Capítulo III - Con las amigas de ella.
Mati casi no durmió aquella noche. A las siete de la mañana se cansó de estar en la cama y se levantó. Después de una ducha rápida dedicó más tiempo de lo normal a su "decoración" facial. Ella se veía bien. Aunque su Pepito le repetía todos los dias que era preciosa y tenía los ojos más bonitos del mundo, ella en el fondo pensaba que no era para tanto, pero aquella mañana estaba más predispuesta a creerselo. Cerró los ojos y pensó que estaba maquillandose para salir hacia la Iglesia el día de su boda...
- ¿ Qué pasa, guapa, es que piensas quedarte ahí todo el día ?
La desagradable voz de su hermano Pedro la sacó de su ensimismamiento, se dió los últimos retoques con el rimel y se dirigió a la cocina donde su madre ya le había preparado una taza con café humeante y dos galletas integrales con mantequilla sin calorias y mermelada sin azucar... porque a Mati, realmente, le sobraban algunos kilos... Vamos a ser sinceros: Mati estaba gorda.
Margarita se esforzaba en prepararle comidas para conservar la linea, pero su falta de voluntad, quizás aumentada por el hecho de ser la niña pequeña, y su desmedida afición a los dulces, le perdían.
- Mamá, he decidido que en este año voy a perder diez kilos.
Cuando llegó a la oficina estaba radiante; tanto que Rafa Torres, el contable, que era más bien basto y no perdía ocasión para tirar los tejos, por si acaso, a cualquier mujer que se le puediese acercar, le dijo su piropo preferido:
¡Tia buena, tia "to", que estás más buena y más "to" que un saco de hierba !
- Vamos, Rafita, no te pases. Pero, en el fondo, eso le engordó más que el desayuno.
Ringg... ringgg... ringg...
- Eduexport, dígame...
- ¿ Mati ?, soy Carmencita. He oido tu mensaje ¿ sabes ? y no me puedo creer lo que he oido, ¿es verdad que te casas? Dime, ¿cuando? Debes estar super, supercontenta... (Cuando Carmencita Miguelañez hablaba por teléfono, no había quien la cortase) ¿Cómo has logrado convencer a Pepito? Yo, ¿sabes? estoy entusiasmada. Tenemos que quedar, ¿me entiendes? Si te parece hoy nos vemos en el Corte Inglés después del trabajo. Pero, ¡cuentame! ¿cuando es la boda?..
En los breves segundo que Carmencita necesitó para respirar, Mati le dió la fecha de la boda y aceptó la cita para la tarde.
Una de las aficiones de Mati era ir de escaparates, aunque no tuviese que comprar nada; así que en estas circunstancias, cuando salió de la oficina, y aunque aún faltaban un par de horas para encontrarse con su amiga, se fue directamente al Corte Inglés de Goya.
Empezó en la planta sótano, por la Sección Hogar. Nunca se había fijado demasiado en eso del menaje pero ahora iba descubriendo la cantidad de cacharros que podían hacer falta en la cocina. Se paró ante los electrodomésticos y después de escuchar las explicaciones de la Srta.Pilar, que le atendió muy amablemente, decidió que compraría una vitrocerámica, un horno con microondas en columna, un lavabajillas de los que se pueden usar con una sóla bandeja, un frigorífico con autodescongelador sistema "no fros", una lavadora con ordenador para lavados con agua fria y secado optativo, un robot de cocina con el que no era necesario saber cocinar - ¡ eso sí que era un invento ! - para hacer los platos más exquisitos, una Super-vaporetta con plancha incorporada con la que se podían limpiar los baños, la cocina, lás lámparas del salón y hasta limpiar la moqueta del dormitorio, con el mínimo esfuerzo, y además ahora estaban de oferta y te regalaban un abrelatas a pilas, con tres años de garantia y una báscula que insulta cuando aumentas de peso...
En ese momento también decidió que iba a ir al Instituto " You Boddy", del que le habian contado maravillas y unos resultados espectaculares. Por medio de unas vendas impregnadas en sustancias vegetales a una temperatura de ocho grados se consigue reducir en 75 sesiones por lo menos quince centímetros de perímetro y veinte kilos de peso, siempre, claro está, que sigas un cuidadoso régimen alimenticio, impuesto bajo extricto control médico, que consiste en no comer nada de lo que te gusta y hacer todos los dias unas tablas progresivas de ejercicios después de la comida y de la cena.
¡Cómo iba a estar ella con esos veinte kilos menos y con este camisón transparente que ahora tenía en sus manos! Había llegado a la Sección de lencería. Le enseñaron lo último que se había recibido de Italia. Había unas braguitas sin costuras y con un encaje especial de un tejido elástico que hacían reducir , por lo menos, un par de tallas. Lo más "in" para el juego de novia era un conjunto de sujetador, braguitas, camisón y salto de cama, todo a juego, de fibra comestible. Lo tenian en negro, rojo y blanco, era una preciosidad, pero resultaba un poco caro, teniendo en cuenta que sólo era un aperitivo...
Como se le estaba haciendo tarde y seguro que Carmencita ya la esperaba, dejó la Sección de Muebles, la de ropa de cama y mesa, etc. etc., para dias sucesivos y se dirigió a la Cafeteria, donde había quedado con su amiga del alma.
Tal como había pensado, Carmencita Miguelañez, estaba sentada en una mesa, esperándola. Tenía veintiseis años y se conocian desde el Colegio. Había estudiado periodismo y mientras le salía trabajo en lo suyo ayudaba, por las mañanas, a una amiga de su madre en una joyería. Ahora estaba libre, pero coleccionaba novios. Si no le fallaban las cuentas habian sido ya siete, sin contar, claro está, a su vecino Crispinito, cuando tenía diez años, ni a Pablo, su compañero de pupitre en el Instituto. Físicamente era todo lo contrario que Mati; esbelta, larga melena rubia, bastante "pechonalidad" y además consciente de todo ello. Si tarda su amiga unos minutos más, queda para esa noche con el de la mesa de al lado que se acercó para encenderla el cigarrillo cuando ella revolvía el bolso para "encontrar" el encendedor.
Mati se pidió un café con leche y unas tortitas con nata y caramelo, después de asegurar que eran lás últimas porque mañana empezaba el régimen. Las dos amigas se quitaban la palabra de la boca y tenían que esperar a que a la otra le faltase el aire para intervenir ella.
Mati le contó lo ilusionada que estaba con que, por fín, Pepito se hubiese decidido a fijar la fecha de la boda. Que había llegado a tener recelos de sus intenciones cuando después de siete años de relaciones nunca se decidía a dar ese paso. Que su Pepito era un buen partido, porque era hijo sólo y sus suegros tenían que estar forrados, aunque fuesen un poco horteras. Que estaba segura que iban a ser muy felices y que cuando se casasen, él ya no saldría, como hacía ahora, por las noches con sus amigos. Que estaba dispuesta a adelgazar y a que su madre le diese unas lecciones prácticas de cocina porque él estaba muy mal acostumbrado por su mamá, que le daba todos los caprichos...
Carmencita le dijo lo mucho que se alegraba, que la enviaba la suerte que había tenido en encontrar un novio para toda la vida... no como ella, que ninguno de los que le habían gustado duraba más de seis meses, que, seguro, el próximo iba a ser el definitivo, que ahora había conocido a un chico que trabajaba en Tele Madrid, que prometía mucho y que, además, iba a presentarle al director de informativos, que la encontraba radiante de felicidad... aunque cada dos o tres palabras metía un "¿me entiendes?" o un "¿sabes?"
Después de hora y media y haberse tomado otras tortitas entre las dos - éstas sí que eran las últimas - se despidieron, aunque no creo que se hubiesen enterado muy bien de lo que habían dicho cada una de ellas. Es posible que la clave de su amistad estuviese en que no necesitaban escucharse y las dos hacían como si les interesase la otra...