Cuando algunos se atreven a invocar la tradición para justificar el despilfarro que se hace con motivo de las Fiestas Patronales, sin tener en cuenta la situación de precariedad económica que tiene el Ayuntamiento, es gratificante y a la vez refrescante, ver cómo se puede mantener una tradición con un coste insignificante, y además hacer pasar un buen rato a participantes y espectadores.
Es verdad que la tradición de la cucaña no era propia de las fiestas patronales, y que además la cucaña propiamente dicha es un poste alto, untado de sebo, en posición vertical por el que había que gatear para llegar a coger el jamón o los chorizos que se colgaban en lo más alto. Esta competición era tradicional en las fiestas de Nuestra Señora de la Misericordia y se colocaba la cucaña en el centro de la Plazuela del Pozo, y los que participaban lo hacían durante todo el tiempo que duraba la verbena. Desde hace unos años, los organizadores de las fiestas quisieron retomar esta tradición añadiendo algunas variaciones, como es la de colocar el poste, tambien untado de sebo, de forma oblicua sobre el pilón de la Fuente-arriba, donde el agua acoge a los que caen de la cucaña, con lo que además se ofrece unos apetecibles chapuzones, que se agradecen en estos días de calor.