Su Santidad Benedicto XVI.Ciudad del Vaticano.Roma.(Italia)
Santo Padre:
Considero que estará al tanto de lo que pasa en España y de la confrontación entre la Jerarquía eclesiástica y el gobierno de la Nación. Una confrontación beligerante por ambas partes que tiene su reflejo en amplios sectores de la sociedad que cada vez se divide más en sus planteamientos.
El motivo principal de este enfrentamiento está en la concepción de la enseñanza que defiende cada uno. Dicen los obispos que no se puede permitir que desaparezca la enseñanza de religión de las escuelas. Que es un atentado directo contra la Iglesia.
Yo me pregunto qué clase de enseñanza de religión se está impartiendo en las escuelas. Si vemos la evolución de la juventud en los últimos veinte años, que han recibido enseñanza de religión en los colegios, tendremos que convenir que esa enseñanza ha servido de poco para convencerles de la necesidad de practicarla. Si somos sinceros debemos convenir que la enseñanza de la religión en las escuelas era claramente deficiente, y estaba en manos de personas no suficientemente preparadas y con unas concepciones de la religión bastante heterogéneas. Por lo tanto, podríamos aceptar que muchas veces es mejor que no enseñen nada a que se enseñe mal.
La enseñanza de la religión es responsabilidad de las Iglesias de las distintas religiones y de los padres de familia que las profesan. A partir de esta premisa, habrá que preguntarse qué clase de formación religiosa se da en las iglesias y cual es el compromiso de los padres en la formación religiosa de sus hijos, aunque cambiando el orden. Hace unos días se publicaba una encuesta sobre las creencias en España, en la misma se podía deducir que un 50%, más o menos, se declaraba creyente. Sin embargo, si preguntamos a los curas nos dirán que los practicantes no superan el 20% y los comprometidos no llegan al 5%. Esta es la situación a la que hemos llegado con la enseñanza de religión en las escuelas. Si se quita esta enseñanza difícilmente tendrá una repercusión más negativa en los próximos veinte años. Entonces, sería oportuno preguntarnos cual es realmente la causa del abandono de los fieles de las iglesias. ¿No sería más eficaz hacer una realista autocrítica en vez de echar la culpa a los pérfidos enemigos de la fe?
Atentamente,
Atentamente,
Un católico que quiere seguir creyendo.