19.- Doña Juana I de Castilla y su esposo don Felipe de Borgoña, en el
Palacio de los Marqueses de Moya en Chinchón. (Historia)
Eran los días
finales del verano del año 1502. Doña Juana, la tercera hija de los Reyes
Católicos y su esposo don Felipe, hijo del emperador Maximiliano I y María de
Borgoña, conocido como “El Hermoso”, llegaron a Chinchón, invitados por los
señores Marqueses de Moya, don Andrés de Cabrera y Doña Beatriz de Bobadilla.
Se habían
casado en Lille el 21 de Agosto de 1496. En el año 1500 al haber muerto sus
hermanos Juan e Isabel y su sobrino Miguel, el infante portugués, Juana es
proclamada heredera del trono de Castilla y se desplaza desde los Países Bajos
hasta España, acompañada de su esposo, para ser jurados por las cortes castellanas
en la catedral de Toledo el 22 de mayo de 1502, como futuros reyes de
España.
Con este motivo
recorren todo el territorio visitando pueblos y ciudades invitados por los
nobles, que de esta forma querían ganarse sus favores.
A los futuros
monarcas les acompañaban un gran séquito que habían llegado con ellos desde los
Países Bajos. Entre ellos, Antoine de Lalaing, señor de Montigny, nombrado por
don Felipe de Borgoña como uno de sus chambelanes, que se encargó de escribir
un diario de todo lo que hicieron los herederos al trono de Castilla.
Gracias a él
conocemos con detalle las anécdotas de este viaje, y de la visita a Chinchón,
dice textualmente:
“El jueves, decimoquinto
día del mes de septiembre, El señor y la señora pasaron en bateas la orilla del
Tajo y arribaron a Chinchón, a cuatro leguas de Ocaña. Y es Chinchón un pueblo
muy bien asentado, según su situación. Está sobre una montaña y un valle, país
de viñas y de labor, a la vez. Una fuente abastece de agua a todo el pueblo. Se
alojaron el Señor y la Señora en la residencia del marqués de Moya, el cual,
según su grandeza, es uno de los mejor acondicionados de toda España,
guarnecido de buenos tapices y vajillas de oro y plata doradas y otras. Estaba
esta mansión asentada sobre la montaña, y miraba a otro castillo, erigido por
el marqués, sobre otra montaña, a tres tiros de ballesta de dicho pueblo. Tiene
un hermoso jardín, una suerte de vergel, con muchas hierbas y plantas olorosas
y útiles, y en medio una bella fuente.
16 de
septiembre. El viernes, el señor y la señora visitaron un jardín de dos
bonniers (140 a.), en el valle, entre dicho pueblo y el castillo, donde crecen
diversos árboles frutales y hierbas, repleto de conejos y aves de gran suerte
de colores. Después de la visita al castillo, donde el marqués hizo presentes a
Monseñor y a los grandes señores y gentilhombres de vino local, y carnes y
pescados y chinescos (arreos y jaeces) para los caballos en tal abundancia que
Monseñor ordenó no tomarlos de ninguna manera.
Después hizo el
citado marqués un banquete de dulces y confituras e hizo correr los toros y
jugar a las cañas, a la moda del país. Después de esto, partieron a las cinco
de la tarde y llegaron a Arganda, villa situada a dos leguas de Chinchón”.
Efectivamente,
era costumbre en la época celebrar grandes acontecimientos, especialmente
durante las visitas reales, con juegos de cañas y alanceamientos de toros, en
los que participaban nobles y caballeros para demostrar sus habilidades. El
juego de cañas consistía en un simulacro de una batalla en la que se
enfrentaban dos cuadrillas, lanzándose cañas a modo de dardos, saetas, flechas
y otras armas arrojadizas.
Esta es la
breve reseña de una visita que tuvo lugar en Chinchón, y de la que se hicieron
eco distintos cronistas, entre ellos, Carlos Alonso en su “Toros en Chinchón” y
Santiago Rodríguez Guillén en su estudio: “LOS ORÍGENES DEL SEÑORÍO DE CHINCHÓN
(De la Tierra de Segovia al marquesado de Moya)” recientemente galardonado con
el VII Premio de Investigación sobre Chinchón y su entorno.
Relator independiente.