Estaba a punto de iniciarse la guerra civil. Era a finales del mes de febrero y en Chinchón se celebraron los últimos carnavales de antes de la guerra.
En el Salón del Liceo se organizó, como entonces era costumbre, un gran baile de máscaras. El precio de la entrada: 60 céntimos (De peseta, claro).
Esta es la entrada que se ha encontrado mi amiga Teresa y que ha querido compartirla con todos nosotros, en la que se lee: CARNAVALES 1936, Entrada general 60 céntimos. La entrada está impresa por L.(Laurentino) Montes de Chinchón.
Cuando he recibido por correo esta entrada, me he acordado de lo que escribí en el libro “La Cocina tradicional en Chinchón” recordando los Carnavales:
“Cuando nombramos los carnavales se nos viene a la mente dos características. La primera, la máscara; la segunda, la copla satírica. No se puede entender los carnavales sin máscaras, sin disfraces que oculten la verdadera personalidad. Era la oportunidad de poder hacer, bajo la máscara, lo que no te atrevías con la cara descubierta; pero esa máscara también permitía la crítica mordaz amparada en el anonimato de las "chirigotas", las "murgas" y las "comparsas".
Esta fotografía es muy posterior, pero podemos recordar a los músicos que acompañaban a los quintos en el día en que se tallaban cuando eran llamados a filas.
Es evidente que no existe una tradición de los carnavales en Chinchón. Nos cuentan que, aunque hubo período de tiempo de una mayor permisividad, siempre estuvo mal vista la costumbre de disfrazarse, comentan que por los desmanes que se cometían amparados en el anonimato; además, en la zona centro, nunca logró enraizar el Carnaval con el carácter más sobrio de los castellanos viejos.
Pero el otro aspecto del carnaval, el satírico, sí caló hondo en nuestro pueblo y fue asumido por los jóvenes que eran llamados a quintas. Aunque no estaban amparados por un disfraz, sí conseguían el anonimato dentro del grupo y así se atrevían a satirizar a las personas y a las costumbres. Muchas veces eran diatribas mordaces hacia los poderes fácticos, otras, la crítica social, el descubrimiento de un turbio asunto, incluso el ataque frontal a un enemigo, pero todo salpicado de ingenio en sencillos versos octosílabos con rima en los versos pares.
Debió ser de tal importancia esta costumbre que cuando se hace la jota de Chinchón, se incluyen varias estrofas dedicadas a los quintos; la primera que encabeza este capítulo y las dos siguientes, que son un ejemplo claro de lo comentado anteriormente, ya que se ridiculiza a los "señoritos" y a una moza que debía se algo ligera de cascos:
La farola de mi pueblo
se está muriendo de risa
por ver a los señoritos
con corbata y sin camisa.
En Chinchón hay una moza
que se tiene por formal
y en la Puerta de la Villa
ha perdido el delantal.
Gracias a Teresa por habernos brindado la oportunidad de recordar loa carnavales de Chinchón.