Su Santidad Benedicto XVI.Ciudad del Vaticano.Roma.(Italia)
Santo Padre:
Le hablaba en mi carta anterior del mandamiento de amor que Jesús había dejado, y cómo eso era lo que podía hacer al evangelio liberador. Eso lo debieron entender así los primeros discípulos y nos cuentan que llevaron ese amor hasta las últimas consecuencias, viviendo en común y compartiendo todo lo que tenían y además, eso, era lo que más impresionaba a los no creyentes y lo que hacía que muchos se apuntasen a esa religión que predicaba y ejercía el amor al prójimo.
Y eso es casi lo único que, aún hoy en día, nadie discute a los católicos. La madre Teresa, el padre Vicente Ferrer y tantos otros que trabajan por los más necesitados, son indiscutibles ejemplos que tratan de imitar muchas gentes que, porque no comparten otros dogmas y morales del catolicismo, se apuntan a oenegés para intentar hacer el bien a los demás.
Sin duda que no se puede relativizar todo, pero deberíamos hacer un detenido exámen de conciencia, partiendo de este único mandamiento de Jesús, para determinar lo que es verdaderamente incuestionable para poder seguir a Cristo, y seguro que en eso íbamos a estar de acuerdo mucha más gente.
En el espectáculo que nos ofrecieron, durante los días que duró el cónclave para la elección de S.S., todas las cadenas de televisión, era difícil poder descubrir el mensaje fundamental de los seguidores de Jesús. Había mucho boato, demasiada pompa, bastante fanatismo más propio de un campo de fútbol, mucha curiosidad y una desmesurada parafernalia que en nada recordaba al niño desvalido y pobre que había nacido en un portal, rodeado de un pobre carpintero y una virgen jovencita que no tenían casa donde refugiarse.
Los comentaristas de estas cadenas, entre los que no faltaban insignes representantes de la jerarquía eclesiástica, hacían conjeturas sobre las tendencias que iba a seguir la iglesia en el nuevo pontificado, y se debatía si sería el nuevo papa conservador o progresista, y al paso, se aprovechaba para anatemizar a todo el que pensara de diferente manera. Yo en estos días he oído hablar más bien poco de amor y comprensión, y mucho de dogmas y morales, buscando más la confrontación que el acercamiento.
Santidad, tengo que confesarle que muchas veces nos es difícil reconocer el mensaje de Jesús en las palabras que nos llegan de la Jerarquía de la Iglesia.
Esperando su bendición,Un católico al que le asaltan las dudas.