jueves, 8 de octubre de 2020

RELATOS PARA MAYORES VI

Y este es el Segundo de los relatos presentados en el año 2014, titulado

EL REGRESO.

Cuando ella regresó, yo ya no estaba allí. 

Anduve perdido mucho tiempo corriendo por entre penas y ansiedades hasta que se me secaron las lágrimas que no me había dado tiempo a derramar, mientras el tren me llevaba de una estación a otra, con la esperanza vaga y desesperada de volverla a encontrar. 

De ella nunca supe nada. Desde que se marchó, parecía que se había volatilizado en el aire y solo me quedaba su recuerdo en las viejas fotografías que seguían colgadas en las paredes desoladas de mi alma. Paredes que iban cayéndose en desconchones de humedad y de tristeza y que pedían a gritos una mano de pintura o, al menos, una impregnación del optimismo que un día compré en una tienda de drogas al por mayor y que almacenaba en mi alacena en espera de que llegaran tiempos mejores. 

Y eso después de tantos y tantos años de felicidad. Nos conocimos cuando aún nuestras mentes eran vírgenes y nuestros cuerpos resplandecían de juventud y del amor alegre que solo nace entre amantes inocentes. Aunque todos nos habían advertido que lo nuestro no tenía futuro, nosotros cerramos nuestros oídos a los malos presagios y solo escuchábamos los cantos de sirena que a diario entonaban nuestros corazones. 

Con su cebolla y mi pan caminamos juntos y ninguno de los dos sentíamos el hambre de la necesidad porque nuestros espíritus se sustentaban solo de promesas etéreas y de las sensaciones que nuestros sentidos nos iban descubriendo en el lento recorrido por nuestros cuerpos que despertaban día a día al conocimiento de unas nuevas experiencias que ninguno de los dos había soñado que pudieran existir.

Y nuestros espíritus fueron perdiendo su virginidad y nuestros cuerpos se acostumbraron a las caricias que poco a poco se iban mecanizando, hasta que mis besos perdieron el calor y en sus ojos se fue apagando la luz.  

Y ella pensó que así ya no podía vivir. Una madrugada, cuando entre la bruma de la montaña se desperezaban los todavía fríos rayos del sol, ella desapareció de mi casa y de mi vida. Ni una nota garrapateada en una hoja de cuaderno, ni una palabra antes, que pudiese presagiar su adiós definitivo del día siguiente. Nada. Quizás una mirada de soslayo que se escapó de sus ojos o el rictus de melancolía que se deslizó por sus labios, pero que yo, ayer, no supe interpretar. Y yo dormí esa noche envuelto en las redes de la monotonía y en el limbo de la rutina en que se había convertido nuestra otrora ilusionada convivencia. Después el lecho ya frío y las sábanas apenas sin arrugas que en un principio no parecían decirme nada. Luego faltó el olor a pan tostado y a café humeante; el sonido de su cantar y el sonar saltarín de sus pasos que apenas si parecían tocar el suelo. Y después sólo silencio. Luego incertidumbre, desconcierto, incredulidad. Al final, una dolorosa sensación de culpabilidad y desesperación. Nadie había visto nada. No faltaba nada y de su mesilla de noche solo había desaparecido la cinta de su pelo, pero había dejado el anillo que yo la regalé aquel primer aniversario cuando todavía la pasión se podía adivinar en la mirada de sus ojos.



Y pasaron días, horas de angustia, minutos y segundos que parecían eternos y esperanzados de sus noticias que nunca llegaron. Meses después, mi largo peregrinaje por tierras desconocidas y lugares lúgubres sin noticias suyas. Ni una carta, ni una llamada, ni un mensaje, nada. Sólo una vez alguien me dijo haberla visto paseando por una playa entre olas de espuma y olor a salitre. Cuando yo llegué, ella ya no estaba allí ni nadie supo darme noticias de su estancia junto al mar.

Y poco a poco el tiempo fue borrando de mi memoria su pelo y su figura. Sus ojos se fueron apagando y sus manos se iban desvaneciendo como diciendo adiós camino del horizonte. Sus labios habían perdido la color y el olor de su cuerpo se había ido escapando por las rendijas de mi memoria. Sólo quedaba su olvido desdibujado entre las hojas de un diario que encontré camuflado en los papeles del escritorio y que ella abandonó cuando ya nuestro amor había dejado de ser importante para ella. 

Con el tiempo perdí toda esperanza y cuando mi vida dejó de tener sentido, convine que era hora de morir. 

Años después, cuando ella añorando tiempos pasados decidió regresar, yo ya no estaba aquí.

miércoles, 7 de octubre de 2020

RELATOS PARA MAYORES V

Al año siguiente; en 2014, animado por el éxito de los años anteriores, me volví a presentar al concurso con dos relatos, aunque ninguno de ellos fue seleccionado como finalista. Este primero, al que guardo un especial cariño, lo titulé 





EL CIELO DE LAS AMAPOLAS

"Yo nací en un prado, a finales de un mes de abril en el que las lluvias habian llegado con anticipación. Recuerdo muy poco de mis primeros días de existencia. Tan solo que eran mis vecinas unas flores de pequeños pétalos blancos y un corazón redondo de color amarillo, que creo recordar que las llamaban margaritas. Justo a mi lado crecían un pequeño cardo, que era muy agradable en su trato pero poco delicado en las distancias cortas, y una pequeña espiga de trigo, que había madurado muy deprisa y estaba demasiado espigada para su edad. A nuestro alrededor, corrían a diario unos niños muy grandes que resultaban peligrosísimos porque al menor descuido te podían aplastar y dejabas de existir.

Y ese fue mi primer trauma infantil. Aunque nadie me lo advirtió, pronto llegué a la conclusión de lo pasajero de mi existencia. Eran tantos los peligros que me acechaban, que ya era difícil subsistir un solo día, y llegar a un mes sólo se podía conseguir si el destino te había rodeado de peñascos o de ortigas, a las que nadie quería acercarse. Y aún, si lograbas sobrevivir, la esperanza de vida no sobrepasaba, apenas, unos pocos meses.

Como digo, ese mes de abril en que nací, había sido lluvioso casi en de- masía y unido a que los vientos habían soplado con generosidad el mes anterior, llegamos a un mes de mayo exuberante en el que los colores de las plantas ponían el marco adecuado para escuchar los sonidos de la primavera, con los gorjeos de los jilgueros, el silbo aflautado de los mirlos, el grito estridente de los vencejos o el trisar chillón de las golondrinas. Pero todo entonces, era efímero; bello, sugerente, y entrañable, pero de- masiado breve. Nadie podía asegurar que cuando el sol apareciese detrás de las montañas alguno de nosotros seguiría viviendo.

Yo me quejé a un olmo cercano. Él era sabio y tenía más experiencia de la vida porque Yo le pregunté si había también un cielo para los olmos, y otros para las margaritas y para las espigas de trigo, y para las azucenas, que había oído que eran unas flores preciosas; incluso también para los cardos, las ortigas y para esos niños tan grandes que todos los días estaban a punto de aplastarnos. También debería haber, pensé, un cielo para las hormigas, y para las luciérnagas que nos iluminaban por la noche, y para las abejas que traian y llevaban nuestro polen y hacían una miel riquísima, y para los gusa- nos, los colibríes, los gorriones y los murciélagos, aunque a mí no me gustaban porque se parecían demasiado a los ratones... Pero me dijo que no; que sólo era para las amapolas. Porque las amapolas somos flores sen- cillas, sin pretensiones ni aires de grandeza.

Allí en nuestro cielo, me contó el viejo olmo, viviríamos para siempre, y el rojo color de nuestros pétalos se mantendría para siempre brillante y lozano, como ahora luce entre las margaritas, las correhuelas de color rosa, las amarillas estrellas de mar, las flores del camino con su precioso color malva, las candeleras, los dientes de león a quienes el viento hacen volar sus vilanos como pequeños paracaídas blancos, y las demás floreci- llas silvestres que viven a mi alrededor y que, como yo soy aún demasiado joven, no he logrado aprender sus nombres.

No me lo llegué a creer del todo. Era demasiado bonito y no era justo. Yo pensaba que las margaritas, que también eran flores sencillas, y todas las demás, aunque no conociera su nombre, también deberían tener un cielo, aunque estuviese aún más lejos del horizonte donde se esconde el sol.

Debo confesar que lo de que no hubiese cielo para los gusanos y para los murciélagos no me pareció mal del todo, pero no podía quitarme de la cabeza que mis amigas las margaritas, las de corazón amarillo y pétalos blancos, no tuviesen también un cielo como el nuestro y llegué a pensar que podríamos hacerlas un sitio para compartir con ellas nuestro propio cielo...

Aquella noche, antes de dormirnos, el viejo olmo me aseguró que vendría alguna vez a visitarme al cielo de las amapolas y esa noche soñé con estrellas relucientes y hasta me pareció que la luna se acostó a mi lado hasta que el sol vino a despertarnos cuando amaneció la aurora..."


Yo conocí a la amapola ya en los últimos días de su vida, debió ser a mediados de agosto. Estaba en un búcaro de cristal, junto con otras flores silvestres que había recogido mi nieta, y que mi hija había puesto en la mesa del cuartito de estar, junto a la ventana del patio.

Me llamó la atención su vivacidad en comparación con las demás, que ya se las veía demasiado ajadas y algo tristes. Yo me cuidaba de cambiar el agua del florero donde ponía un trocito de aspirina, y con el paso de los días, llegamos a hacernos amigos. Una tarde, mientras todos dormían la siesta, ella me contó su vida.

Cuando todas las flores murieron, yo sabía que mi amapola estaría llegando a su cielo, al cielo de las amapolas; que está más allá del horizonte, hacia donde corre el sol al caer de la tarde y donde vive la luna, esperando que llegue la noche para salir a dar su paseo de todos los días.

Un cielo que debe estar muy cerca del cielo de los viejos, al que no tardaré en llegar, y aprovecharé para ir a visitar, ya sin achaques, a mi amiga la amapola que aún conservará ese color rojo brillante de sus pétalos y seguro que me recibe alborozada, porque llegamos a hacernos muy buenos amigos en esas tediosas horas de la sobremesa de los calurosos días de finales del agosto, mientras todos los demás dormían la siesta.

martes, 6 de octubre de 2020

GUITARRA ESPAÑOLA EN EL MOLINO DEL MANTO.





Debido a las circunstancias especiales producidas por el COVID-19, este año no habrá concierto abierto al público, pero sí emitiremos en STREAMING la actuación del Niño Joséle, junto a “El Trío” : Benavent-Di Geraldo-Pardo desde el salón del Molino del Manto.

 

Será el próximo jueves 8 de octubre a las 20:00.

 

Esperamos que disfrutéis desde vuestras casas.


¡¡¡ Viva la Buena Música  ¡¡¡

domingo, 4 de octubre de 2020

RELATOS PARA MAYORES IV

Y por segundo año consecutivo fue seleccionado otro relato mío, que también obtuvo un accésit.


Su título:




EL HOMBRE QUE OLVIDÓ SU NOMBRE


"Hacía ya tiempo que la niebla del olvido iba descendiendo por las estribaciones de mi mente, desdibujando recuerdos y velando realidades; por eso no os podría decir, a ciencia cierta, cuando ocurrió.

Pudo ser aquella mañana del mes de junio, cuando me despertó una tenue ráfaga de viento que se coló por las rendijas de la vieja ventana de mi alcoba. Me desperecé después de apartar la sábana que me había echado encima cuando empecé a sentir el relente del amanecer. 

Aquella mañana, no sabía por qué, me vino a la mente una palabra de esas que nunca se usan: "binza". No, no era pinza, ni pizca, ni bizca, ni bizna,  era "binza" y no sabía su significado. 

-"Binza"... "binza"... 

Nada, que no podía recordar qué podía ser "binza".

Aunque por aquello del fastidioso vértigo, tenía que levantarme poco a poco, aquella mañana me tiré literalmente de la cama y me fui directo al diccionario.

- "Ba"... "be"... "bi"... "biberón"... 

Casi se me cayó el diccionario de las manos... faltaban muchas palabras... eran como si se hubiesen borrado... como si alguien lo hubiese sacudido y muchas palabras se hubiesen caído del libro, tintineando en el suelo como pequeñas cuentas de cristal.

Y se me olvidó la palabra. No era bizca, no. Ni pinza, ni pizca... Era... no; ya no me acordaba. 

Pensé que debía ser que todavía no había tomado el café y yo, de siempre, no había sido nadie sin desayunar. 

Entré en la rutina diaria de la tostada untada con un diente de ajo y un chorrito de aceite, de la loncha de jamón York en una rebanada de pan de molde, porque mis dientes ya no podían con la corteza del pan candeal, y del tazón de leche engañada con un poco de achicoria en que se había convertido, con los años, el tradicional café con leche.

Mientras desayunaba en la cocina no paraba de dar vueltas a la cabeza... no era pizca... ni pinza... Ni por esas, que no podía recordar la maldita palabra. 

Aunque yo lo decía hacer la cama, la realidad es que me limité a estirar las sábanas y la colcha, porque ya no podía agacharme para remeter la ropa, que sólo ofrecía un aspecto presentable los viernes cuando venía la asistenta. 

Un aseo rápido - ese día más- y me vestí para salir a dar el paseo matutino y comprar el pan. Pero antes cogí de nuevo el diccionario. Efectivamente se habían perdido muchas palabras. Estaban la mayoría, las que se usan normalmente... "Alba", "ayuda", "baile", "casa", incluso estaba "diptongo" que hacía mucho tiempo que no escuchaba; pero habían desaparecido todas esas palabras tan raras que nadie dice y que casi nadie sabe su significado, las que a mí me gustaba llamar palabras dinosaurio.

No sabía interpretar lo que ocurría y pensé que podía estar pasando lo mismo en los otros libros. Me fui al Quijote y allí también se habían caído bastantes palabras. Ojeé algunas páginas y de vez en vez había espacios en blanco: "El resto de ella concluían.............. de ............. , calzas de ................ para las fiestas, con sus ............. de lo mismo, y los días de entre semana se honraba con su.............. de lo más fino". Leí, empezando a asustarme. 

Lo bueno que tiene el síndrome del inicio del alzhéimer es que todo se me olvida muy pronto y cuando volví de la calle, puse la tele para no ver cómo se despellejaban en las tertulias, porque yo nunca veo la televisión, aunque la tenga siempre encendida. Es mi única compañía.

A la mañana siguiente me vino a la mente "albahaca" y cuando fui al diccionario se habían perdido todas las palabras con raíz árabe. 

Unos días después fueron los anglicismos y luego los toponímicos. 

En el diccionario y en los libros había, cada vez, más espacios en blanco que avanzaban inexorables. Me parecía ver unos grandes osos polares devorando salmones, con escamas de letras, que intentaban, en vano, nadar contra corriente.

Ya eran muy pocas las frases que estaban completas; posiblemente sólo "mi mamá me mima", "amo a mi mamá" y "Con cien cañones por banda", que era la única poesía que había aprendido de pequeño. 

Me llegué a obsesionar con las palabras que iban desapareciendo de los libros, pero no podía contárselo a nadie. 

A pesar del buen tiempo apenas si ya salía a la calle y pasaba horas y horas asomado a la ventana hasta que la silueta del castillo se diluía en el azul cada vez más oscuro del horizonte. 

Entonces empezaban a encenderse las estrellas, y me entretenía  en contar las que jugaban al escondite, las que tiritaban de calor y se me humedecían los ojos, emocionado, cuando veía las estrellas fugaces, porque pensaba que se iban a pasear con sus amigos por la vía láctea; luego me acostaba y muchas noches olvidaba apagar la televisión.

Otros días me gustaba recordar cuando, siendo aún niño, aparecía el arco iris y las gotas de lluvia me caían sobre la cara y el sol anunciaba que llegaba la bonanza. 

También solía pasar horas acariciando ese pétalo que se había caído de la rosa que moría temblorosa en el vaso lleno de agua con una pizca de aspirina. 

En los días de frío, cuando no era tan viejo, me entretenía en cazar besos perdidos entre los dedos de los niños y los coleccionaba con cuidado para que no se marchitasen. Llegué a tener más de doscientos y hasta los ponía nombre. Uno lo llamé "lulú" y otro "copito"; al último le puse "luciérnaga", porque era de una niña con luz en los ojos; pero el que más me gusta es "pimpollo", porque fue el primero que me tiró mi nieta, hace ya mucho tiempo, cuando todavía no sabía decir mi nombre. 

Una mañana, a la semana siguiente, vi que había perdido las palabras esdrújulas y en poco más de un mes, no me quedaban palabras con más de cuatro letras. 

Tenía "luz", "niño", "amor", "pan", pero ya no estaba "mariposa", ni "pájaro", ni "amapola", aunque todavía me quedaba "flor". Claro que no me importaba, porque las palabras que se habían caído de los libros yo las había olvidado. 

Ya no sabía que significaba "dolor", ni "recuerdo", ni "esposa", y unos días después, tampoco "hijo"; porque sólo me quedaron las palabras de dos letras.

Por eso, sólo decía "yo" cuando los médicos me preguntaron mi nombre. Y es que "Zósimo" fue una de las primeras palabras que olvidé, porque era esdrújula, porque hacía mucho tiempo que nadie me llamaba y porque en la tele nunca se oía un nombre tan raro.

Cuando mis hijos entraron en casa para hacer la testamentaría, todos los libros tenían las páginas en blanco, aunque ellos no se enteraron porque sólo buscaban las cartillas de la Caja de Ahorros".


Nota: Para que no tengáis que buscarlo, “binza” es la capa o película exterior de la cebolla. Dios tendría que haber dotado, también, a los hombres de una binza protectora

sábado, 3 de octubre de 2020

RELATOS PARA MAYORES III


Al año siguiente, en 2013, volví a presentar otros relatos al Concurso de relatos para mayores de La Caixa y RNE, este primero fue el que no fue seleccionado. Lo titulé:





¡AY, MI SOLEDAD!


Cuando mis dedos se vistieron de terciopelo llené de caricias sus pensamientos, hasta que se paró el tiempo porque los relojes anunciaron que él se había marchado.

Entonces, el viejo dolor de penas ya casi olvidadas se aposentó en mi vida; los suspiros tornasolados por lunas plateadas se adueñaron de mi existencia y los sinsabores de fresa y de hierbabuena me acompañaban en un errar cansino por caminos que iban a ninguna parte.

Así la conocí. Alguien me la presentó y la invité a mi casa donde, antes de que yo me diese cuenta, se quedó de okupa en el desván de mi memoria. Allí nos veíamos; yo solía subir por aquella escalera de caracol con peldaños de ansiedad, para hacernos compañía. Ella me esperaba a oscuras cuando el sol salía de excursión por las tierras del sur y los fantasmas de sombras opacas se asomaban a las ventanas. A veces, soñábamos con esferas luminosas, con fríos globos multicolores, con jardines que olían a buganvillas en sazón a la caída de la tarde. Cuando soñábamos con olas rizadas y barcos de pequeñas velas azules y blancas, yo casi me olvidaba de ella; pero todos los días volvía el alba con sus despertares grises y apagados.

Pasamos las horas muertas cuidando y dando cuerda a mis relojes. Había muchos y era imposible que todos marcasen la misma hora. Algunos eran grandes, los que medían el tiempo de los acontecimientos importantes: el tiempo del amor y los tiempos del desamor, porque siempre son más duraderas las épocas en que nuestro corazón pena suspirando por otros tiempos felices. Otros relojes, los pequeños, sólo señalaban los hechos triviales: la hora del trabajo, de la siesta o, como mucho, de las tertulias alrededor del brasero. Medio escondido, estaba también el viejo reloj de cuco, con su péndulo dorado, que esperaba paciente a que la parca le diese cuerda para marcar la hora exacta de la muerte.

De pequeña, me dijeron que las agujas de ese reloj siempre giraban al revés y que cuando empezaba a andar ya no se detenía hasta la hora fijada por el destino. Muchas veces había estado tentada de ponerle yo misma en marcha, pero ella nunca me dejó. ¡Pobre Soledad! Llegamos a ser casi felices.

Siempre fue una amiga fiel; al principio ella me esperaba paciente en casa sin apenas hacerme reproches si algún día llegaba tarde. Después se empeño en venir conmigo, al trabajo, de paseo, al mercado, incluso a las fiestas que me invitaban; fue una sensación nueva: estar con Soledad en compañía.

Tuve que dejar a todos los amigos; también a los conocidos. Distancié las visitas a la familia para quedarme sola con mi Soledad. Su presencia se iba haciendo agobiante de día en día. Ya ni podía trabajar, estaba obsesionada con llegar a casa para estar a solas con ella. La nuestra era una relación etérea, casi lésbica, absorbente y exclusiva que no dejaba lugar para nadie más. No lo podía soportar, pero la soledad es así, lo quiere todo para ella y nunca se lo perdoné. Y ella también me dejó.

Entonces vi, entre complacida y aterrada, cómo el péndulo dorado del reloj de cuco iniciaba un lento balanceo y que sus agujas, no sé si movidas por la desesperación, por la ansiedad o por el hastío, habían comenzado su lento desandar hacia el ocaso luminoso que se empezaba a vislumbrar en el horizonte.

Me había quedado sola, sola sin nadie; sin amigos, sin compañeros, sin familia, sin trabajo, sin marido y sin hijos; sola sin Soledad, sola sin esperanza; sólo, sola.

viernes, 2 de octubre de 2020

HA MUERTO DON LUIS ALONSO




El pasado miércoles día 30 de septiembre falleció en Madrid, afectado por el covid19, D. Luis Alonso Garcia que fue ordenado sacerdote en el año 1970 y en ese mismo año fue nombrado coadjutor de la parroquia de Chinchón. 

Después fue coadjutor en la Parroquia de Santa Eugenia y actualmente era sacerdote colaborador de la Parroquia Santa Teresa y Santa Isabel.

Desde aquí un cariñoso recuerdo de sus años que pasó entre nosotros. 

Descanse en Paz.


jueves, 1 de octubre de 2020

HALLAZGO DE UN TESORO ARTÍSTICO EN CHINCHÓN

La Guardia Civil recupera un torreón de alabastro del siglo XV perdido en la catedral de Alcalá en 1936.

Información de Madridiario.es


Q


La Guardia Civil, a través de los canales que tiene activos de colaboración ciudadana, ha recuperado a principios de este mes de septiembre un importante fragmento que forma parte delsepulcro del Arzobispo de Toledo, Alonso Carrillo de Acuña, cuando se acaban de cumplir 84 años de su destrucción parcial al inicio de la Guerra Civil.


Se trata de un torreón almenadode los cuatro que conforman cada una de las esquinas del sepulcro. Presenta una decoración vegetal, de tracería y letras góticas, que forman parte de una inscripción que recorre toda la banda superior de la tumba.

Atribuido al Maestro Sebastián de Toledo, el sepulcro fue realizado entre 1482 y 1489 para la iglesia del convento de Santa María de Jesús en Alcalá de Henares. Fue trasladado en el siglo XIX a la Iglesia Magistral de Alcalá de Henares y en el año 1936 quedó destrozado en los primeros días de la Guerra Civil.

A raíz de la emisión de un programa de televisión en el que se recopilan algunas operaciones policiales relacionadas con el Patrimonio Histórico de nuestro país y en el que está participando la Guardia Civil, un ciudadano creyó reconocer parte del sepulcro ahora recuperado, cuando veía las imágenes pertenecientes al capítulo donde se reproducía la 'Operación Templanza', desarrollada por la Sección de Patrimonio Histórico de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil en el año 2017 y que culminó con la localización y recuperación de los relieves de 'La Templanza' y 'La Prudencia' de este mismo sepulcro.

Este ciudadano aportó al Obispado de Alcalá de Henares información sobre la localización exacta de lo que él creía que pudiera tratarse de una parte del sepulcro.

Según su testimonio, la pieza se encontraba encastrada a media altura en la esquina de la fachada en una finca agrícola madrileña, adquirida por unos conocidos suyos hace varios años y cuya propiedad está ahora en manos de la Fundación 





Colaboración entre instituciones

Tras realizar una primera visita a la finca a finales de agosto, los agentes pudieron identificar sin ninguna duda que el relieve de alabastro era una de las esquinas del sepulcro del Arzobispo Carrillo, que se consideraba perdida o destruida en 1936.

Comprobada la titularidad de la finca agrícola, los agentes se pusieron en contacto con la Fundación Montemadrid, quienes desconocían que ese fragmento se encontrara en una finca de su propiedad, toda vez que el uso de la finca está cedido a la Comunidad de Madrid comocentro de servicios socialesdesde el momento de su adquisición, hace más de 30 años, y la asociación que desarrolla su actividad en la finca desconocía el verdadero origen de esta pieza tan singular.

Ante la falta de seguridad y protección en la que se encontraba la pieza, a pesar de que probablemente llevara allí más de 40 años, la Guardia Civil puso en contacto a las instituciones implicadas en su recuperación, quienes no dudaron en poner a disposición de los agentes todos los permisos, medios humanos y materiales para llevar a cabo la obra que permitió extraer la pieza de la pared, con los medios facilitados por la Diócesis de Alcalá (operarios, arquitecto y conservadora), la supervisión de otra conservadora-restauradora especialista en materiales pétreos del Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE), y la autorización y compromiso con el patrimonio cultural de la Fundación Montemadrid.





El relieve, ahora en depósito,será integrado en el futuro en el sepulcro, después de que se materialicen los trabajos de restauración.


Nota: La finca está en el término municipal de Chinchón y antiguamente era conocida como “El Batán” y fue propiedad del Dr. D. Armando Muñoz Calero.

miércoles, 30 de septiembre de 2020

RELATOS PARA MAYORES II



En el año 2012 presente también otro relato, puesto que las bases contemplaban la posibilidad de presentar dos relatos por participante. Era el primer año en que me presentaba y presente este relato por ser diferente, ya que desconocía el criterio del jurado. Y fue una sorpresa para mi que fuese seleccionado como finalista y después se le concedió un accésit. 

Era el relato:





EL ENDOCARPIO DORADO.

(CUENTO SURREALISTA)


Andaba yo contando hormigas, sentado en los arcenes del mar, cuando mis padres decidieron que aún era tiempo de aprender y que a mis años no podía ir por ahí, despilfarrando alegremente mi vida. De nada valieron mis protestas ni mis argumentos. De nada valió mi excelente currículum profesional ni que contase con el aval de una bien ganada jubilación. Al día siguiente, mi nieto pequeño me acompañó hasta la puerta del colegio donde esperaba el profesor que era un enano melancólico, con tirabuzones en el pelo y subido en unos zancos de madera que le daban una cierta prestancia y autoridad. A mí me habían puesto el uniforme de coracero austriaco, aunque ya me quedaba un poco estrecho y algo corto de mangas. Como era el primer día de clase nos fueron colocando en los pupitres y a mi lado sentaron a un señor de Puertollano que, de pequeño, emigró con su familia a Nueva York, donde fue fabricante de pelotas de ping-pong, hasta que se arruinó en la recesión de los años veinte; entonces se dedicó a salteador de caminos, oficio que le proporcionó un cierto renombre y unos cuantiosos beneficios que aún hoy le permiten vivir holgadamente a pesar de no tener pensión de la Seguridad Social. 

El director que también era enano pero que medía cerca de dos metros y medio, nos recalcó la importancia de atender las explicaciones del maestro que nos serían de gran provecho para el día de ayer. Nos puso como tarea, para esa mañana, aprendernos los reyes godos por orden alfabético y sacar los primeros quinientos treinta y seis decimales del número “PI” y nos dijo que si alguno tenía tiempo, podía entretenerse memorizando los afluentes del río Amazonas con el nombre de los hechiceros de los pueblos de la vertiente austral. 

Justo detrás de mí, se había sentado una niña con trenzas de macarrones rizados y lazos de bizcocho de soletilla que no paraba de darme toquecitos en el hombro derecho. Yo, al principio, no me atrevía a volverme por si me veía el enano que continuaba subido en sus zancos mientras se atusaba los tirabuzones; después pensé que yo le debía gustar porque cada vez era mayor su insistencia, luego supe que sólo quería una de las hombreras de mi casaca de coracero, que era de color escarlata y estaba bordada con hilitos de oro que parecían espaguetis dorados. 

El que fabricó pelotas de ping-pong en Nueva York, como estaba acostumbrado a infringir la ley, nos invito a la niña de las trenzas y a mí a escaparnos de la escuela cuando saliésemos al recreo. Cogimos uno de los camellos que siempre merodean por la puerta de los colegios y nos dirigimos a un pequeño bosquecillo de saúcos que estaba a las afueras del campo. Como aquel era año bisiesto y se habían disuelto las cortes para celebrar nuevas elecciones,  las nubes se habían declarado en huelga y la floración del saúco venía con retraso por lo que apenas si pude encontrar alguna sayuguina blanca para regalársela a la niña de las trenzas que ya se había hecho mi novia. 

El salteador de caminos, sin disimular sus celos, dijo que había encontrado para ella una preciosa nuez moscada con endocarpio dorado y los cotiledones de oro y chocolate, lo que suponía un asombroso portento; porque ya se sabe que la nuez suele tener un endocarpio duro, pardusco, rugoso y dividido en dos mitades simétricas, que encierra dos cotiledones gruesos, comestibles y oleaginosos, pero nunca hasta ahora se había visto un endocarpio dorado y muchísimo menos con unos cotiledones de chocolate y bañados en oro de dieciocho quilates.

Ella, en tanto yo buscaba la flor blanca del saúco, que solamente los más eruditos saben que se llama sayuguina, se conformó con la nuez de endocarpio dorado, que había encontrado el emigrante manchego y después de darle las gracias, la colocó en la hombrera que yo le había regalado y que ahora, puesta boca arriba, parecía un tálamo nupcial. 

Nuestra aventura terminó pronto porque un escuadrón de lechuzas, montadas en patinetes de andar por casa, nos descubrió y no tardaron en avisar por telepatía sin hilos, al enano gigante que hizo sonar la sirena de la escuela y mandó al cuerpo nacional de buscadores de causas perdidas para que nos diesen alcance. 

Nosotros nos escondimos debajo una de las mitades del endocarpio hasta que pasaron de largo nuestros perseguidores, y  sin perder más tiempo, regresamos en un tiovivo que tenía elefantes con los colmillos de mazapán, unicornios cojitrancos, naves espaciales con el fuselaje de caramelo y un coche de bomberos tirado por una reata de llamas amaestradas. 

Afortunadamente, llegamos al colegio antes de que mi nieto fuese a recogerme, por lo que mis padres nunca llegaron a enterarse de mi travesura, y están maravillados de que a mis años demuestre tanto interés por aprender y no me tengan que despertar por las mañanas para ir a la escuela donde, ellos no lo saben, me espera la niña que me pidió la hombrera de mi casaca y que todas las mañanas me invita a desayunar lazos de bizcocho de soletilla, que están deliciosos.  

martes, 29 de septiembre de 2020

BANDERAS CONTRA EL COVID-19.






La Asociación Nacional de Víctimas y Afectados por Coronavirus ha llenado un parque de Madrid de banderitas de España, (han dicho que van a poner 50.000), que me figuro que dentro de unos días tendrán que recoger los servicios de limpieza del Ayuntamiento para que no pongan todo el parque en perdición y hecho un basurero.

No se quienes son los miembros de esa Asociación, ni se si todos sus miembros han sido afectados por el coronavirus; yo si fui afectado y no pertenezco a la misma ni he sido invitado a pertenecer; pero lo que tampoco se es qué pretenden con eso de las banderitas y si piensan que llenando de papeles de colores un parque de Madrid van a acabar con la pandemia. Tampoco se cuanto han costado las banderitas, pero digo yo, si ese dinero lo hubieran donado para hacer pruebas PCR u otras acciones similares, podrían haber sido más eficaces.

Y es que hay mucho tonto y descerebrado suelto por ahí, que confunde la velocidad con el tocino y piensa que eso del patriotismo, como ellos lo entienden, o sea con banderas y “Arribas España” es la solución, en vez de potenciar la sanidad y seguir las instrucciones de los que saben de esto.

Pienso que es una iniciativa inútil y sin sentido, una medida que solo se puede comparar con la inutilidad y el sin sentido de los que la han ideado.

Que es lo que pretendían con esta iniciativa? Sin duda, llamar la atención y que se hablase de ellos, aunque fuese mal; y como podéis ver, yo he caído en la trampa.

Si embargo, lo que quiero dejar claro es que yo, que fui afectado por el Covid-19, no soy de esa Asociación.

lunes, 28 de septiembre de 2020

RELATOS PARA MAYORES I

El próximo día 22 de Octubre tendrá lugar la entrega de premios de la XII Edición del Concurso de relatos para mayores, convocado por La Caixa y RNE, en la que he sido seleccionado entre los quince finalistas, con un microrrelato titulado “La huida”

Es la cuarta ocasión en la que he llegado a la final, habiendo conseguido un accésit en dos ocasiones.

He pensado que podía volver a publicar todos los relatos que he presentado durante los 6 años que he participado en este concurso. Es posible que alguno los pidáis conocer, pero espero que paséis un rato agradable.

Comienzo con el relato del año 2012, que no fue seleccionado. Se titula:






UN ENCUENTRO INSÓLITO.


A ciertas edades aumenta la presión arterial sistólica y hay que procurar no sobresaltarse con nada. Os voy a contar lo que me pasó.

Cuando me levanté aquella mañana hacía un día espléndido. Era primavera, los cielos se habían pintado con unas irreales nubes esponjosas como si se estuviera preparando el telón de fondo para un decorado naif, los árboles susurraban al compás de una brisa silenciosa y las flores de los jardines parecían dibujadas por las manos caprichosas de un pintor primitivista.

Dije a mi mujer que me apetecía dar un paseo y sin saber cómo estaba en la línea uno del metro con dirección a Sol. Puede ser que mi subconsciente me hubiese llevado allí por las noticias que todas las cadenas de televisión estaban dando desde hacía unos días. La Puerta del Sol de Madrid estaba ocupada por el movimiento 15M.

Salí frente a la calle Carretas, no circulaban los taxis ni los autobuses. La calzada y parte de las aceras estaban tomadas por una marabunta de personajes extraños y poco habituales por allí. No estaban ni los paletos, ni los emigrantes, ni las busconas de siempre; en su lugar, mucho melenudo, mucho hippy, varios jóvenes con megáfonos recomendando orden y respeto y algún que otro “perroflauta” con la vigilancia distante de las fuerzas de orden público. Circulando por el poco espacio que había libre en las aceras, mucho curioso, algunos turistas haciendo fotos y los reporteros de las televisiones preparando alguna entrevista.

Cuando llegué al monumento del oso y el madroño, me llamó pero, al principio, no le conocí.

-¡Eh, Benito! ¿No me conoces? ¡Soy Sigerico... sí, el del instituto! Sinceramente no me acordaba de su cara, pero lo de Sigerico me hizo recordar.

Habíamos coincidido en los dos últimos cursos, y después le perdí el rastro.

Luego, creo que coincidimos en una reunión de antiguos alumnos. -Pero, coño, Sigerico. ¡Cuánto tiempo sin verte!

- Sí, es que me morí hace tres años.

- Chico, pues no sabes lo que lo siento. No me había enterado...

 - No tiene importancia. Es que como me morí en verano, mi familia no quiso avisar a nadie para no fastidiar las vacaciones, y aunque salí en el obituario del País, no se enteró casi nadie.

Yo, la verdad, no tenía mucha experiencia en eso de encontrarme con amigos muertos, por lo que me quedé un poco parado. Él, que debía estar acostumbrado a esta clase de encuentros, no se ofendió. Yo para salir del paso, le dije que estaba ligeramente pálido, y que había notado algo raro en su aspecto.

- Sí, claro, es que este cuerpo no es de carne; es de una mezcla de látex y poliéster... mira, ¡toca, toca...!

A mí me daba un poco de reparo tocarle, pero para no importunarle, le toqué en el brazo, y efectivamente, el tacto era como cuando se toca una pierna ortopédica, aunque un poco más blanda, se veía que era un poliéster de buena calidad.

- Hay que tener cuidado, porque es muy inflamable, pero se va a gusto en él.

- Yo, Sigerico, le confesé, no había coincidido con nadie que hubiese muerto, y ahora que te tengo a ti, me gustaría hacerte algunas preguntas... - No te cortes, Benito, para eso estamos...

- ¿Y qué tal te va por..."allí"...?

- ¿Pues qué quieres que te diga...? Un poco decepcionado. (Hizo una pausa, como para darse importancia, y continuó) Yo había oído, como me figuro que tú, lo del cielo y lo del infierno... Pues nada. Todo, mentira. Aquello es mucho más prosaico y más aburrido. Es como una especie de campo de fútbol inmenso, con techo, en el que las almas planeamos a nuestro antojo. Como no hay cuerpos, allí hay espacio suficiente para todos. Sólo hay que procurar no tropezar con los despistados, porque hay algunos que van como locos, y luego pasa lo que pasa. Lo del techo es para que nadie se escape sin permiso, y es que lo de las salidas, allí está muy serio.

- ¿Y este cuerpo?

- No, este cuerpo es sólo para salir. Tardan unos dos años en hacértelo y entonces, una vez al mes puedes volver al mundo, a darte una vuelta. A donde quieras. Yo ya he estado en Estambul, en El Cairo, en Nueva York, el mes pasado estuve en Tokio, y el mes que viene tengo pensado darme una vuelta por Benidorm, que con el buen tiempo ya estará muy animado. Hoy he venido a Madrid porque esto del 15 M no veas lo que está dando que hablar por allí.

- ¿Y puedes ir donde quieras? Le corté yo.

- Donde quiera, donde quiera, no. No puedo visitar a mis familiares y amigos íntimos por aquello de que podría darles un susto de muerte. A los conovidos como tú, sí; aunque te aconsejo que no se lo digas a nadie, más que nada, para que no piensen que estás loco...

- ¿Y qué haces durante el resto del tiempo?

- Pues allí se vive mucho de los recuerdos. Cuando llegas te dan una especie de “iPad” en el que está grabada tu vida, con todo lujo de detalles. Puedes ver a tus padres, la primera comunión, el colegio, el instituto... Por eso te he reconocido enseguida, es que el otro día estuvo repasando esos años...También suelo ver con frecuencia cuando empecé con mi primera novia... en fin, todo. Pero si te soy sincero, es un poco aburrido...

¿Y de la actualidad, estáis al corriente?

- Sí, por supuesto. Podemos ver todos los canales del televisión del mundo; cuando te mueres ya entiendes todos los idiomas, eso sinceramente, es una ventaja. Además tenemos un canal privado en el que podemos ver a nuestra familia...

- ¿Eso sí que es una buena cosa, no?

- ¿Pues qué quieres que te diga? En principio, sí. He conocido a mis dos nietos que son una preciosidad, pero... ¿Tu conociste a mi Mari Pili? Sí, mi mujer... Pues un putón. No pasaron ni dos meses y ya estaba liada con el vecino... Que me digo yo, si tardó tan poco en acostarse con él, a lo mejor ya estaban liados cuando yo vivía... Pero eso aún no lo he logrado averiguar, a pesar de haber revisado detenidamente en el video todos los encuentros que tuvimos con él antes de morirme... ¡La muy guarra le mete en mi propia cama y tiene la desfachatez de asegurar que él lo hace mejor que yo!

-Lo que tienes que hacer, le dije yo, es olvidarte de ella de una vez, que por lo que me dices, no te merece. ¿Y allí no tienes ningún ligue?

- Hombre, lo que nosotros entendíamos por ligue, no. Allí es distinto; como no hay cuerpos, eso de los sexos tiene menos importancia. Tú sabes que yo siempre fui muy machote y algo mujeriego, pues ahora estoy colado por el alma de un chico de Lugo que es simpatiquísimo y cuenta unos dichos de su tierra que te partes de risa. En cambio para salir, me suele acompañar una jovencita de Burdeos que tiene un cuerpo de infarto, aunque sea de poliéster, claro. Hoy no ha venido porque ha ido a darse una vuelta por París porque siente añoranza. A ver si la próxima vez coincidimos y te la presento.

- Oye, dije yo, y hay muchos como tú por aquí.

- Muchísimos... aquel del sombrero de cuadros que está saludando a la señora gorda con el vestido de flores, es de allí. Yo le conozco porque solemos coincidir cuando me doy una vuelta por Madrid... Y la señorita que se está tomando una coca cola en aquel bar... y el señor con bigote y gafas negras... en fin, muchos... Y eso que sólo podemos salir una vez al mes, que si no, esto se pondría imposible...

Yo me sentía un poco nervioso hablando con Sigerico, porque uno es muy mirado y pensaba que si me veía algún conocido, cómo le iba a explicar que mi amigo del instituto realmente estaba muerto.

- No te preocupes, me dijo Sigerico, que como ya sólo era espíritu podía leer el pensamiento; si esto de hablar con los muertos es muy corriente. No te digo más que hasta hay clubs privados en los que se reúnen para contar los contactos que consiguen. Porque, si tienes un poco de experiencia, es muy fácil reconocernos. Fíjate bien, el pelo es sintético, la dentadura es demasiado perfecta, el color de la piel no está totalmente conseguido, y si además nos tocas, ya no hay ninguna duda. Yo procuro no montar en metro, porque en alguna ocasión he sentido que me palpaban y estoy seguro que era alguno que quería comprobar si era de los muertos.

Me tuve que despedir porque había prometido a mi mujer que volvería pronto, y como no está acostumbrada a mis salidas, se preocupa mucho si me retraso.

Nos despedimos. Yo no sabía si darle un abrazo o estrecharle la mano. Él se adelantó y me abrazó efusivamente.

-No veas lo que me he alegrado de charlar un rato contigo; ha sido muy agradable recordar los tiempos juveniles... A ver si volvemos a coincidir... - Adiós, Sigerico, yo también me he alegrado mucho de verte.

No se lo había contado a nadie, hasta hoy.

domingo, 27 de septiembre de 2020

CONCURSO LITERARIO ENRIQUE SEGOVIA ROCABERTI 2020



Ayer sábado día 26 de septiembre tuvo lugar en la Biblioteca de Chinchón, la entrega virtual de premios de la VIII edición del Concurso Literario Enrique Segovia Rocaberti en su modalidad de “Recuerdos y Vivencias”. 

El ganador ha sido Raúl Clavero Blázquez (Madrid) y el finalista, Jesús Jiménez Reinaldo (Rivas Vaciamadrid)

También han tenido mención las participantes Carmen de la Caridad Tejedor Gozález (Cuba) y Marisol Sáez Asensio (Chinchón)


Podéis acceder a este enlace para tener más información y leer los trabajos ganadores:


https://www.bibliotecaspublicas.es/chinchon/Asociacion/Certamen.html




ESTAS SON LAS ÚLTIMAS ENTRADAS

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¡TIENES MUCHAS HORAS DE LECTURA Y ENTRETENIMIENTO!

¡¡¡Y PRÓXIMAMENTE, MÁS!!!

MIS EDICIONES MUSICALES

MIS EDICIONES MUSICALES
SENTIRES. Canta Mª Antonia Moya. Edición remasterizada. 2012. Incluye las canciones siguientes:

AVE MARIA

AVE MARIA
De Schubert. Canta María Antonia Moya, acompañada por el Maestro Alcérreca. 2011. Para escucharlo, pinchar en la image.

LA TARARA

LA TARARA
Canta Maria Antonia Moya. Si quieres escuchar la canción, pincha en la imagen

LOS PELEGRINITOS

LOS PELEGRINITOS
La canción de Lorca, cantada por María Antonia Moya, con imágenes de Lucena (Córdoba) Para escuchar la canción pincha en la imagen.

EN EL CAFÉ DE CHINITAS

EN EL CAFÉ DE CHINITAS
La copla de Lorca, cantada por María Antonia Moya, acompañada a la guitarra por Fernando Miguelañez. 1986. Para escuchar la canción, pinchar en la imagen

VERDE, QUE TE QUIERO VERDE

VERDE, QUE TE QUIERO VERDE
Maria Antonia Moya canta el Romance Sonámbulo de Federico García Lorca. Puedes escucharlo pinchando la imagen.

LOS CUATRO MULEROS.

LOS CUATRO MULEROS.
Canta: María Antonia Moya. 1986.Para escucharlo,pinchar en la imagen.

PERFIDIA

PERFIDIA
Canta Maria Antonia Moya, acompañada a la guitarra por Fernando Miguelañez. Año 1986. Para escuchar la canción, pincha en la imagen.

PASODOBLE DE CHINCHÓN

PASODOBLE DE CHINCHÓN
Letra: L.Lezama - Música: Palazón. Canta: María Antonia Moya. 1987Puedes escucharlo pinchando en la imagen

MIS LIBROS DE FICCIÓN. EL AMARGO SABOR DE LAS ROSAS.

MIS LIBROS DE FICCIÓN. EL AMARGO SABOR DE LAS ROSAS.
"El amargo sabor de las rosas" Novela. Marzo de 2017

MIS QUERIDOS FANTASMAS

MIS QUERIDOS FANTASMAS
ENERO 2020. RELATOS Y CUENTOS..PRÓXIMA EDICIÓN

HISTORIAS IMPOSIBLES

HISTORIAS IMPOSIBLES
ENERO 2020. PRÓXIMA EDICION.

SUI GENERIS

SUI GENERIS
ENERO 2020. PRÓXIMA EDICIÓN

LA BODA

LA BODA
"La boda" 1996 -2001. Inédito.Para leer el cuento, pincha en la imagen

ANDANZAS Y SENTIRES

ANDANZAS Y SENTIRES
"Andanzas y sentires" 2003. Inédito. Para leer el libro, pinchar en la imagen,

EL CIELO DE LAS AMAPOLAS

EL CIELO DE LAS AMAPOLAS
nueva edición 2022

CUENTOS DE OTOÑO

CUENTOS DE OTOÑO
Cuentos de Otoño. 2006. Si quieres leer los cuentos, pulsa en la imagen.

LUZ DEL CIELO Y OTROS RELATOS CON NOSTALGIA

LUZ DEL CIELO Y OTROS RELATOS CON NOSTALGIA
“Luz del Cielo” y otros relatos con nostalgia. 2019. Proximamente en este blog

CUENTOS DE CAFÉ CON LECHE

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Cuentos de café con leche. Pinchar en la imagen para leer los cuentos.

CUENTOS AMORALES

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"Cuentos amorales" 2005. Inédito. Para leer los cuentos, pincha en la imagen

LOS CUENTOS DEL ABUELO

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Próximamente en este blog.

TRABAJOS FORZADOS

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Recopilación de 44 relatos escritos para el taller literario.2007-2012. Para leer los relatos pinchar en la portada.

LOS VELOS DE LA MEMORIA I. HISTORIA DEL SOLAR

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"Los velos de la memoria". Historia del Solar. Edición restringida de 95 ejemplares. Se presentó el 10.1. 2010.

LOS VELOS DE LA MEMORIA II. EL AMO.

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Los Velos de la Memoria II. El Amo. Edición digital. 2012.

DÉJAME QUE TE CUENTE....

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"Déjame que te cuente"... 2013. Recopilación. Para leerlo, pinchar en la portada del libro.

LOS VELOS DE LA MEMORIA III LA HEREDERA

LOS VELOS DE LA MEMORIA III LA HEREDERA
LOS VELOS DE LA MEMORIA III. La Heredera..AÑO 2014.

HISTORIAS DE INTRIGA PARA DORMIR LA SIESTA

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2013.Recopilación de relatos. Para leerlos, pincha en la portada

PAISAJES CON FIGURA

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2013. Recopilación. Para leer los relatos, pinchar en la portada

MIS LIBROS DE ENSAYO. LA OPINIÓN DEL EREMITA

MIS LIBROS DE ENSAYO. LA OPINIÓN DEL EREMITA
LA OPINIÓN DEL EREMITA. Recopilación. 2008-2013. Para leer los trabajos, pinchar en la portada.

LA OPINIÓN DEL EREMITA 2º TOMO

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Segunda entrega. Próximamente en este blog.

MIS OBRAS DE TEATRO.

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Un ramito de Violetas. Para leerlo, pulsar en la portada.

MIS LIBROS DE POESÍAS.

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MIS LIBROS DE VIAJES

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Los viajes del Eremita.Volumen I. 2016.

LOS VIAJES DEL EREMITA VOLUMEN II

LOS VIAJES DEL EREMITA VOLUMEN II
VOLUMEN II. LOS VIAJES DEL EREMITA.

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LOS VIAJES DEL EREMITA. VOLUMEN III
Los viajes del Eremita. 2016.

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LOS VIAJES DEL EREMITA. VOLUMEN IV
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EL CATÁLOGO DE MI PINTURA.

EL CATÁLOGO DE MI PINTURA.
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FOTOGRAFÍA: ESPAÑA,UN MOSAICO DE IMÁGENES.

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FOTOGRAFÍA: CHINCHÓN EN DUOTONO.

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FOTOGRAFÍA: ACORTANDO DISTNACIA

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FOTOGRAFÍA: FLORES Y PLANTAS

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LAS RECOMENDACIONES DEL EREMITA: CHINCHÓN MONUMENTAL.

LAS RECOMENDACIONES DEL EREMITA: CHINCHÓN MONUMENTAL.
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Museo Etnológico LA POSADA DEL ARCO

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