El poder siempre ha utilizado cortinas de humo para entretener a la pleve. Cuando el pueblo romano empezaba a protestar por el hambre, se preparaban unos cuantos cristianos para organizar una buena sesión de circo, con sus leones y todo.
Que llegaba la fiesta de primero de mayo; los reponsables del Régimen programaban una corrida de toros con el Cordobés el día uno de mayo.
Que la corrupción política empezaba a llegar a niveles insoportables; un buen “derby” entre Madrid y Barcelona acaparaba la atención de la mayoría, sobre todo si el árbitro había pitado un penalti injusto en el último minuto.
Que la crispación política ponía en riesgo la convivencia; todo era cuestión de sacar los trapos sucios de cualquier famosilla, al ser posible con escenas robadas con cámara oculta...
Ahora, que estamos asistiendo impertérritos a la debacle del estado de bienestar; a la caída del poder adquistivo; a la supresión de derechos y recortes inverosimiles, que todos hemos llegado a pensar que son imprescindibles; a la desfachatez de los muy ricos, que siguen beneficiándose de la penuria de los demás, sin que sus “intereses” sufran el menor deterioro; ahora, el gobierno de la nación, que está tomando decisiones impopulares y discutibles, ha recibido una ayuda impagable: El caso Urdangarín.
Ya dije el otro día que me parece bochornoso la actuación de este personaje, pero me parece también impresentable que todos los canales, tertulias, editoriales, mesas redondas y programas del corazón, dediquen horas y horas a dar vueltas a un asunto que aún está en sus primeras etapas de su proceso judicial... Lo dicho, una bendición para el Gobierno.