Ya hace muchos años que me jubilaron. Un día me llamó mi jefe y me dijo:
- Mira, Edelmiro, ya estas un poco mayor, y es mejor que te jubiles.
- Mira, Edelmiro, ya estas un poco mayor, y es mejor que te jubiles.
Y, yo que siempre he sido muy obediente, me jubilé.
Lo primero que hice, fue guardar la agenda en el cajón del olvido. Después, jubilé yo el despertador y me quité el reloj de pulsera.
Cuando trabajaba tenía delante, encima de la mesa del despacho, el calendario para saber el día en que vivía y no se me pasaba ni el cumpleaños de los amigos ni el de toda mi familia. Desde que me jubilé solo me acuerdo del cumpleaños de mi mujer (por la cuenta que me tiene) y del santo de mi amigo Pepe, pero solo los años en que es fiesta el día de San José.
Pero resulta que desde hace unos meses he tenido que rescatar la vieja agenda, aunque ahora su ritmo no lo marcan los compromisos laborales sino los médicos y en cierta medida, los nietos.
Antes, tenía la costumbre de ir quitando las hojas del calendario y así veía como iba pasando el tiempo según disminuía el tamaño del taco el calendario, y cuando llegaba el fin de año era un ritual el anotar en el nuevo todas la fechas que debía recordar. Ahora, como a mi mujer no le gustan los calendarios de pared, solo puedo saber la fecha en que vivo viendo el teletexto de la televisión, pero hay muchos días que no lo miro y solo veo como pasa el tempo cuando tengo que cambiar el blister de las pastillas del colesterol.
Otra de las cosas que también tiene la jubilación es que ya no hay vacaciones. Antes era todo un rito planificar las vacaciones en la oficina y después de saber las fechas que te habían asignado, organizar el tiempo entre la playa y la casa del pueblo, procurando que las fiestas del patrono fuesen intocables, porque no se podía faltar a la procesión del Santo.
También he tenido que rescatar el reloj de pulsera porque también me han recetado otras seis pastillas al día y ahora tengo que estar pendiente del reloj para que no se me pase la hora.
Lo más fácil para saber cuanto falta para terminar el mes es que las pastillas de la tensión vengan en un envase de treinta pastillas así, cuando tengas que cambiar la caja, ya se sabe que ha pasado otro mes.
Pero lo que mas me preocupa es que no voy a tener mas remedio que rescatar el despertador. Acabo de llegar del reumatólogo y me ha dicho que si quiero que me deje de doler la pierna, tengo que despertarme cada cuatro horas para hacer unos ejercicios de flexiones que dice me irán muy bien para las articulaciones.
Por más que he mirado en las aplicaciones del móvil no he encontrado una que sirva para avisarme a las horas que yo quiero, y no tengo mas remedio que volver a utilizar el viejo despertador, al que por cierto, he tenido que volver a ponerle pilas nuevas.