MANUEL ALVAR LÓPEZ.
Don Manuel Alvar, filólogo y académico de las Reales Academias Españolas de la Lengua y de la Historia, había nacido en Benicarló, provincia de Castellón el 8 de julio de 1923. Durante toda su vida se dedicó a desentrañar los misterios de nuestra lengua, y alcanzó la excelencia que fue reconocida por infinidad de premios y títulos que recibió en todo el mundo, llegando a presidir la Real Academia de la Lengua.
Un día pasó por Chinchón y quiso vivir aquí para el resto de su vida y pidió descansar aquí, también, para la eternidad.
El 25 de noviembre de 1989 fue nombrado hijo adoptivo de Chinchón, y en el discurso que pronunció ese día nos dejó, con palabras que sólo él era capaz de escribir, el por qué, un dialectólogo, como le gustaba llamarse, había escogido Chinchón, para quedarse:
"El dialectólogo que vio estas tierras desde el azul del cielo, ahora se ha acostumbrado a mirar el cielo desde la hondura de la tierra, cuando el relente aún no ha dejado el reposo de la hoja, ni el humo empieza a denunciar la vida, ni el gañido de los perros se amortigua. Viendo las rayas blancas marcando el azul transparente, la vida del dialectólogo se hace más larga porque sabe que vivir es amar a todas estas cosas que, acaso, a los demás no dicen nada y que aquí le permiten vivir, con sus amigos, con sus libros y, lo que importa más, consigo mismo".
El Ayuntamiento de Chinchón dio su nombre a la nueva Casa de Cultura que se hizo frente al Monasterio de las Madres clarisas, en lo que fue el matadero municipal.
Murió en Madrid, el día 13 de agosto de 2001 y descansa en Chinchón. Cumpliendo sus deseos, su familia ha donado su extraordinaria biblioteca al pueblo de Madrid, para que sirva de base para la investigación lingüística española, a la que él contribuyó de forma decisiva.
Un día pasó por Chinchón y quiso vivir aquí para el resto de su vida y pidió descansar aquí, también, para la eternidad.
El 25 de noviembre de 1989 fue nombrado hijo adoptivo de Chinchón, y en el discurso que pronunció ese día nos dejó, con palabras que sólo él era capaz de escribir, el por qué, un dialectólogo, como le gustaba llamarse, había escogido Chinchón, para quedarse:
"El dialectólogo que vio estas tierras desde el azul del cielo, ahora se ha acostumbrado a mirar el cielo desde la hondura de la tierra, cuando el relente aún no ha dejado el reposo de la hoja, ni el humo empieza a denunciar la vida, ni el gañido de los perros se amortigua. Viendo las rayas blancas marcando el azul transparente, la vida del dialectólogo se hace más larga porque sabe que vivir es amar a todas estas cosas que, acaso, a los demás no dicen nada y que aquí le permiten vivir, con sus amigos, con sus libros y, lo que importa más, consigo mismo".
El Ayuntamiento de Chinchón dio su nombre a la nueva Casa de Cultura que se hizo frente al Monasterio de las Madres clarisas, en lo que fue el matadero municipal.
Murió en Madrid, el día 13 de agosto de 2001 y descansa en Chinchón. Cumpliendo sus deseos, su familia ha donado su extraordinaria biblioteca al pueblo de Madrid, para que sirva de base para la investigación lingüística española, a la que él contribuyó de forma decisiva.