Hay ocasiones en las que nos gustaría conocer lo que piensan algunas pesonas. Sería muy interesante conocer eso que se piensa en situaciones complicadas y que, sin duda, no se llega a comentar con nadie. Posiblemente esas cosas sólo se las cuentas a tu dario.
¿Cuanto se podría pagar por los pensamientos íntimos de tantos y tantos personajes, si se encontrase su diario manuscrito?
Pues yo como, entre otras cosas, no tengo dinero para comprar esos hipotéticos diarios, me he pensado, que si no los tengo, me los puedo inventar.
Y así, en días sucesivos os iré mostrando las páginas de esos diarios de notorios personajes en fechas significativas.
Este es el primero:
Madrid, 24 de enero de 2014.
Querido diario:
Acabo de llegar de los Juzgados de la Plaza de Castillla. He dicho en casa que quiero descansar y que no me moleste nadie. Tengo necesidad de contar lo que siento, pero no me atrevo a decírselo a nadie.
He sido vapuleado, insultado, denigrado... hasta me han dado en la cabeza con una pancarta que decía algo sobre las preferentes. He llegado a tener miedo, a pesar de que me escoltaban mis guardaespaldas y la policía estaba intentando retener a los energúmenos que no paraban de gritarme insultos e imprecaciones.
Yo ya me lo esperaba y por eso me fui a los Juzgados una hora y media antes de la citación del juez. (Menos mal que me he quitado de enmedio al Elpidio Silva) Allí, lo de siempre, “No me acuerdo de nada”, “Esas fueron decisiones del Consejo”, “Como mucho puedo aceptar un error” y generalidades por el estilo, y es que este nuevo juez es más profesional y sabe muy bien hasta donde puede llegar... Ni me ha retirado el pasaporte...
Yo, tu lo sabes, pienso que lo que hice no fue nada más que lo que habría hecho la mayoría en mis circunstancias y si no lo hubiera hecho yo, el que llegase después lo habría hecho. Y es que la fecha de caducidad en un cargo es una espada de Damocles, sobre todo si apenas tienes tiempo para hacer las cosas con la calma y sosiego necesario.
Tu sabes que tenía que estar todos los días colgado del teléfono para atender las demandas de los que me habían puesto o me sostenían en el cargo, y encima, había que dar rentabilidad...
La verdad es que, ¡y mira que lo quería evitar! cuando he mirado a los ojos a esa mujer, he sentido algo que no había sentido nunca. Hasta entonces eran los clientes, una masa amorfa sin cara y sin alma; como mucho, eran los “preferentistas” esa chusma gritona y maleducada que en el fondo fueron presa de su propia avaricia... Pero esos ojos... ese odio... No puedo quitármelos del pensamiento. Esos sesenta mil euros de nada... era quince años de penurias y fatigas en Australia... tan lejos... ¡Que no puedo quitármelo de la cabeza!...
¡Que bien me hace contarte las cosas a ti! Mucho mejor que ir al confesor, que luego siempre termina echándote el sermón...y que además no sirve para nada... como no estoy arrepentido... Sin duda es la mejor forma de desahogarme.
En fin, querido diario, que ya estoy más calmado; voy a preparar unas cuantas cosas, que la semana próxima hay que continuar con el viaje de bodas...
Miguel Blesa.