Cuando entras en el Museo Etnológico “La Posada” en Chinchón, lo primero que te encuentras es un Niño Jesús Triunfante, (también llamado Niño de la bola). Tiene en su mano izquierda una bola del mundo. La mano derecha se encuentra en actitud de bendecir. Apoya su peso sobre la pierna derecha. Es obra barroca, el Niño está desnudo y se encuentra en posición movida, denominado “en posición de baile”, presentando una anatomía excesivamente musculosa. Su vientre es grande y la curva inguinal muy marcada. Posee cabeza con cabello rapado, frente ancha, cara oblonda, cejas alargadas y finas, ojos expresivos de cristal, nariz recta y boca rosada de labios delgados y mejillas con tono rosáceo. Las rodillas se ven muy trabajadas lo mismo que la espalda. Se apoya en una peana cuadrangular de madera. Por las características artísticas e iconográficas, es obra en madera policromada del siglo XVII.
Es posiblemente la obra más importante del museo, que con gran amor y dedicación han logrado reunir Manuela Nieto y su marido Isidoro Olivar.
El museo se encuentra a escasos cien metros de la plaza mayor de Chinchón, en el nùmero cinco de la calle de Morata, en lo que fue la posada de los Carrasco.
A mediados del siglo XIX, Manuel Carrasco y su esposa Paula Ruiz regentaban ya esta posada a la que acudían los arrieros, los tratantes de ganado, los mieleros de la Alcarria, los feriantes y los que tenian que acudir a solucionar cualquier asunto administrativo, que para eso Chinchón era cabeza de partido.
La casa tenía la estructura típica de una venta manchega. Las cuadras, los corrales, las trojes, las cámaras y los pajares conformaban las edificaciones alrededor de un patio cuadrado, rodeado por soportales en donde se aparcaban los carros de los arrieros para protegerlos de las lluvias y los hielos del invierno y de los tórridos soles del verano de Chinchón.
Por todo ello, no sería aventurado deducir que este caserón se construyó para este fin, y bien podría haber pasado por aquí don Miguel de Cervantes, camino de Alcalá de Henares, y no hace falta demasiada imaginación para atreverse a ubicar en este patio al "Caballero de la Triste Figura" velando sus armas junto al pozo, a la luz de la luna, apoyado en una de las columnas, la noche anterior a ser armado caballero por el ventero.
Antes de entrar al museo se puede admirar este patio que se mantiene en el mismo estado de entonces.
Y los promotores han tenido el buen gusto y el acierto de conservar esta extructura y allí hacer una recreación de lo que era una casa de labranza a principios del siglo XX.
En esta fotografía, tomada a principios de los años cincuenta del siglo pasado, vemos el mismo rincón del patio, con los niños que vivían en la casa, junto a la fuente y el pozo, de donde se suministraban el agua fresca, para poner las bebidas en verano.
Vamos a encontrar una cocina con el fogón bajo y un gran caldero de cobre con todos los utensilios que entonces se utilizaban. Un cuarto de estar, con su banca de madera y la mesa a cuyo alrededor se reunía la familia para jugar a la lotería en las frías y largas noches de los inviernos. El dormitorio con su cama de matrimonio de barrotes negros y adornos de latón dorado, en el que podemos ver el palanganero, el armario de luna y un gran baúl donde se guardaba la ropa. Allí están los trajes típicos del pueblo, los de diario y los de las fiestas, que entonces se usaban también como traje de boda.
Luego encontramos los aperos de labranza, las cuadras con los pesebres y el rodillo de piedra que se utilizaba para allanar las eras para la trilla y el carro que era el principal medio de transporte de la época.
También han reunido los utensilios propios de las industrias más significativas de Chinchón, como son los alambiques para la fabricación del aguardiente anisado, que tanta fama ha dado al pueblo, las prensas de los lagares para hacer el vino y las zafras y el molino para morturar la aceituna.
También han recogido un telar en los que se hacían las alfombras de nudo español, que durante los años sesenta y setenta del siglo pasado ocupó a la mayoría de las jóvenes de Chinchón.
Cuando vengas a Chinchón, no tienes que perderte este viaje por el pasado, no demasiado lejano pero entrañable y sugestivo, que te va a enseñar, aunque ahora nos pueda parecer mentira, lo que era la vida cotidiana en Chinchón, allá en los inicios del siglo XX.
Fotografías: M.carrasco.M