El Señor Mas lo inició. Después el Señor Urkullu se dio enseguida cuenta de la jugada, y se apuntó también a lo de la soberanía. Luego también vio la jugada el gobierno y se unió a la fiesta. Y todos, los avisados y los incautos caímos en la trampa.
Don Artur Mas, lo tenía difícil para dar explicaciones medianamente convincentes de su fracaso en la gestión de la crisis y de su labor de gobierno durante la última legislatura, y pensó que lo de la soberanía, el himno y el estado catalán podían servir de señuelo para taparlo todo. Él sabe que lo de la independencia es una solemne tontería y para más “inri” es inviable, pero había que dar carnaza al pueblo, porque lo del Madrid-Barça no daba para mucho más. Y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y que se había convocado una manifestación para protestar por la situación económica, mueve sutilmente los hilos para convertirla en una manifestación reivindicativa de la soberanía catalana. Y pican el anzuelo.
Poco después, fue don Ïñigo el que, viendo el alboroto catalán, se apunta a lo del estado vasco y así no tiene que prometer en la campaña cosas que sabe que no va a cumplir...
Y mientras tanto, el gobierno se da cuenta de que eso es un chollo. Manda al señor Wert, que eso se le da muy bien, a que diga la patochada de “españolizar” a los niños catalanes y ya está el lío armado y ¡hala! a discutir si la nación española data de 3000 años, si Escocia era un reino, si los moros sólo pasaron por aquí dándose un paseo y a desempolvar las viejas historias de buenos y malos, de vencedores y vencidos y de guerras y batallitas.
Y de la enseñanza, de la sanidad, de los recortes, de los parados y de todo lo que de verdad importa, se deja aparcado por una temporadita, mientras da juego las ocurrencias del señor Mas.
Por favor, que ya somos mayorcitos, parece mentira que nos dejemos cegar por el viejo truco de las cortinas de humo.