el secreto, y a ellos acudía todo el que era atacado de terciana. Por eso, durante mucho tiempo, los polvos de la corteza de quina se conocieron con el nombre de “polvos de los jesuítas”.
El doctor Scrivener dice que un médico inglés, Mr. Talbot, curó con la quinina al príncipe de Condé, al delfín, a Colbert y otros personajes, vendiendo el secreto al gobierno francés por una suma considerable y una pensión vitalicia.Linneo, tributando en ello un homenaje a la virreina condesa de Chinchón, señala a la quina el nombre que hoy le da la ciencia: “Chinchona”.
Mendiburu dice que, al principio, encontró el uso de la quina fuerte oposición en Europa, y que en Salamanca se sostuvo que caía en pecado mortal el médico que la recetaba, pues sus virtudes eran debidas a pacto de dos peruanos con el diablo.
En cuanto al pueblo de Lima, hasta hace pocos años conocía los polvos de la corteza de este árbol maravilloso con el nombre de “polvos de la condesa”.

Como se puede comprobar, este relato reúne todos los elementos de una historia novelada. Se entremezclan datos fidedignos e históricamente contrastados con licencias literarias, dándolo un enfoque novelesco para así hacerlo más atractivo desde un punto de vista literario y con clara intención divulgativa.
De esta narración se hace eco, años después, el ilustre doctor en Farmacia don Francisco Javier Blanco Juste quien en el año 1934 escribió “Historia del descubrimiento de la Quina” y que a su vez la trasmitió a don José María Pemán. Así lo reconoce el mismo Pemán en la autocrítica que publicó el día 16 de junio de 1939, cuando se estrenó en Palma de Mallorca el poema dramático “La Santa Virreina” por la Compañía de María Guerrero.
Tenemos más ejemplos de la presencia de esta leyenda en la literatura universal. El cubano Francisco Ramón Valdez, escribió un drama en verso llamado “Cora o la Sacerdotisa Peruana”; y el alemán Hotzebue escribió otro drama con el título de “La Virgen del Sol”.
De carácter menos literario tenemos “A memoir of the Lady Ana de Osorio, countess of Chinchon and vice-queen of Peru (A.D. 1629-39). With a plea for the correct spelling of the Chinchona genus”, de Sir Clements R Markham, de la Editorial: London, Trübner & Co. fechado en 1874.Clements R. Markham, presidente de la Real Sociedad Geográfica de Londres, en 1874 dedicó esta memoria a la condesa "Ana de Osorio", esposa del virrey Chinchón: " y dice que “tras regresar a España, se dedicó a curar a los enfermos con corteza que ella misma había traído del Perú...".
Ahora sabemos que la condesa de Chinchón que estuvo en Perú no fue Ana de Osorio, sino Francisca Enríquez de Rivera. Por si con eso no bastase, doña Francisca murió en Cartagena de Indias (actual Colombia) el 14 de enero de 1641, cuando ella y el virrey Chinchón estaban por embarcarse de regreso a España. En reimpresos posteriores a 1879, se aclara ésto, como resultado probablemente de un error de "oídas" y se "renombra" a doña Ana de Osorio como doña Francisca.
Ya en épocas recientes se siguen publicando artículos, como el titulado “La quinina, el descubrimiento que cambió el mundo” del que es autora la Dra. Paloma Merino Amador, publicado en el año 2004 por la Empresa Farmacética Bayer, que abunda en la tesis de la intervención de la Virreina en el descubrimiento de la quina. Termina así su artículo: “Cuando se restableció del todo, y a pesar de que la figura activa de la mujer en la sociedad era muy limitada, se encargó de proporcionar el tratamiento a todos los enfermos de Lima, que denominaron al preparado y en agradecimiento “polvos de la condesa”, lo que la convirtió en una virreina muy querida. Los jesuitas enviaron grandes cantidades del preparado de quina al cardenal español Juan de Lugo, padre general de la orden, que residía en Roma. El cardenal lo distribuyó entre los pobres de la Ciudad Eterna. En España se probó por primera vez en Alcalá de Henares y el avance científico se conoció en toda Europa gracias a Luis XIV de Francia, quien compró la nueva sustancia para curar al Delfín, lo que supuso el triunfo de la quina en el Viejo Mundo.Gracias a la Condesa de Chinchón, la sociedad científica comenzó a utilizar un tratamiento para una de las enfermedades que más muertes causaba tanto en América como en Europa. Doña Francisca recibió el primer homenaje cuando el botánico Linneo puso el nombre de cinchona al género del árbol de la quina — Linneo lo escribió siguiendo la fonética italiana, por lo que la palabra se pronuncia como en castellano chinchona—. En la actualidad no existe tratado que no reconozca a la condesa como la persona que favoreció la difusión del fármaco, y su historia es la protagonista de las salas de quina del Wellcome Historical Medical Museum de Londres, al igual que hay frescos con escenas de su curación en el Hospital del Espíritu Santo de Roma. José María Pemán escribió la obra en verso “La santa virreina”, con claro valor literario y que tiene como nudo argumental la curación de la española”.
Podríamos concluir que todo lo anteriormente expuesto carece de valor histórico y posiblemente sólo pueda servir para confirmar que el Paludismo podía existir en América antes de la llegada de los españoles, que era conocida la Quina como remedio por parte de los indígenas y que fue un español, con toda probabilidad un jesuita, quien consiguió por primera vez la revelación del secreto que estos guardaban celosamente.
Pero les seguiré informando, porque la historia continúa...

sábado, 20 de diciembre de 2008

LA HERENCIA DEL BUTANITO.

El cuadro que ilustra el inicio de este artículo es el célebre Café Pombo y su autor, don José Gutierrez Solana, retrata a Ramón Gómez de la Serna con sus contertulios. Si he utilizado esta ilustración no es porque tenga nada que ver con el artículo que sigue, sino por todo lo contrario; quiero mostrar mi deseo de que las actuales tertulias en televisión tuvieran un reflejo -aunque fuera pequeño- de aquellas tertulias literarias (Cualquier tiempo pasado fue mejor?)
Eran los primeros años del posfranquismo y todavía era presidente del Real Madrid don Santiago Bernabeu. Por los campos de fútbol empezó a pulular un intrépido reportero que, al no poder distinguirse por su apellido, que era bastante común, se enfundó un chubasquero de color naranja para llamar la atención. A don Santiago, que como se sabe, era bastante socarrón y ya estaba de vuelta de casi todo, no le cayó demasiado bien aquel jovenzuelo poco respetuoso y descarado y le bautizó como “el butanito”, por la coincidencia de su indumentaria y su pequeña estatura con las, entonces omnipresentes, bombonas de gas.
Eso le dio más fama y, en poco tiempo, se convirtió en referencia de la información deportiva. Se autoproclamó paladín de la libertad de expresión y abanderado de la verdad, y se embarcó en sagradas cruzadas para la liberación de la honradez deportiva, en contra de los directivos “chupópteros” que se aferraban a sus poltronas. Su forma descarada y trasgresora de afrontar la información, cautivó a millones de radioyentes que no dudaban en pasar sueño para estar informados de los escándalos que levantaba el nuevo “gurú”, en su programa de madrugada.
Utilizando la vieja técnica de las verdades a medias y aprovechandose de las informaciones de los ocasionales aliados, a los que se unía mientras le eran útiles, fue escogiendo cuidadosamente a sus “enemigos” para mantener el interés de sus oyentes, con el objetivo claro de conseguir año tras año los contratos más sustaciosos de la radio española.
Argumentaba su credibilidad en la posibilidad de sus víctimas de recurrir a los tribunales de justicia, sabiendo que la lentitud de los trámites les daban suficiente margen de maniobra para seguir engrosando, mientras tanto, su cuenta corriente, y en caso de ser condenado -como ocurrió en varias ocasiones- había pasado tanto tiempo que su reputación no se resentía demasiado y las indemnizaciones que tenía que pagar, resultaban rentables.
Pasó el tiempo y tuvo la tentación de dedicarse al periodismo político, pero aquellos tiempos no estaban, todavía, para muchas licencias y, poco a poco, su estrella fue palideciendo. Entre sus muchos méritos, hay que destacar el de haber sido lo suficientemente inteligente para saber sus limitaciones en su capacidad literaria y dedicarse exclusivamente al periodismo hablado, en el que llegó a crear escuela.
El espíritu del “butanito” caló en los jóvenes estudiantes de periodismo y en todos los ámbitos se iniciaron unos modos más trasgresores, que se iban alejando de la cortesía y las buenas maneras que habían imperado en la información.
Cada vez más, importaba menos la calidad que la agresividad. Y como eso vendía, la ley suprema del mercado dio el banderazo de salida en la gran carrera para captar cuotas de audiencia que, a la postre, se traducía en contratos más rentables para los profesionales.
Y nos fuimos acostumbrando a estas nuevas formas: los educados eran considerados horteras; los respetuosos, carcas, y los eruditos, repelentes. Y los asesores de imagen pensaron que esta nueva imagen de “hombre trasgresor” podía ser rentable también en política.
Por aquellos años, el Partido Socialista buscaba su escalada a la Moncloa y junto al líder, Felipe González, se colocó su “alter ego”: Alfonso Guerra. Una mezcla explosiva de maledicencia, ilustración y gracejo sevillano, que le reportó valiosos dividendos políticos.
El experimento lo quiso reactivar, años después, José María Aznar, pero a Francisco Álvarez Cascos le faltaba, al menos, el salero de Sevilla.
Una de las frases que se atribuyen a Guerra era aquella de que “a España no lo iba a conocer ni la madre que la parió”, y para hacerla realidad nos afanamos, un poco, todos. Y poco a poco, fueron desdibujándose los límites del hecho noticiable.

Siempre se había dicho que había un emisor, un trasmisor y un receptor de la noticia, que era lo verdaderamente importante; porque si no lo era, no tenía razón de ser todo lo demás.
Los emisores eran, muchas veces, creadores involuntarios de la noticia. Pero, cada vez más, fueron apareciendo emisores que buscaban trasmitir “su” noticia, porque ello le reportaba beneficios.
Los trasmisores eran los que determinaban, generalmente, si la noticia era o no digna de ser anunciada; aunque esto cada vez es más difícil de llevar a cabo, cuando los “amos” deciden las noticias que conviene trasmitir.
Los receptores de la información, a la postre, siempre pueden determinar si lo que reciben es digno de ser tenido en cuenta; aunque ésto no siempre es posible, si los profesionales son capaces de manipular la información de forma que llegue a los destinatarios de una forma subliminal, dificilmente perceptible por la mayoría.
Y está, por último, el hecho noticiable, la noticia misma. Cuentan en las escuelas de periodismo que no es noticia que un perro muerda a un hombre, pero sí que un hombre muerda a un perro. Hay noticias importantes, curiosas, extravagantes, amables, románticas, meteorológicas, deportivas.... pero todas ellas tienen que tener una condición imprescindible, que sean verdaderas. Si no, podrán ser una calumnia, un infundio, una broma, un bulo, un rumor... pero, nunca, una noticia.
Por lo tanto, lo primero que debe reclamar el destinatario de la información a los emisores y a los trasmisores es que lo que le trasmiten sea verdad. Esto, que parece obvio, no está tan claro en la realidad. Para comprobarlo podemos, cualquier día, comprar varios periódicos y veremos con estupor que una misma noticia se cuenta de forma muy diferentes en función de las fuentes y, sobre todo, de los medios. Vemos cómo se sacan de contexto las opiniones y se manejan partidistamente las informaciones, mutilando descaradamente la información completa para adecuarla a los intereses del que emite o trasmite la noticia. Y muchas veces, el receptor no tiene acceso al conocimiento de toda la realidad o buscarla suponer un esfuerzo que casi nadie está dispuesto a realizar.
Y ellos lo saben. Y así, hemos ido viendo cómo se han ido sucediendo toda clase de programas de radio y televisión en los que se hacía todo lo contrario de lo que anunciaban como objetivo. Muchas veces, con el pretexto de un servicio público se regodean en las más bajas pasiones de pobres infelices que son utilizados como monstruos de feria. Las mesas redondas y las tertulias, las más de las veces, terminan siendo un gallinero soez de maledicencias e injurias gratuitas, y los noticiarios, una descarada propaganda partidista del poder.

Hemos llegado a la “telebasura”, pero esto no es, todavía, grave. El que unos cuantos profesionales de la información estén haciendo su agosto a costa de supuestos -y casi nunca comprobados- asuntos turbios de famosos y famosillos, no deja de ser una cuestión de mal gusto, carencia de un mínimo de profesionalidad y bastante poca vergüenza; pero ya, casi todos, sabemos lo que nos podemos encontrar cuando sintonizamos estos programas.
Porque gracias a estos programas han encontrado acomodo una serie de “periodistas” profesionales y aficionados que se ganan el sustento deningrando, insultando, levantando infundios, mintiendo y despreciando toda clase de valores morales. Pero esto, todavía no es demasiado grave.
De esto también están viviendo un buen número de “pequeños hermanos”, “granjeros” y “robinsones” más o menos famosos, subnormales graciosillos, jovencitas algo ligeras de cascos, y bastantes “hijos de puta” que se aprovechan de todos ellos con el mayor descaro. Pero esto, aún, no es grave.
Y es que estos programas son todo un ejemplo de mala educación, de nula condescendencia, de ínfima cultura, de falta de respeto... pero ¿qué podemos esperar de las personas que los dirigen y de los que participan? Sin duda que poco más. Aunque es de justicia admitir que algunos, en ocasiones, tienen algo de gracia, algunos son ocurrentes, y los hay hasta que son simpáticos... y deben ser divertidos si tenemos en cuenta que tienen mucha audiencia.
En todos estos programas se asegura que quieren buscar la “verdad” y el mayor baldón que se puede lanzar a un contertulio es el acusarle de embustero. Pero ya hemos dicho que suelen hacer lo contrario de lo que dicen, y en la práctica, lo que menos importa es la verdad si la noticia es lo suficientemente escandalosa. Se admite el testimonio de cualquiera sin ninguna comprobación de su veracidad y la audiencia sabe que la mayoría de las cosas que se dicen son mentiras. Y eso sí, ya empieza a ser algo grave.
Pero como hay muchas horas de emisión y muchas emisoras es necesario llenarlas con noticias, para lo cual se recurre a dar vueltas y más vueltas a hechos sin demasiada trascendencia, y sin importar ni su autenticidad ni su importancia.

Pero esto, desgraciadamente, no sólo ocurre en los programas llamados del corazón. Las mismas técnicas y los mismos modos están llegando a los programas de información general y, sobre todo, a los programas de información política. Un grupo de comentaristas -casi siempre los mismos- generalmente con un prestigioso curriculum y que ocupan cargos de una cierta importacia en los medios profesionales, estiran las noticias hasta límites insospechados para llenar la gran cantidad de programas que pueblan las parrillas de las distintas cadenas y emisoras. Y empieza a ser preocupante que muchas veces utilizan modos y expresiones de la herencia del butanito. Y de esta misma herencia viene la utilización de las medias verdades y la utilización de frases sacadas de su contexto cuando el fin es atacar al enemigo, con un total desprecio por la verdad. Y esto sí que ya es bastante más grave.
Pero lo que ya es totalmente inaceptable es que se han declarado herederos del butanito, también, los políticos. Es lamentable ver a esos sesudos y provectos padres de la patria dedicados al insulto permanente a sus “enemigos”. Es demasiado grave, ademàs, que no les importe mentir descaradamente y que el único argumento utilizado sea precisamente acusar de mentiroso al contrario. Saben que en los pocos segundos que los medios les van a facilitar no es posible hacer una argumentación de sus tesis, y recurren, simplemente, a decir que lo que dice el oponente es mentira, porque saben que si lo repiten mucho, al final los oyentes se lo van a terminar creyendo, aunque sea mentira. Y eso sí que es grave.


Porque, aparte de cualquier consideración moral, es un espectáculo bochornoso, ver cómo serios abogados y respetables registradores de la propiedad, utilizan la jerga y los modos aprendidos en cualquier programa de la más baja estofa que protagonizan los “pequeños hermanos” de la Milá.

Han pasado varios lustros y seguimos acordándonos del Sr. García. Su herencia ha sido larga y prolifica. Y al final, sus herederos, van a hacer de su memoria un cúmulo de buen gusto, sensibilidad y finura informativa, si se compara con lo que vamos a seguir viendo, si Dios -sólo Él puede- no lo remedia.

DIAS DE GLORIA.









Hoy día 20 se clausuran las exposiciones que han recogido las diversas interpretaciones que varios artistas han realizado de la Condesa de Chinchón, que pintó Goya.
Entre ellas, la de Gloria, por lo que hoy le envío mi felicitación.
La Condesa cubista con el taje típico de Chinchón.(Detalle)
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viernes, 19 de diciembre de 2008

CUANDO LOS CONEJOS TENÍAN OREJAS DE GATO. Fábula.

Hace mucho, mucho tiempo, cuando se estaba inventando la rueda y los hombres todavía no sabían encender el fuego con pedernales, los conejos era una especie en riesgo de extinción.
La naturaleza les había dotado de unas robustas patas que les permitían correr para escapar de sus enemigos, y de unos dientes fuertes que les servían para roer cualquier alimento aunque fuese muy duro. Pero tenían unas orejas pequeñitas y un largo rabo como los gatos. La naturaleza, en cambio, no les dotó del fino olfato de los felinos, por lo que no podían oler a sus depredadores y sólo les oían cuando ya estaban demasiado cerca. Aunque eran veloces, muchas veces en su huida, su larga cola se enredaba en los matorrales con lo que eran fácil presa para los fieros perros y demás alimañas que les acosaban.
Eran tiempos en los que no existían leyes proteccionistas y sólo imperaba la ley sagrada de la supervivencia del más fuerte, por lo que tiempo a tiempo -todavía no se habían inventado los años- la población de conejos disminuía alarmantemente.
Alejo, era un viejo conejo, que había logrado sobrevivir a pesar de sus carencias, gracias a su ingenio y a su concienzuda reflexión. Pensó que las carencias que les había negadola madre Naturaleza se podían suplir con inventiva y fue ideando diversas formas de suplir sus deficiencias.
La mayoría eran desechadas aún antes de experimentarlas, pero hubo una que llegó a ilusionar a los amedrentados conejillos. Cerca de su madriguera crecían unas plantas con frutos de formas caprichosas. Muchos años después, un tal Carlos Linneo dijo que eran de la familia de las cucurbitáceas, y alguien las llamó: “calabazas”.
Estos frutos de formas muy raras, solían tener una parte abultada y otra más fina y, cuando se secaban, quedaban huecas, de forma que haciendo un agujero por la parte más pequeña y abriendo la parte más gruesa, se formaba una especie de trompetilla gigante que tenía la admirable propiedad de amplificar los sonidos. Este artilugio suplía con eficacia la pobre capacidad auditiva de los desdichados conejos, que se afanaron en construirse cada uno su amplificador.
El invento era eficaz a la hora de oir llegar a sus enemigos, pero dificultaba la huida mucho más que sus largos rabos de gato y terminó por ser arrinconado por todos, con gran pesar de Alejo -el conejo viejo- que se había hecho ilusiones de pasar a la historia lepórida.
Se reunió el consejo de sabios para buscar soluciones pero a nadie se le ocurrió una solución que ilusionase mínimamente a los allí reunidos. Cuando estaban a punto de marcharse alguien dijo:
- ¡Como no lo remedie el elfo del árbol del río...!
Nadie pensó que era la solución, pero como no había otras alternativas, se comisionó a los tres conejos mayores para que fuesen a visitar al duendecillo que habitaba en el tronco del río, junto a la cascada.
- ¡No, es imposible! Yo no puedo hacer eso.
- Sólo sería que hicieses crecer nuestras orejas un poco... como las de los burros... aunque fuesen un poco más pequeñas...
- Lo siento, la madre Naturaleza no permite que nadie cambie lo que ella ha hecho...Aunque, pensándolo bien, yo podría daros unas orejas más grandes, si estáis dispuestos a perder algo a cambio... Ya se sabe que toda elección supone una renuncia...
- ¡Vale! dijo Alejo alborozado. Nos estiras las orejas y nos encojes el rabo....
Pasó el tiempo, se encontró el misterio de la rueda, los hombres aprendieron a encender el fuego con pedernales, se inventaron los años, y los lustros y los siglos, y los conejos, con sus nuevas orejas largas, muy largas, tan largas que las tenían que llevar dobladas porque no se les tenían derechas, y con sus pequeños rabitos que apenas parecía un pompón de pelusa sobre sus patas, crecieron y crecieron, y, nunca más, fue una especie en riesgo de extinción y ya nadie se acordaba de cuando tenían unas orejas pequeñitas y un largo rabo, como los gatos.

jueves, 18 de diciembre de 2008

¿PARA CUANDO EL PLAN DE URBANISMO DE CHINCHON?

En el año 1974 la Ciudad de Chinchón fue declarada "Conjunto histórico-artístico", y en la memoria justificativa se destaca, entre otros valores, la famosa plaza, que define como "uno de los más valiosos ejemplos de plazas españolas, genuina representación de arquitectura popular".
En el año 1985 se aprobaban unas “normas subsidiarias”, que entonces se pensaron con carácter transitorio, en tanto se redactaba un “plan general de urbanismo” para Chinchón, y que nunca se llegó a concretar, por lo que estas normas del año 1985 son las que siguen vigentes para el ordenamiento urbanístico de Chinchón.
Han pasado más de 23 años y la situación de Chinchón ha cambiado mucho. La falta de este plan general de urbanismo ha ocasionado demasiados quebraderos de cabeza a los responsables de la política urbanística de Chinchón y, sobre todo, a los sufridos chinchonenses que han querido edificar o restaurar sus casas durante este tiempo.
Una de las principales causas de estas dificultades ha sido el problema de armonización, entre la normativa en materia de construcción, que emana de Patrimonio Nacional con motivo de haber sido declarado Chinchón "Conjunto histórico-artístico", y las necesidades de los propietarios para construir o rehabilitar sus viviendas.
La mayoría de las viviendas de Chinchón son muy antiguas. Más del 21% son anteriores al año 1900 y más del 50% están construidas antes del año 1960.
El 17% de las viviendas de Chinchón están vacías y cerca del 25% son viviendas secundarias. La media de ocupación por vivienda es de 2,81 personas.
Conjugando todas estas cifras, nos encontramos que la densidad de población en Chinchón es de 33,24 habitantes/ Km2, lo que es 18 veces menor que la de la Comunidad de Madrid (634,7 habitantes/ Km2) y menos de la mitad que la media nacional (79,0 habitantes/ Km2).
Efectivamente, el casco urbano de Chinchón están muy poco habitado. Las casas son demasiado grandes y muy antiguas, generalmente adaptadas a la actividad agrícola para las que fueron concebidas y que ya han quedado obsoletas, puesto que el Sector primario (Agricultura y Ganadería), que ocupa a un 11,8% de la población, es el sector con menor implantación dentro del municipio, frente al 50,1% servicios, 17,9% construcción y 20,2% industria.
Por otro lado, la población de derecho de Chinchón ha aumentado levemente en los últimos años: 4.666 en 2003, 3.765 habitantes en 1991, 3.849 en 1996 y 3.856 en 1998.
Parece claro que es urgente y necesaria la redacción de un plan general de Urbanismo. Durante estos años, han sido varios los intentos que se han realizado para su redacción, pero como el plazo para hacerlo superaba el tiempo en que han permanecido en el poder los distintos partidos políticos (PP. y PSOE.), unos y otros se han encargado de anular los proyectos que los otros habían iniciado.
Afortunadamente, esta situación de indefinición ha librado a Chinchón del crecimiento urbanístico desmedido y especulativo que nos ha rodeado en los pueblos de la zona. Como tantas veces, Chinchón se ha librado de “males mayores” por la inacción de sus autoridades.
Pero ahora, posiblemente, sea el momento oportuno para atacar este asunto de suma importancia para el futuro del pueblo. Ya no existe la presión especulativa de la necesidad de suelo urbanizable una vez que se ha desinflado la burbuja urbanística. Además éste debe ser un proyecto de todos y ningún partido debe imponer su concepción particular, sino que se debe consensuar lo que sea mejor para todos.
No es cuestión de plantear cúanto suelo se debe recalificar, sino cuáles son las necesidades reales para hacer más habitable nuestro pueblo, rehabilitar el casco antiguo para dar cabida a los habitantes actuales y los que se estimen que va a tener Chinchón a medio plazo y entonces, si es necesario, pensar en qué terrenos sería necesario recalificar.
Lógicamente, esto no deja de ser una opinión particular, y expertos, más sabios, hay que deben dar su opinión. Sólo pienso que es un buen momento para afrontar la redacción del Plan General de Urbanismo que Chinchón necesita, y habrá que buscar una solución en la que se imponga la lógica haciendo que las necesidades de sus habitantes sean compatibles con el buen gusto y las medidas dictadas por Patrimonio, para conservar la fisonomía artística de nuestro pueblo.
Por una información en la página web del Ayuntamiento conocemos esta noticia:
32.000 viviendas de la Comunidad de Madrid se rehabilitarán en 12 municipios, entre ellos Chinchón.
La Comunidad de Madrid ha aprobado la rehabilitación de 31.981 pisos ubicados en 17 nuevas Áreas de Rehabilitación Integral de 12 municipios de la Región, lo que supondrá mejorar la calidad de vida de aproximadamente 110.000 ciudadanos madrileños.
La primera fase de esta iniciativa, que incluye obras de mejora en 10.500 viviendas, un 32,8% del total, contará a partir de hoy con cofinanciación estatal tras la firma de varios acuerdos entre la consejera de Medio Ambiente, Vivienda y Ordenación del Territorio, Ana Isabel Mariño, y la ministra de Vivienda, Beatriz Corredor.
En la ejecución de estas obras, se prevé invertir 49,1 millones de euros.
Chinchón, con 69 viviendas y una inversión total cercana a los 830.000 euros es uno de los municipios que se va a beneficiar de este acuerdo. Las viviendas que se van a beneficiar están situadas en el “Barrio del Pilar”.
Está muy bien que se rehabiliten las viviendas del Barrio del Pilar, contruido hace unos treinta y tantos años, pero es necesario un plan más ambicioso que se encamine a la rehabilitación integral del casco antiguo de Chinchón, donde muchas de sus viviendas, como hemos visto, fueron construidas antes del año 1900.
¡Tendremos paiciencia!

miércoles, 17 de diciembre de 2008

ZÓSIMO, EL HOMBRE QUE OLVIDO SU NOMBRE.(Cuento)

Hacía ya tiempo que la niebla del olvido iba descendiendo por las estribaciones de mi mente, desdibujando recuerdos y velando realidades; por eso no sabía a ciencia cierta cuando ocurrió.
Pudo ser aquella mañana del mes de junio, cuando me despertó una tenue ráfaga de viento que se coló por las rendijas de la vieja y desvencijada ventana de la alcoba. Me desperezé después de apartar la sábana que me había echado encima cuando el relente del amanecer me invitó a arrebujarme como un ovillo en medio de la cama.

Aquella mañana, no sabía porqué, me vino a la mente una palabra de esas que nunca se usan: "binza". No, no era pinza, ni pizca, ni bizca, ni bizna, era "binza" y no sabía su significado.

-"Binza"... "binza"...

Nada, que no podía recordar que podía ser "binza".

Aunque por aquello del fastidioso vértigo, tenía que levantarme poco a poco, aquella mañana me tiré literalmente de la cama y me fui directo al diccionario."Ba"... "be"... "bi"... "biberón"...

Casi se me cayó el diccionario de las manos... faltaban muchas palabras... eran como si se hubiesen borrado... como si alguien lo hubiese sacudido y muchas palabras se hubiesen caído del libro, tintineando en el suelo como pequeñas cuentas de cristal.

Y se me olvidó la palabra. No era bizca, no. Ni pinza, ni pizca... Era... no; ya no me acordaba. Pensé que debía ser que todavía no había tomado el café y además la próstata me recordó cuáles eran mis primeras obligaciones. Entré en la rutina diaria de la tostada untada con un diente de ajo y un chorrito de aceite, de la loncha de jamón York en una rebanada de pan de molde, porque mis dientes ya no podían con la corteza del pan candeal y del tazón de leche engañada con un poco de café en que se había convertido, con los años, el tradicional café con leche.
Mientras desayunaba en la cocina no paraba de dar vueltas a la cabeza... no era pizca... ni pinza... Ni por esas, que no podía recordar la maldita palabra.
Aunque yo lo decía hacer la cama, la realidad es que me limité a estirar las sábanas y la colcha, porque ya no podía agacharme para remeter la ropa, que sólo ofrecía un aspecto presentable los viernes cuando venía la asistenta. Un aseo rápido - ese día más- y me vestí para salir a dar el paseo matutino y comprar el pan. Pero antes cogí de nuevo el diccionario. Efectivamente se habían perdido muchas palabras. Estaban la mayoría, las que se usan normalmente... "Alba", "ayuda", "baile", "casa", incluso estaba "diptongo" que hacía mucho tiempo que no escuchaba; pero habían desaparecido todas esas palabras tan raras que nadie dice y que casi nadie sabe su significado, las que me gustaba llamar palabras dinosaurio.
No sabía interpretar lo que ocurría y pensé que podía estar pasando lo mismo en los otros libros. Me fui al Quijote y vi que allí también se habían caído bastantes palabras. Ojeé algunas páginas y de vez en vez había espacios en blanco: "El resto de ella concluían .............. de ............. , calzas de ................ para las fiestas, con sus ............. de lo mismo, y los días de entresemana se honraba con su.............. de los más fino". Leí, empezando a asustarme.
Lo bueno que tiene el síndrome del inicio del alzheimer es que todo se me olvidaba muy pronto y cuando volví de la calle, puse la tele para no ver cómo se despellejaban en las tertulias, porque yo nunca veía la televisión aunque la tuviese siempre encendida. Era mi única compañía.
A la mañana siguiente me vino a la mente "albahaca" y cuando fui al diccionario se habían perdido todas las palabras con raíz árabe. Unos días después fueron los anglicismos y luego los toponímicos. En el diccionario y en los libros había, cada vez, más espacios en blanco que avanzaban inexorables. Me figuraba unos grandes osos polares devorando salmones, con escamas de letras, que intentaban, en vano, nadar contra corriente. Ya eran muy pocas las frases que estaban completas; posiblemente sólo "mi mamá me mima", "amo a mi mamá" y "Con cien cañones por banda", que era la única poesía que había aprendido de pequeño.
Me llegué a obsesionar con las palabras que iban desapareciendo de los libros, pero no podía contárselo a nadie. A pesar del buen tiempo apenas si ya salía a la calle y pasaba horas y horas asomado a la ventana hasta que la silueta del castillo se diluía en el azul cada vez más oscuro del horizonte. Entonces empezaban a encenderse las estrellas, y me entretenía en contar las que jugaban al escondite, las que tiritaban de calor y se me humedecían los ojos, emocionado, cuando veía las estrellas fugaces, porque pensaba que se iban a pasear con sus amigos por la vía láctea; luego me acostaba y muchas noches olvidaba apagar la televisión.

La semana siguiente perdí las palabras esdrújulas y en poco más de un mes, no me quedaban palabras con más de cuatro letras. Tenía "luz", "niño", "amor", "pan", pero ya no estaba "mariposa", ni "pájaro", ni "amapola", aunque todavía me quedaba "flor". Claro que no me importaba, porque las palabras que se habían caído de los libros yo las había olvidado. Ya no sabía que significaba "dolor", ni "recuerdo", ni "esposa", y unos días después tampoco "hijo", porque sólo me quedaron las palabras de dos letras.
Por eso, sólo decía "yo" cuando los médicos me preguntaron mi nombre. Y es que "Zósimo" fue una de las primeras palabras que olvidé, porque era esdrújula, porque hacía mucho tiempo que nadie me llamaba y porque en la tele nunca se oía un nombre tan raro.
Cuando mis hijos entraron en casa para hacer la testamentaría, todos los libros tenían las páginas en blanco, aunque ellos no se enteraron porque sólo buscaban las cartillas de la Caja de Ahorros.


Nota: Para que no tengáis que buscarlo, “binza” es la capa o película exterior de la cebolla. Dios tendría que haber dotado, también, a los hombres de una binza protectora.

martes, 16 de diciembre de 2008

COMUNICADO DEL COLECTIVO CACH.


El Colectivo de Artistas de Chinchón (CACh), me envia el siguiente comunicado, que publico, para general conocimiento:

Clausura de la exposición.
El próximo sábado día 20 de diciembre será clausurada la exposición "La Condesa de Chinchón. Fusión de historia y arte".
Tanto el acto de presentación como las exposiciones celebradas en la sede de la Casa de Cultura del Ayuntamiento de Chinchón y en la Sala Capitular del Parador de Turismo de Chinchón, han supuesto un hito de participación y asistencia para este tipo de manifestaciones culturales.
Las valoraciones que nos han transmitido tanto los participantes como el público asistente han sido muy positivas a lo largo de todos los días en que ha estado abierta la exposición.
Reiteramos nuestro sincero agradecimiento a todos quienes habéis colaborado en el éxito del proyecto.

Desmontaje y devolución de las obras.
El domingo 21 de diciembre de 11 a 14 horas se desmontarán para su devolución las obras en las sedes del Parador de Turismo y de la Casa de Cultura en las que habrá dos equipos que las entregarán a los autores o a la persona que designen.
Rogamos a todos los artistas su asistencia o bien se coordinen entre varios para recoger las obras. En caso de tener algún problema podéis llamar a los teléfonos de referencia.

EL ESCULTOR EDUARDO CARRETERO, HIJO ADOPTIVO DE CHINCHON.

El día 10 de septiembre de 2005, en la Casa de Cultura “Manuel Alvar” de Chinchón, se entregó el título de Hijo Adoptivo de Chinchón a Don Eduardo Carretero. Ese mismo día se procedió a la clausura de su exposición “Retratos” que había permanecido abierta desde el día 12 de agosto. En el catálogo de esta exposición se decía:

“No hay nada más versátil que el rostro humano. Ninguno de sus rasgos son estáticos. Es tan cambiante, tan móvil, como el mar. Siempre, ante el paisaje marino, hemos sentido esta impresión; hemos manifestado el sentimiento de que, a pesar de su aparente invariabilidad, continuamente presenta aspectos nuevos. Cada rostro está expresando, de forma continuada, estados - corrientes interiores- del agitado ser del hombre.
Si difícil es captar lo cambiante del mar, aún lo es más si lo que intentamos es plasmar en un retrato, trazos, formas, planos, volúmenes y lo que los anima, lo que da su peculiaridad a cada hombre.

Pretender retener, fijar en perennidad, lo fluctuante de la personalidad del hombre es arduo quehacer. Exigen hábiles y denodadas intuiciones, raras cualidades donde se aunen, la fina percepción de un sicólogo, junto a un perfecto dominio de la materia instrumental. Por esto, es tan difícil hacer un buen retrato. Por esto es tan complejo este género dentro de las artes plásticas. Tan comprometido. Compromiso en el coparticipan retratista y retratado.En un retrato están implicadas dos almas. Quedan fijadas, para siempre -para ese relativo siempre histórico- características de los actores que han intervenido en la acción -mejor en la tensión- dramática que se establece cuando dos seres se enfrentan; y más, si ese enfrentamiento consiste en intentar descubrir el alma de uno de ellos. Es un proceso mayéutico. Y los partos son dolorosos.
Eduardo Carretero es un escultor que hace retratos. Pero los hace para ponerse a prueba. No como escultor: le sobra dominio de su arte. Sino como hombre en ejercicio de diálogo, en prolija anamnesis, que conduzca a la desnuda confesión del retrato. Todo retrato es desnudarse, es confesarse.
La función del artista consiste en cubrir pudorosamente el alma del retratado, cubrirla con arte, diríamos. Y esto lo consigue, prodigiosamente, Eduardo Carretero”.
(Esta presentación había sido escrita por José Mercado, para la exposición de retratos efectuada en el Museo Provincial de Bellas Artes de Málaga, del 3 al 20 de agosto de 197o).
Se expusieron 15 obras de personalidades famosas y de personas con las que el artista estuvo relacionado. Estas son de ellas, junto a la fotografía del autor.

lunes, 15 de diciembre de 2008

LAS CUEVAS DE CHINCHON.

En varias ocasiones he comentado la existencia de multitud de cuevas en el subsuelo de Chinchón. Las cuevas tuvieron su finalidad en el almacenamiento y conservación del vino en grandes tinajas de barro. En tiempo de la guerra civil se utilizaron como refugio para defenderse de las bombas, y siempre como alacenas climatizadas para conservar alimentos.
Recientemente, el programa de Televisión "España Directo", emitió un monográfico sobre las cuevas que hay en Chinchón. En el reportaje recorre varias de las cuevas del pueblo, que nos van presentando los propietarios.
Me lo envia mi amigo Juan Luis, y quiero compartirlo con todos vosotros. Los de Chinchón posiblemente lo conozcan, pero es posible que para otros muchos sea una novedad.
Espero que os guste:
Tenéis que pinchar en esta dirección y podréis ver el video.

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AVE MARIA

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De Schubert. Canta María Antonia Moya, acompañada por el Maestro Alcérreca. 2011. Para escucharlo, pinchar en la image.

LA TARARA

LA TARARA
Canta Maria Antonia Moya. Si quieres escuchar la canción, pincha en la imagen

LOS PELEGRINITOS

LOS PELEGRINITOS
La canción de Lorca, cantada por María Antonia Moya, con imágenes de Lucena (Córdoba) Para escuchar la canción pincha en la imagen.

EN EL CAFÉ DE CHINITAS

EN EL CAFÉ DE CHINITAS
La copla de Lorca, cantada por María Antonia Moya, acompañada a la guitarra por Fernando Miguelañez. 1986. Para escuchar la canción, pinchar en la imagen

VERDE, QUE TE QUIERO VERDE

VERDE, QUE TE QUIERO VERDE
Maria Antonia Moya canta el Romance Sonámbulo de Federico García Lorca. Puedes escucharlo pinchando la imagen.

LOS CUATRO MULEROS.

LOS CUATRO MULEROS.
Canta: María Antonia Moya. 1986.Para escucharlo,pinchar en la imagen.

PERFIDIA

PERFIDIA
Canta Maria Antonia Moya, acompañada a la guitarra por Fernando Miguelañez. Año 1986. Para escuchar la canción, pincha en la imagen.

PASODOBLE DE CHINCHÓN

PASODOBLE DE CHINCHÓN
Letra: L.Lezama - Música: Palazón. Canta: María Antonia Moya. 1987Puedes escucharlo pinchando en la imagen

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"El amargo sabor de las rosas" Novela. Marzo de 2017

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"La boda" 1996 -2001. Inédito.Para leer el cuento, pincha en la imagen

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"Andanzas y sentires" 2003. Inédito. Para leer el libro, pinchar en la imagen,

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“Luz del Cielo” y otros relatos con nostalgia. 2019. Proximamente en este blog

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