El balón salió rebotado y durante unos segundos quedó oculto por el resplandor de los focos. Vio cómo el portero estaba sensiblemente adelantado y cuando controló la pelota no tenía ningún defensa a su lado. Golpeó con sutileza la pelota y los ochenta y cinco mil setecientos cuarenta y tres espectadores rugieron mientras el guardameta se estiraba acrobáticamente para ver cómo entraba rozando el larguero.
Y en ese momento, él no pensó en los millones de euros.