Capítulo Séptimo: Liquidación por derribo.
Los hechos se precipitaron. Edmundo, su jefe, le invitó a aceptar una especie de jubilación anticipada. Irian a un despido improcedente por el que le pagarían diez millones de pesetas. Durante los dos años siguientes cobraría el paro y a los sesenta años se podría jubilar con el 60% de la pensión máxima. Calculó que le quedarian unas ciento sesenta mil pesetas al mes.
Durante las siguientes semanas su mujer, su hija y su futuro yerno fueron apareciendo en diversos programas de televisión, por lo que recibieron sus buenos millones, aunque él, la verdad, nunca quedaba demasiado bien parado en las opiniones de los contertulios.
Su mujer, encargó a su socio Saturnino Fernández negociar las condiciones de la separación. Simón no quiso contratar a ningún abogado contra la opinión de su hijo que era el único que se había mantenido a su lado durante esos dias.
La negociación fué demasiado fácil. Simón renunció a todos los bienes gananciales, incluso al dinero que habían ahorrado desde que se casaron. Sólo mantuvo la casa que había heredado de sus abuelos en un pueblecito de Guadalajara y que hacía cinco años que no pisaban por allí, su ordenador, sus discos y sus libros.
Alejandra aceptó no exigirle nada de su pensión ni de los diez millones que recibiría de indemnización por su despido improcedente e insistió que Simón se quedase con el "peugeot" que tanto apreciaba ... desde hacía quince años.
Por su parte, Simón se comprometió a dejar su casa el mismo dia que firmasen ante el juez los papeles de la separación y que como máximo tendría lugar en un plazo no superior a dos meses.
Por la exclusiva del divorcio su futuro yerno y su hija consiguieron veinte millones de la revista "Diez minutos". Su mujer, generosa, había renunciado a su parte para que los niños se pudiesen casar ese mismo año.
Un dia, su amigo el del coche rojo, le abordó cuando salía de casa.
- Mire, Don Simón, como Vd. sabe he montado guardia delante de su casa, dia y noche, desde el primer dia del "acontecimiento". Lo único que he conseguido hasta ahora son varias fotografias de su coche y un par de ellas de usted a través de los cristales. He asistido atónito a todos los manejos de su familia y cómo usted no ha querido responder a los infundios que se han dicho sobre Vd. Estoy autorizado por mi revista a ofrecerle treinta millones de pesetas por unas declaraciones suyas...
- Hijo, tu tampoco has entendido nada. ¿Si renuncié a cincuenta millones que ya tenía en mis manos, por qué iba a aceptar ahora treinta?
- Bueno, la situación es diferente. Ahora Vd. no tiene trabajo, y además sería su oportunidad para que todo el mundo conozca su verdadera motivación para renuciar a tanto dinero.
- Pues eso, que el dinero no me importa. Que teniendo lo suficiente para vivir, el resto no tiene ningún valor...
-¿Puedo publicar ésto?
- ¿Qué supóndría para tí?
- El reconocimiento de mis jefes y la compensación de tantas noches maldurmiendo en el coche.
- Hombre, menos mal que hay alguien que en estos dias no me habla de dinero. Está bien,si tu quieres, por mí lo puedes publicar, pero no veo que pueda esto interesar a nadie...
- ¿Una foto?
- Si te arriegas a que se te rompa la cámara... Por cierto, dáme una tarjeta tuya, es posible que algún dia quiera decir algo y entonces me pondré en contacto contigo... pero, por favor, ese dia no se te ocurra ofrecerme dinero...
Al dia siguiente, por primera vez desde que empezó todo aquello, alguien escribía algo sobre él con respeto, incluso con cariño... Se alegró de haberle autorizado a publicarlo... Era, posiblemente, la primera vez, desde entonces, que se sentía íntimamente satisfecho...
Los hechos se precipitaron. Edmundo, su jefe, le invitó a aceptar una especie de jubilación anticipada. Irian a un despido improcedente por el que le pagarían diez millones de pesetas. Durante los dos años siguientes cobraría el paro y a los sesenta años se podría jubilar con el 60% de la pensión máxima. Calculó que le quedarian unas ciento sesenta mil pesetas al mes.
Durante las siguientes semanas su mujer, su hija y su futuro yerno fueron apareciendo en diversos programas de televisión, por lo que recibieron sus buenos millones, aunque él, la verdad, nunca quedaba demasiado bien parado en las opiniones de los contertulios.
Su mujer, encargó a su socio Saturnino Fernández negociar las condiciones de la separación. Simón no quiso contratar a ningún abogado contra la opinión de su hijo que era el único que se había mantenido a su lado durante esos dias.
La negociación fué demasiado fácil. Simón renunció a todos los bienes gananciales, incluso al dinero que habían ahorrado desde que se casaron. Sólo mantuvo la casa que había heredado de sus abuelos en un pueblecito de Guadalajara y que hacía cinco años que no pisaban por allí, su ordenador, sus discos y sus libros.
Alejandra aceptó no exigirle nada de su pensión ni de los diez millones que recibiría de indemnización por su despido improcedente e insistió que Simón se quedase con el "peugeot" que tanto apreciaba ... desde hacía quince años.
Por su parte, Simón se comprometió a dejar su casa el mismo dia que firmasen ante el juez los papeles de la separación y que como máximo tendría lugar en un plazo no superior a dos meses.
Por la exclusiva del divorcio su futuro yerno y su hija consiguieron veinte millones de la revista "Diez minutos". Su mujer, generosa, había renunciado a su parte para que los niños se pudiesen casar ese mismo año.
Un dia, su amigo el del coche rojo, le abordó cuando salía de casa.
- Mire, Don Simón, como Vd. sabe he montado guardia delante de su casa, dia y noche, desde el primer dia del "acontecimiento". Lo único que he conseguido hasta ahora son varias fotografias de su coche y un par de ellas de usted a través de los cristales. He asistido atónito a todos los manejos de su familia y cómo usted no ha querido responder a los infundios que se han dicho sobre Vd. Estoy autorizado por mi revista a ofrecerle treinta millones de pesetas por unas declaraciones suyas...
- Hijo, tu tampoco has entendido nada. ¿Si renuncié a cincuenta millones que ya tenía en mis manos, por qué iba a aceptar ahora treinta?
- Bueno, la situación es diferente. Ahora Vd. no tiene trabajo, y además sería su oportunidad para que todo el mundo conozca su verdadera motivación para renuciar a tanto dinero.
- Pues eso, que el dinero no me importa. Que teniendo lo suficiente para vivir, el resto no tiene ningún valor...
-¿Puedo publicar ésto?
- ¿Qué supóndría para tí?
- El reconocimiento de mis jefes y la compensación de tantas noches maldurmiendo en el coche.
- Hombre, menos mal que hay alguien que en estos dias no me habla de dinero. Está bien,si tu quieres, por mí lo puedes publicar, pero no veo que pueda esto interesar a nadie...
- ¿Una foto?
- Si te arriegas a que se te rompa la cámara... Por cierto, dáme una tarjeta tuya, es posible que algún dia quiera decir algo y entonces me pondré en contacto contigo... pero, por favor, ese dia no se te ocurra ofrecerme dinero...
Al dia siguiente, por primera vez desde que empezó todo aquello, alguien escribía algo sobre él con respeto, incluso con cariño... Se alegró de haberle autorizado a publicarlo... Era, posiblemente, la primera vez, desde entonces, que se sentía íntimamente satisfecho...
Capítulo Octavo: Retorno al Eden.
Cuando llegó Simón a Fuentelencina, el solar de sus antepasados, en su "flamante" automóvil, todos los vecinos salieron a recibir al nieto del Tio Agustín que desde hacía unos meses se había convertido en una especie de héroe para todos ellos que les recordaban de cuando en los veranos pasaba las vacaciones con sus abuelos.
La noticia de que se iba a instalar en la antigua casa de la plaza, desde hace tanto tiempo deshabitada, llegó unas semanas antes, cuando llegaron unos albañiles con una furgoneta "Obras y Reformas Genil" y acondicionaron en no más de quince dias el viejo caserón. Realmente lo que hicieron fué adecentar dos habitaciones, la salita de estar, la cocina y hacer una limpieza general del resto de los aposentos, las cámaras, los patios y hacer un cuarto de aseo dentro del dormitorio principal que tenía más de treinta metros cuadrados.
Hizo llevar a continuación unos muebles funcionales y los electrodomésticos correspondientes y realmente le quedó una vivienda acogedora que cubría perfectamente todas sus aspiraciones ya que siempre había sido de gustos sencillos y poco exigente.
Entre las obras, mobiliario, decoración, y ajuar doméstico se gastó tres millones y medio. Los seis millones y medio restantes del dinero del despido los puso en una cartilla de ahorro a plazo con la idea de no tocarlo para nada y sólo mantenerlo por si le surgía una enfermedad grave o alguna contingencia imprevisible. Aunque el Director de su Caja de Ahorros le "aconsejó" productos financieros más rentables, fiel a sus principios, siguió demostrando que, para él, realmente el dinero no era importante.
En pocas semanas Simón se convirtió en un referente para todos los vecinos de Fuentelencina. Su caracter afable y sobre todo su disponibilidad para ayudar al que lo necesitaba había conseguido que todo el mundo lo apreciase. Cualquier trámite burocrático, cualquier asunto fiscal, cualquier asunto financiero que pudiese surgir era solucionado por Simón que no aceptaba como pago nada más que las "gracias".
No obstante en su casa nunca faltaban unos tomates recien cortados, una botella de vino de la cosecha local, unas patatas de la tierra o unos huevos frescos de corral.
Habian pasado sólo seis meses y su vida había cambiado tanto...
Había perdido todo contacto con todo lo que redeaba a su vida profesional. Aunque cuando se despidió de los compañeros se prometieron no perder el contacto, cuando decidió trasladarse al pueblo se cuidó muy mucho de no ofrecer a nadie la casa porque su deseo era romper absolutamente con todo lo que representaba de competitividad, materialismo y falta de valores éticos en su vida laboral.
Se había dado de baja de su móvil y no había instalado teléfono en casa. La linea telefónica sólo la utilizaba para la conexión a internet, por lo tanto localizarle era poco más que imposible, si no era a través de su "e mail": ElEremita@yahoo.com. De esta forma quedaba siempre a su decisión el contestar. Además eran muy pocos los que conocían que esa dirección le correspondía a él.
Sólo su hijo se había pasado algún fin de semana a visitarle. En una de esas visitas le informó que Clara Emilia y Ernesto estaban preparando la boda y que pensaban invitarle a ser el padrino.
- Diles que lo siento mucho, que les enviaré un buen regalo pero que "mis muchas ocupaciones" me van a impedir poder acompañarles en ese dia tan importante para ellos.
A su mujer, Alejandra, no la había vuelto a ver desde el dia que firmaron la separación. Cuando pensaba en ella no sentía rencor, ni odio, ni siquiera animadversión... tan sólo indiferencia, era como un leve recuerdo que se perdía en un pasado como muy lejano y carente de sentimientos. No tenía que perdonarle nada, porque no se sentía ya dolido... ya no le podía hacer daño.
En estos seis meses el también había cambiado mucho. Se sentía liberado de todas las ataduras. Se sentía libre. Era consciente de que sabía lo que quería y nada o casi nada podía hacerle daño. Su escala de valores no había cambiado demasiado, pero ahora estaba mucho más clara. Estaba consiguiendo la armonía consigo mismo y con su entorno. La naturaleza y toda la humanidad representada en sus actuales vecinos realmente formaban un todo con su ser. Ahora, realmente, se sentía integrado en el universo, aunque ese universo fuese tan pequeño como Fuentelaencina.
También había cambiado su relación con Dios. El siempre había mantenido una actitud de respeto hacia la religión. Su formación pragmática le había llevado a defender que se podía llegar a Dios desde la razón. Nunca le había costado aceptar todos los dogmas y enseñanzas de la Iglesia Católica. La moral católica conformaba su ética y armonizaba con los pensamientos que le dictaba su razón.
Ahora le estaba ocurriendo algo muy curioso. Esos dogmas, esas verdades, habían empezado a perder contenido e importancia. Dios, para él estaba dejando de ser una idea y un conocimiento para convertirse en una sensación y en una acción de integración con el "todo". En la armonía con la naturaleza también estaba Dios.
No sabía por qué, pero después de muchos años recordó unos versos que José María Pemán ponía en boca de San Francisco Javier en "El divino Impaciente":
"La santidad más eminente es hacer, sencillamente, lo que tenemos que hacer".
Estaba empezando a conocer lo que podía ser la felicidad.
Capítulo Noveno: Organización no gubernamental.
Su vida era muy sencilla. Después de tantos y tantos años de vida rutinaria y programada había decidido dejar de preocuparse por lo que haría el dia siguiente.
Se había dejado la barba. Las canas ya eran mayoría y le daban un aspecto venerable. En cambio procuraba cortarse el pelo muy a menudo con lo que su calva lucía con todo explendor.
Él nunca se había preocupado demasiado de su aspecto. Era su mujer la que siempre se había ocupado de comprarle toda la ropa. Ahora esta carencia se hacía más patente y su aspecto era... llamemosle "poco elegante".
Estaba francamente sorprendido del poco dinero que se necesita realmente para vivir. Sus gastos: El pan, la leche, un poco de carne, que con lo que le regalaban sus vecinos y lo que él cogía del pequeño huertecito que había sembrado en la corraliza de su casa, eran la base de su alimentación. Además la luz, el agua, la linea telefónica y poco más. En resumen: le sobraba mucho dinero del subsidio del paro que ahora cobraba.
Y como el ahorro-previsión no entraba en sus prioridades empezó a socorrer las necesidades que advertía a su alrededor.
Primero fue una silla de ruedas para la Señora Felisa cuya artrosis hacía más de un año que le impedía salir a la puerta de su casa.
Luego un tratamiento para el nieto del Tio Justo, que tenía una enfermedad muy rara y que no cubría la Seguridad Social...
Y el pago del recibo de la luz de la Jesusa, y el adelanto de un plazo del tractor de Cosme, que además de agradecérselo le aseguró que se lo devolvería cuando cogiesen la aceituna, aunque todos sabian que con la aceituna dificilmente tendría para sacar adelante a sus seis hijos...
El caso es que su "fama" se estendió no sólo por el pueblo sino que llegó a los demás pueblos de la comarca, de donde esporádicamente llegaban demandas, todas ellas dignas de ser atendidas.
Aunque sus gastos personales eran mínimos, la verdad es que el subsidio de desempleo tampoco deba para mucho y cuando se dió cuenta ya se había gastado millón y medio de su libreta de plazo y cada vez eran más las demandas que llegaban hasta él.
Se acordó, entonces, de aquello del proverbio chino de enseñar a pescar en vez de dar peces y en colaboración con el Modesto, el alcalde, un chico de treinta años que se había presentado como independiente en las listas del PSOE, empezó a organizar una especie de cooperativa artesanal que llamó "Colectivo Encina de la Fuente" para la fabricación de productos típicos de la región: Desde el queso de oveja a la miel, pasando por la cerámica, la madera tallada, y bordados y encajes que desde la antigüedad habían dado fama a Fuentelaencina y que estaban en riesgo de estinción.
El paso siguiente era su comercialización.
Diseñó su página Web y los cibernautas empezaron a conocer las excelencias de una miel sin igual, de unos quesos curados artesanalmente y de productos únicos que se podian adquirir a unos precios increibles al no haber intermediarios.
Los resultados fueron expectaculares. Toda la producción estaba vendida y en los productos de artesanía incluso había lista de espera. En todas las familias del pueblo entraba un sobresueldo que paliaba la escasa rentabilidad de la agricultura y la ganadería que eran las principales actividades hasta entonces.
Simón tenía que desarrollar una gran actividad, incluso superior, en ocasiones, a la de su época laboral, de cuya experiencia había sacado la infraestructura organizativa del nuevo Colectivo artesanal.
Todos tenian su sueldo menos él. Se había negado a cobrar nada. No lo necesitaba y por lo tanto no lo quería.
Todas estas circunstancias hicieron crecer su fama. Ya no era Simón el nieto del Tio Agustin. Empezaba a ser Simón el Eremita: un santo. Como no podía ser de otra forma, esta fama fué creciendo. Cada día su "E-mail" recibía mas mensajes. Él, fiel a su costumbre, apenas contestaba a ninguno que no estuviese relacionado con la actividad del Colectivo. Pero lo que tenía que pasar, paso: De alguna forma alguien averigüó que Simón "el de los millones" era el mismo que Simón "el Eremita" y la tranquila Fuentelaencina se llenó de reporteros que montaron guardia ante la casa que había sido del Tio Agustín y que ahora era la sede central de un "proyecto productivo" como le gustaba llamar a Simón a su pequeña "Empresa".
Entonces, Simón, sintió que corría el riesgo de perder lo que podía ser la felicidad.
(Mañana publicaré la última entrega.)