Sería una terapia recomendable ver durante una semana seguida ese canal de televisión con el que nunca estás de acuerdo por sus ideas políticas y renunciar a los que normalmente visitas a diario.
Cuando te has acostumbrado a ver unas cadenas (o escuchar unas emisoras) de forma habitual, llegas a compartir sus bromas, reír sus gracias y asumir sus postulados. Sin embargo, cuando escuchas lo que dicen las que no frecuentas, lo que allí escuchas te parecen barbaridades y salidas de tono inaceptables.
Lo que ocurre es que te has vacunado. Ya se sabe que la vacuna consiste en ir recibiendo minúsculas dosis de un virus para que tu sistema inmunitario pueda combatirlo, de forma que tu organismo quede a salvo de su ataque.
Cuando te quieres dar cuenta, todo lo que has escuchado lo has ido asimilando y tu intelecto ha metabolizado sus contenidos, que pasan irremediablemente al flujo de tu pensamiento.
Claro que también ocurre que solo queremos escuchar lo que a nosotros nos conviene. Podríamos estar de acuerdo, en teoría, con las propuestas de los contrarios, pero nunca las aceptaremos si eso va en contra de nuestros intereses y, sobre todo, de nuestros bolsillos.
Por eso es tan difícil que alguien cambie de opinión, y por eso es inútil que haya unas nuevas elecciones, porque los resultados se van a parecer demasiado a los de los últimos comicios; por eso no son comprensibles los esfuerzos de algunos partidos para forzarlos, porque la mayoría, por lo que se puede ver, no está dispuesto a cambiar su voto... yo desde luego, no.
Y tú tampoco, ¿verdad?