Para cualquier dama de la época, tener una fotografía era una de sus deseos, comparable a lo que hoy supondría tener un retrato al óleo de un buen pintor.
Por ello, se solía acudir al estudio de un fotógrafo, en el que se disponía del "atrezzo" suficiente para retratar a la dama en un marco de lujo y distinción.
Se solía poner un fondo con degradados para enmarcar la figura de las señoras.
Aunque a veces también se aprovechaba la llegada al pueblo de fotógrafos profesionales, que montaban su escenario lugares donde dar más verosimilitud al posado, como podía ser en la propia puerta de la casa, añadiendo una alfombra para dar más distinción.
O en el propio salón de la casa, adoptando una pose "casi" natural.
Luego se enmarcaba dentro de una orla, y se conseguía un resultado muy elegante.
Todas estas fotografías son de principios del siglo XX