A mediados del pasado mes de octubre, con unos amigos, visitamos Galicia. Eran días luctuosos, cuando el fuego había arrasado parte del bosque gallego. Cientos de incendios, posiblemente provocados o, seguramente, favorecidos por el cambio climático, habían dejado su marca negra de hollín, a lo largo de las carreteras de Galicia.
Unos días después, posiblemente eclipsado por el incendio político catalán, ya casi nadie se acuerda de esta catástrofe.
Robles, castaños, avellanos o alisos pueblan los principales bosques gallegos, pero, desgraciadamente, van camino de la extinción. En los últimos 50 años el bosque autóctono gallego se ha recortado en un 20% perdiéndose con él buena parte de la biodiversidad que alberga. Los científicos creen que la reducción de bosque autóctono en las fragas es extrapolable para todo el territorio gallego, aunque en la comunidad la cifra del 20% aún podría ser más elevada.
Sin embargo, una tarde de ese otoño atípico, fuimos de paseo por uno de esos bosques, que acompaña en el discurrir del río Miño a su paso por tierras de Orense, y con la inigualable colaboración de la luz solar, pude captar estos preciosos paisajes, que bien podrían ser sacados de los cuadros de los pintores flamencos.
Son todas las fotografías que ilustran este reportaje.