Posiblemente, cuando nacemos, tenemos grabada en nuestro ADN la hoja de ruta que va a marcar inexorablemente el resto de nuestras vidas. Eso que pomposamente las religiones llaman predestinación.
No cabe duda que el lugar donde nacemos, la época, la familia, los genes, la raza, la educación, la formación y la posición social van a ser condicionamientos que van a influir en esa hoja de ruta que irá guiando nuestros pasos. Pero hay algo más. Dos individuos nacidos en la misma familia, solo con unos años de diferencia, pueden tener destinos muy diferentes, siendo el resto de circunstancias muy similares.
El que una persona se cruce en tu camino en un momento dado, puede trastocar esa hoja de ruta. Un accidente, una enfermedad, un encuentro aparentemente casual, puede ser el detonante de cambios trascendentales en tu vida. Y eso puede ser una casualidad, un guiño del destino, un capricho del azar, la suerte, una coincidencia... la verdad es que posiblemente nunca lo lleguemos a saber.
Lógicamente, los creyentes están seguros que es la voluntad divina la que va a marcar nuestra vida, y algunos como Calvino, allá en el siglo XVI, hasta se atrevían a predicar la doctrina de la predestinación, según la cual el ser humano está predestinado de antemano a condenarse o salvarse. Pero también se atrevía a decir que “Si a uno le “va bien” en la vida, si sus negocios son prósperos, es virtuoso y vive con austeridad, es seguro que se salva. En cambio si uno solo tiene desgracias en esta vida, seguro que está condenado”, y de poco iban a valer sus actos para conseguir la salvación.
Pero ya digo que esto es desde un punto de vista religioso; de tejas para abajo, hay que admitir que aunque la suerte, la casualidad, el azar y los caprichitos del destino, van a influir en nuestras vidas, también el esfuerzo personal, la voluntad, el entusiasmo, el optimismo, el sacrificio, el inconformismo, la perseverancia, el tesón y nuestra actitud, pueden modificar en uno u otro sentido la hoja de ruta que inicialmente podría estar escrita en el ADN de nuestro nacimiento.
Al final, sin duda, nuestra inicial hoja de ruta puede que se parezca muy poco al “curriculum vitae” que podamos presentar cuando todo termine.
Pero, sin embargo, no hay que olvidarse de que esas “circunstancias” de las que hablábamos al principio, como la posición social, la raza, la educación y la formación, son elementos fundamentales para el desarrollo de las personas y que son los que habrá que tratar a igualar para que todos podamos poner en práctica nuestra voluntad, nuestro esfuerzo y nuestro deseo de superación.
Después, no vendrá mal que alguien nos pueda echar una mano en el momento oportuno, que estemos atentos a las oportunidades que se nos presenten, que alguna vez llame la suerte a nuestra puerta, y que estemos atentos para subirnos al tren; porque no es frecuente que pase dos veces a nuestro lado.
Hemos visto muchos ejemplos de personas que han logrado el éxito en sus vidas, superando las dificultades que les planteaba su origen, aunque no podemos determinar cuántos de los que lograron triunfar en la vida lo hubieran logrado de haber nacido sin los privilegios de su nacimiento.