Habían pasado dieciocho días. Matilde no había vuelto a la Oficina. Si en un principio fue difícil para Jose explicar a sus socios, de una forma medianamente convincente, la inverosímil huida del Parador, en estos días se le habían agotado las excusas para justificar el abandono del trabajo de su mujer.
En casa la situación no era mejor. Su hijo encontró la justificación ideal para caer en una profunda depresión que le impidió presentarse a los últimos cinco exámenes del curso, con lo que evitó cosechar cinco suspensos más. Margaritina no dudó ni un momento aliarse con su madre y cada vez que se cruzaba con su padre miraba de forma patente hacia otro lado para no dirigirle la palabra. Los tres primeros días habían dormido en la misma cama. Aquello sí que era todo un ejercicio de equilibrios para conseguir no rozarse, sobre todo porque el colchón, con el peso de ambos, ya había cedido lo suficiente para formar una depresión central donde, inevitablemente rodaban si no permanecían fuertemente asidos a los respectivos bordes. Al tercer día de no pegar el ojo, Matilde se negó a que siguiese durmiendo en su dormitorio, sacó del armario todos sus trajes, sus camisas y su ropa interior y los trasladó al armario del cuarto de invitados donde Jose no tuvo más remedio que dormir desde aquel mismo día.
En todo este tiempo le había dirigido la palabra una sola vez:
- Si quieres comer, te lo haces tú... Ah, y la ropa que te la lave tu madre o la llevas a una lavandería...
Aunque nunca había sido muy dado a tomar decisiones y siempre había necesitado el último empuje de alguien para decidirse, en esta ocasión no tuvo más remedio que asumir la responsabilidad de informar él mismo de la situación.
- Manolo, tengo que hablar contigo.
Pasaron a su despacho y cerraron la puerta, con lo que todo el personal de la Oficina, incluida Adela, afinaron disimuladamente el oido, para ver si lograban oir algo.
- Matilde y yo nos vamos a separar.
- ¡Hombre, nunca será para tanto... me figuro que, todavía, habrá remedio.
- No..., no creo que ya sea posible...
- Entonces lo del Parador... ¿Se puede saber lo que pasó en realidad...? Por que lo de la llamada de la niña y que no quisisteis molestarnos... era un cuento,¿ verdad?
En la estrategia que había preparado no se contemplaba la posibilidad de bajar a los detalles de lo que realmente había ocurrido.
- Efectivamente... pues nada... cosas de mujeres... que se ponen histéricas...Y todo porque me sacó que en alguna ocasión había tenido alguna aventurilla...
- Pareces memo... ¿no sabes que eso hay que negarlo siempre...?
- Si ya lo sé... pero el vino, el anis... los güisquis... no sé... que me cogió en un día tonto... El caso es que se ha emperrado en que quiere el divorcio y como es más terca que una mula, mucho me temo que no se le pueda hacer cambiar de opinión.
- Pues eso sí que puede ocasionarnos problemas en la empresa.
- Por eso te lo he querido comentar a tí el primero.
- Ella tiene el 25% de las acciones ¿no?
- Sí, pero con eso no puede hacer nada... siempre que nosotros estemos de acuerdo.
- Y siempre que Adela no se ponga de su lado... claro.
- ¿Qué pasa, que vosotros también teneis problemas?
- No, no, pero nunca se sabe, tal y como ahora están las mujeres...
- Podríamos hablar con Adela, al fin y al cabo ella es abogada.
- No, es mejor que, antes de nada, consultes con un abogado experto en temas de separación... espera... tengo aquí en la agenda el nombre de uno que me dijeron que era muy bueno...aquí está... toma nota...Jesús Castillo, teléfono 91.456.00.90... llámale cuanto antes, que con las cosas de comer no se juega...
- Hoy mismo le llamo.
- Oye... que si podemos hacer algo Adela y yo... para eso están los amigos...
- Ya lo sé.... muchas gracias... díselo tu a Adela... a lo mejor ella...
El segundo paso era informar a sus padres. Estaban algo mayores y sabía que les iba a afectar mucho la noticia, pero prefería que la conociesen directamente por él. Llamó por teléfono a su madre para decirle que iba a comer con ellos.
La intuición de madre le decía que algo debía de pasar porque era la primera vez en veinte años que su hijo le llamaba para ir él solo a comer en un día de diario. Así que antes de servir el segundo plato le preguntó abiertamente:
- Algo pasa,¿ verdad?, hijo.
- Sí, mamá... que Matilde y yo estamos pensando en separarnos...
- ¡Qué disgusto..! ya sabía yo que algo no iba bien... pero, ¿qué ha pasado?
- Pues pasar, pasar... no ha pasado nada... que Matilde está con la menopausia... está que no hay quien la aguante... y además no deja vivir a los que estamos a su alrededor...
- Vamos, hijo... ya sabes lo que yo pienso de ella... siempre ha sido una niña consentida y una nulidad para su casa... pero eso era así desde hace veinte años... no me vayas a decir tú que no te has dado cuenta hasta ahora..
El señor Pepe, o sea, don José Federico, es decir, su padre, era un mero espectador. Desde que se había jubilado sólo hablaba lo imprescindible para pedir lo que necesitaba, y es que, como él decía, bastante había hablado durante toda su vida para dar palique a las clientas. No obstante, haciendo una excepción, puntualizó:
- O sea, que toda la culpa la tiene ella... tú, un santo... y ahora un martir...
- Bueno, papá, yo no soy un santo... es posible que me haya corrido alguna juerga que otra...pero nada serio... eso ya lo hacía cuando era soltero, ella lo sabía y se casó conmigo...
Asunción había hecho mentalmente un rápido análisis de la situación y su instinto maternal captó inmediatamente por dónde podrian venir los problemas.
- Y mis niños, ¿lo saben ya?... ¿cómo está mi Pepito?
- Sí, mamá, lo saben ya... y Pepito está mal... tú le conoces mejor que nadie... no quiere hablar... y ha perdido los últimos exámenes del curso... La niña se ha aliado con su madre y no me dirige la palabra...
Los filetes de ternera con patatas fritas se estaban congelando en los platos, pero ninguno de los tres podían seguir comiendo. La abuela, entre sollozos, no paraba de lamentarse de la situación de sus nietos... principalmente de Pepito, porque ya se sabía que la niña tenía muy mala leche y estaba segura que en el fondo disfrutaba con estas cosas.
- Digo, hijo, que esto no puede quedar así. Tú, aunque no tengas la culpa... que, como dice tu padre, alguna tendrás, le vas a pedir perdón, la vas a prometer que ya no habrá más juergas... que estás dispuesto a hacer todo lo que ella diga... pero, ante todo... teneis que seguir juntos... ¡qué iban a decir las vecinas...!
Por su parte, también Matilde había iniciado la fase de información. La primera en enterarse de lo ocurrido fue, como siempre, su amiga Carmencita, que lamentó sinceramente que su aportación a la estrategia no hubiese tenido los resultados previstos. No obstante, le reiteró que desistiese de tomar medidas drásticas... que era mucho mejor aceptar el "status" y aprovecharse de las circunstancias... que un marido con mala conciencia era el marido más condescendiente... y que si necesitaba "jaleo" y no quería saber nada de su marido... ella le proporcionaba toda la materia prima necesaria... y de excelente calidad.
Para informar a sus padres, pensó que era mejor hacerlo directamente y se presentó sin avisar. Sólo estaba su padre, porque Margarita había ido a unas clases de cerámica en la Junta de Distrito. En el fondo se alegró, porque siempre se había entendido mejor con su padre a la hora de hablar cosas serias... Además era menos cotilla que su madre y no le iba a tener que pormenorizar demasiados detalles.
- No sólamente me ha estado engañando durante toda la vida... y no una vez... ¡tuvo la desfachatez de decirme que muchas!... sino que me ha insultado gravemente... se ha reido de mí y me ha despreciado... y eso yo no se lo consiento a nadie...
- Comprendo que ahora estes indignada... pero debíais daros un tiempo, ambos, para reflexionar... Es muy importante la decisión que teneis que tomar y atañe también a otras personas... Pero ya sabes que yo siempre he defendido que cada cual debe ser coherente con su conciencia y si al final decides separarte, sabes que siempre nos tendrás a tu lado...
Cuando se marchó su hija, a Inocente se le humedecieron los ojos porque últimamente, desde la última revisión médica de Margarita, estaba bastante sensiblero, pero se repuso rápidamente y empezó a pensar cómo decírselo a su mujer para que afectase lo menos posible a su delicado corazón.
A Adela la llamó por teléfono a su casa, porque no quería llamar a la oficina y quedaron a tomar café por la tarde. Después de sus confidencias en la piscina del Parador a ella le podía contar todo lo que había ocurrido aquella noche...
- Y me llamó hipopótama y saco de patatas, y ofreció darme una lista con los nombres de todas sus conquistas....¡qué vergüenza! ¡qué humillación!...Eres a la única que me he atrevido a contarle todo lo que ocurrió... ¿Tu crees que no tengo razón ...?
- ¡Qué cerdo... claro que tienes toda la razón del mundo..! La verdad es que tuviste agallas aquella noche y se lo hiciste pasar fatal... a la mañana siguiente, cuando le dijeron en recepción que te habías ido por la noche, no acertaba a dar una explicación coherente a lo ocurrido... pero, desde luego, se merecía eso y mucho más...
- Adela, también te he llamado para que me aconsejes alguna abogada matrimonialista que tu conozcas...
- Sí, me figuraba que me lo ibas a preguntar y te he traido una tarjeta de una compañera de carrera que además de ser muy buena profesional es una excelente persona, se llama Araceli Carrasco y tiene el despacho cerca de la oficina; llámala, le dices que vas de mi parte y ya verás lo bien que te atiende..
Cuando aquella noche, ya tarde, llegó Jose a su casa, Matilde, con mejor aspecto que los últimos días, leía una revista delante de la televisión.
- Matilde, por favor, tenemos que hablar...
- Yo no tengo nada que hablar contigo... para cualquier cosa que quieras...habla con mi abogada.