El 18 de septiembre, miércoles, a las doce de la mañana era el día fijado para firmar ante el Juez de Familia la demanda de divorcio, de mutuo acuerdo. Los abogados habían redactado los cuadernos particionales de la sociedad de gananciales y sólo faltaba el trámite formal de la firma en el Juzgado. Los letrados les habían preguntado si estaban totalmente seguros del paso que iban a dar y que aún era tiempo de rectificar, con la negativa rotunda por ambas partes.
A las once y treinta y ocho minutos Jose saludaba al Sr. Castillo que llegó en taxi a la puerta de los Juzgados. Quince minutos más tarde, en otro taxi, llegaban Matilde y su abogada.
Hasta que las dos mujeres no llegaron junto a ellos Jose no las reconoció... en realidad a la abogada sólo la había visto en una ocasión, pero Matilde... no... no podía ser... era cierto que no la veía desde hacía dos meses... pero este cambio...
Efectivamente en sólo dos meses a cualquiera le parecería increible el cambio que se había producido en esta mujer. No sólo eran los más de quince kilos que había perdido... ni el atrevido corte de pelo... ni el porte juvenil que le daban los pantalones de lino de un color azul pavo real y una blusa color turquesa semitrasparente que resaltaba los bordados del sujetador... ni esa gafa de sol a juego con su atuendo... ni el bronceado uniforme de todo su cuerpo... era... un no sé qué misterioso que emanaba de todo su ser... cualquiera que no estuviera al tanto de su situación podría haber dicho que era. la felicidad...
Pero no, era otro sentimiento mucho más fuerte... era el despecho y su deseo de venganza... Ahora se iba a enterar de lo que ella era capaz ...ese calvo grasiento...
Porque el aspecto de él era más bien deplorable...No le había dado tiempo a recoger el traje de la tintorería y tuvo que ponerse uno que se le había quedado un poco estrecho... porque una parte de los kilos que había perdido ella, se los había "encontrado" él... y es que ya se sabe... comiendo de restaurante y cenando bocatas... la camisa necesitaba un pequeño planchado y la corbata lucía una pequeña manchita que, desde luego, casi no se notaba si no te fijabas mucho...
Después de dar la mano a la abogada, hizo intención de acercarse a besar, a modo de saludo, a la que todavía era su esposa, pero ella le evitó con un "hola" distante sin variar el gesto serio de su cara, que sólo se dulcificó cuando tendió la mano al abogado. Aunque exteriormente ni uno solo de sus músculos lo delató, sí que sintió una íntima satisfacción cuando a su marido, sin poderlo remediar, se le escapó:
- Matilde, ese peinado te sienta muy bien...
Que ella sabía que, más o menos, podía ser la traducción de "qué buena que estás" y a lo que contestó con la total indiferencia del silencio.
- Si os parece vamos a subir, que al Juez no le gusta esperar...
Ninguno de los dos hablo. Los abogados hicieron los comentarios pertinentes y a indicación del señor juez se limitaron a firmar los documentos. Después se marcharon sin dirigirse la palabra... así de triste y de fria terminaba su...
Cuando llegó a casa estaba muy triste. Le conocía muy bien y sabía que le iba a costar mucho el superar el impacto que le había hecho su nueva imagen y su actitud de suficiencia y seguridad. Sabía que su ego machista iba a sufrir porque ahora no tenía ya tanta seguridad de que ella no pudiese conseguir otro hombre... Y estaba triste... muy triste... porque le había dado lástima de verle tan calvo... tan gordo y tran grasiento... Se miró al espejo y se vió más jóven, más guapa, más esbelta... se gustó... pero no estaba más contenta... hoy estaba, realmente, triste....
Y la rutina de la vida se fué instalando en sus quehaceres. José se involucró más, si eso era posible, en los asuntos de la empresa. Su carácter se había ensombrecido y había perdido lucuacidad. En la oficina apenas si dedicaba una palabra innecesaria a su secretaria quien, a simple vista, seguía manteniendo su alegre carácter en la relación con sus jefes y nadie había detectado ni el más mínimo de los cambios en su conducta a raiz del incidente que ninguno de los dos afectados tenían la menor intención de que fuese conocido.
Por su parte, Matilde, se convenció a sí misma que tenía que recobrar el tiempo perdido en la dedicación a sus hijos, y volcó todos sus recursos en atender hasta sus más leves deseos sin necesidad de que los llegasen a plantear.
Pepito, en un principio, vió complacido cómo empezaba a recibir de su madre un cariño nunca experimentado y su caracter pusilánime se empezó a reforzar, con lo que, si hasta entonces, era un niño insoportable, ahora había que odiarle por necesidad.
- Mamá, cúanto había echado de menos estas muestra de cariño que tanto me reconfortan...
- Sí, hijo, soy consciente que mi dedicación a la empresa os privó de la ternura que sólo una madre es capaz de dar... pero, pienso, Pepito, que ya va siendo hora que empieces a asumir un poquito de responsabilidad y a tomarte en serio tus estudios... porque es la tercera vez que repites curso...
Así que, pasados los primeros días de efusiones cariñosas, como los reproches empezaban a ser más frecuentes que los mimos, el "niño" empezó a sentirse menos cómodo con eso de tener a mamá tan pendiente de él.
- Digo, mamá, que casi era más cómodo cuando tú te dedicabas a trabajar y no nos hacías tanto caso.... ahora casi... me estás abrumando...
Con Margaritina era distinto. La niña siempre había tenido un carácter más fuerte y había asumido la situación con una mentalidad casi adulta. Aunque no tenía una información detallada de todo lo ocurrido sí conocía lo esencial y, a punto de cumplir los diecisiete años, no tuvo la menor duda en apoyar incondicionalmente a su madre.
- Mamá, todos los hombres son unos machistas y sólo piensan con los...
- Por Dios, hija... no digas ordinarieces... tu eres muy pequeña todavía y no debes decir esas cosas... además es tu padre... y le debes un respeto...
- Vamos, mamá... que ya soy mayor... y lo que quiero decir es que tienes toda la razón y que hay que dar un escarmiento, de una vez por todas, a esos cerdos...
- ¡Margarita!
- Bueno, vale... Pero tu, lo que tienes que hacer, cuando recibas los papeles del Juzgado, es olvidarte de mi padre, y buscarte un buen ligue...
- ¡Basta ya! Estas no son conversaciones para una niña con su madre....
Aunque, realmente, no era ésta la conversación más adecuada entre una niña de dieciseis años y su madre, aunque estuviese a punto de recibir la sentencia de divorcio, Matilde pensó que su hija podía tener razón, y que era el momento de empezar a plantearse una serie de cuestiones.... muy importantes.
Ella, aún, era joven, su aspecto, ahora, había cobrado un evidente atractivo y no había que renunciar a nada... Su situación económica se podía calificar de "estable" y, a lo mejor, era el momento de disfrutar de esos años, pocos, que le quedaban de madurez plena... Y ¿por qué no podría encontrar a un hombre que supiera apreciar todo esto y con el que compartir el resto de su vida..?
Jose había intentado encontrar entre sus antiguos amigotes algún acompañante para sus nuevas, y cada día más frecuentes, correrías nocturnas. Con Manolo no podía contar por el férreo marcaje a que era sometido por Adela después de los recientes acontecimientos acacecidos. Ni Justo, ni Evaristo... ni Rodrigo... bueno, nadie de sus antiguos conocidos estaban en la situación adecuada para acompañarle... Con lo que sus salidas terminaban indefectiblemente en excursiones solitarias de excesos etílicos... o sea, que la mayoría de las noches terminaba cogiendo una buena merluza....
- ¿Edgardo José...?
- Si, sí, soy yo...
- ¿No me conoces...?
No le podía conocer... Habían pasado treinta años... Si le llamaba Edgardo José debía ser, como mínimo, de la Universidad... y la voz femenina no tenía ningún acento especial...
- Pues, no... lo siento... pero no te conozco...
- Soy Amparito... Sí Amparo... la hija de Fausto el carnicero... que tenía el puesto junto al de tus padres...
Efectivamente, era Amparo... la que había celebrado la boda en el Melía... y con la que había salido varias veces antes de conocer a Matilde...
- Pues nada, que me encontré el otro día con tu madre y me contó lo tuyo... y como yo en eso soy una experta... porque también me separé hace dos años... me dije: voy a llamarle, nos vemos y recordamos los buenos tiempos...
- Pues no veas la alegria que me da el que te hayas acordado de mi... porque ya sabes que en estas ocasiones se necesita a los amigos...
Quedaron a tomar una copa en la cafetería del Eurobuilding a las siete de la tarde de ese miércoles. Aunque había pasado tanto tiempo los temores de Jose de no reconocerla eran infundados. Amparito había conservado su cara juvenil y un cuerpo que no representaba los cincuenta y cinco años que ya había cumplido. Lucía un traje chaqueta de entretiempo, color gris claro; su larga melena castaña, muy cuidada, con mechas más claras, dulcificaba las facciones de aquella mujer que, sin duda, estaba acostumbrada a dictar órdenes terminantes que esperaba ver cumplidas sin dilacción...
- Hola, Jose...¿ es así como ahora te llaman todos, verdad..?
- Hola, Amparo...
Lo de "Amparito" le pareció demasiado para dirigirse a aquella mujer expléndida y tan segura de sí misma.
Se acomodaron en una mesa junto a uno de los ventanales que daban a la calle. Empezaron recordando los buenos tiempos de su primeros años de juventud... sus "casuales" encuentros en el mercado... aquellas primeras salidas a la discoteca... las bromas de sus padres que hablaban de casarles... y de la aparición de Matilde... de cómo ella había encontrado a su "príncipe azul" y que después de los años había descubierto que ni era "príncipe" ni "azul" sino más bien "rojillo" y que sòlo estaba interesado por la carnicería de su padre... y de cómo pasa la vida... y de los hijos - ella tenía dos parejitas - y de cómo ella, después, se había hecho cargo del negocio familiar... y de lo dificil que es para una mujer tener a raya a los empleados... y lo sola que se encontraba porque sus hijos eran unos egoistas y sólo les interesaba vivir bien... y de la buena posición económica que ambos disfrutaban gracias a su esfuerzo...y de lo bien que se lo estaban pasando recordando aquellos tiempos... y de lo buena que estaba ella... y de lo bien que le sentaba aquella chaqueta sastre... y de lo finas que tenía las manos
Una hora más tarde, ya en la habitación del quinto piso del mismo edificio, él seguía alabando su figura... el fino torneado de sus piernas...la sedosidad de su pelo... y la turgencia de esos pechos que más parecían de una chica de treinta años...
Luego... la verdad es que ninguno de los dos quedó demasiado satisfecho de esta primera experiencia aunque, por supuesto, ninguno de los dos lo manifestó, sino, más bien, todo lo contrario y se prometieron que se tenían que volver a ver para repetirlo..
A partir del día siguiente, todos las tardes, indefectiblemente a las cinco y quince, sonaba el móvil de Jose:
- Hola, amor, soy Amparito...
Aunque en los encuentros posteriores habían logrado una mayor gratificación sexual y para ella hubo, incluso, el descubrimiento de sensaciones antes no experimentadas que reforzaron el sentimiento machista de él; a las pocas semanas, el constante acoso a que le estaba sometiendo empezò a debilitar la primitiva sensación de satisfacción que este aventura había obrado en nuestro protagonista.
- Es una buena chica - pensaba - que ha tenido mala suerte, como yo, a la hora de encontrar pareja... Es verdad que tiene carácter... no como la panoli de Matilde... tiene buen tipo... aunque ahora tambien Matilde ha cambiado mucho.... sabe lo que quiere y no le importa tomar la iniciativa... debe de tener buena posición porque el negocio de Fausto era bueno y ella parece que lo está llevando bien... en la cama no es mogigata y acepta las "innovaciones"...Claro que, las dos parejitas...No sé...Y además es tres años mayor que yo.. No sé... No sé...Pero, desde luego, con Amparo... o con otra... tengo que rehacer mi vida....