CAPITULO
II. HAY QUE VOLVER AL COLEGIO.
Los niños de la posguerra también fuimos felices.
Tuvimos carencias y privaciones, pero también la alegría de nuestra niñez y las
expectativas de un tiempo que se prometía más próspero y con más oportunidades
para nosotros.
Uno
de los asuntos que tuvo que afrontar el nuevo Ayuntamiento fue la solución del
grave problema que había en la escolarización de los niños. La nueva legislación
en materia de enseñanza dicta el Estatuto del Magisterio Nacional Primario, y
de acuerdo con su normativa, el 20 de abril de 1948 se constituye la Junta
Municipal de Enseñanza, en la que están representados el Sr. Alcalde, el cura
párroco, el médico, un representante del Frente de Juventudes y otra de la
Sección femenina, un padre y una madre de familia y dos maestros.
Llegan
nuevos maestros y las clases se siguen impartiendo locales propiedad del
ayuntamiento como los de la calle de los Huertos y en casas particulares
alquiladas, como en la calle de Morata y la calle Grande, entre otras, que no
reunían las condiciones mínimas exigibles, pues carecían de patio de recreo e
incluso de instalaciones sanitarias.
Y
nos vienen al recuerdo doña Matilde y don Ramón, y lo digo por este orden no
por caballerosidad sino para determinar quién era el que mandaba en casa.
Vivían en la calle Morata, justo enfrente de la Posada del Arco; doña Matilde
era una mujer muy vistosa, rubia, muy simpática y siempre muy bien arreglada.
Don Ramón, su marido, era poca cosa, muy limpio, eso sí; calvo y, fuera del
colegio, poco hablador. Siempre iban juntos, los dos eran maestros y no tenían
hijos. Se decía, cuando los niños creían que no estábamos oyendo, que don Ramón
había sido “rojo” y que por eso habían tenido que venir desterrados a Chinchón.
Daban
clases particulares en su propia casa, en dos habitaciones con grandes
ventanales a la calle y con unas rejas de fundición muy artísticas; pero el
colegio oficial estaba en la calle Grande, donde hoy está el Mesón del Duende.
Allí los párvulos acudíamos hasta que se inauguró el Grupo Escolar.
Otro
de los maestros era D. Lorenzo Nava, que daba clase y vivía en la casa donde
ahora está el Parador de Turismo, con entrada por la calle de los Huertos,
donde también estuvo la biblioteca. Después fue nombrado director del Colegio
Hermanos Ortiz de Zárate y Delegado de la Falange de Chinchón.
Algunos
íbamos al colegio de don Fernando “El Cebollón” que tenía el colegio en una
casa de la Calle de Morata, frente a la calle Estepa, que cojeaba
ostensiblemente y que, de vez en cuando, nos hacía demostraciones de cómo andar
boca abajo, apoyándose en las manos. Tenía un poco de mal genio y era muy
exigente.
Los
profesores de entonces estaban plenamente convencidos de que “la letra con
sangre entra”, y si no con sangre, sí al menos con algún que otro palmetazo.
Don Ramón tenía una varita muy fina que blandía constantemente durante sus
explicaciones y que no dudaba en utilizar en nuestras diminutas manos cuando
creía conveniente.
Para
ser justos, habrá que convenir que estos castigos iban generalmente precedidos
de un “juicio” en el que el profesor era el fiscal, el juez y el verdugo; si
bien daba opción al acusado de aportar los datos que estimase en su defensa.
Cuando algún niño cometía alguna infracción a las reglas establecidas, bien a
petición del profesor o de algún alumno “perjudicado”, se organizaba el
“juicio” sumarísimo que servía de regocijo para todos, menos, claro está, para
el acusado. En honor a la verdad, don Ramón era, normalmente, bastante justo.
Dos clases de niños, antes de abrir el Grupo Escolar.
En
el colegio había mucha disciplina. Se entraba y salía de clase en fila. Se
rezaba un padrenuestro, un avemaría y un gloria al entrar y salir de clase.
Entonces no llevábamos uniforme, después en los Grupos, como se llamó siempre
el nuevo colegio, en párvulos teníamos unos “babis” blancos abotonados en la
espalda que teníamos que llevar siempre puestos. Todavía no me puedo explicar
cómo se las podían arreglar nuestras madres para que fuésemos siempre con ellos
limpios.
Y
así, doña Matilde emprendió la ardua tarea de enseñarnos a leer y a escribir.
El
10 de mayo de 1948 el Inspector de Enseñanza había manifestado al Sr. Alcalde
que las instalaciones de los colegios son malísimas y que es imprescindible
comenzar las gestiones para la construcción de un grupo escolar. El Sr. Alcalde
le dice que no lo tiene en olvido y que cuando terminen las obras en curso se
hará un grupo escolar.
En
el año 1949 se inician, por fin, las gestiones para la construcción del ansiado
Grupo Escolar, con la localización de los terrenos idóneos.
Se
compran distintas parcelas, de las que eran propietarios don Juan José Recas
Catalán, don Jesús Chamorro Luque, don Víctor y doña Josefa Camacho Sanz del
Negro, doña Engracia Merinero Moreno, don Joaquín López Franco, don Silvano
Villalobos Barranco, don Afrodísio Villalobos Castellano, doña Eufemia
Castellano Fernández-Sancho y doña Luisa Sotoca Castellano, conviniéndose el
precio de 3000 pesetas por fanega. También se compró una parcela de la que era
propietaria doña María Ignacia Álvarez de Toledo y Rúspoli, hija del marqués de
Miraflores, y condesa de Chinchón y otra de doña Laura Larroca Ortiz de Zárate.
Todos los propietarios dieron las mayores facilidades para que se pudiese
construir el grupo escolar.
Un
grupo de párvulos salen de excursión. Era la clase de doña Matilde y esa tarde
nos fuimos al campo a merendar.
La
población de Chinchón, al 31 de diciembre de 1950 era la siguiente: Habitantes
de derecho: 4.975. Habitantes de hecho: 4.880. Población escolar de 6 a 14
años: 361 niños y 342 niñas. Párvulos de 4 a 5 años: 51 niños y 58 niñas.
En
la reunión del 18 de junio de 1951, que celebra la Junta Municipal de
Enseñanza, se dan instrucciones para la utilización del nuevo Grupo escolar,
solicitándose la creación de una escuela de formación profesional en la
modalidad de "Corte y Confección".
El
día 18 de julio de 1951 se inaugura, por fin, el Grupo Escolar "Rafael y
Joaquín Ortiz de Zárate" de Chinchón. Ese día se celebraba en toda España
la conmemoración del 15º aniversario del "Glorioso Alzamiento
Nacional" y el Jefe del Estado, Excmo. Sr. Don Francisco Franco Bahamonde,
viene hasta Chinchón para hacer la solemne inauguración. Pero todo lo referente
a este acto ya os lo contaré después con más detalle.
Para
dar nombre a este Grupo Escolar se escogió el de los "Hermanos Ortiz de Zárate".
Éstos eran don Rafael Ortiz de Zárate, que fue Comandante de Ingenieros y don
Joaquín Ortiz de Zárate, Coronel de Infantería, que eran hijos del Coronel de
Ingenieros, natural de Chinchón, don Ramiro Ortiz de Zárate. Los dos titulares
del Grupo Escolar, murieron en batalla en los primeros meses de la guerra civil
española. Aunque sus méritos eran más de índole militar que educativos, la
elección se debió, sin duda, a que en aquellos tiempos primaban las hazañas
militares.
Para
adoptar este nombre, el Ayuntamiento tuvo que pedir autorización al Gobernador
Civil, y lo hizo un año después, el 6 de agosto de 1952, argumentando de este
modo su decisión: "Teniendo en cuenta que dicho Grupo Escolar ha de
funcionar bajo un título, y que para otorgarlo es norma tradicional darle el
nombre de personalidades relevantes de la Ciudad, en cuyo caso se encuentran
los Hermanos don Rafael y don Joaquín Ortiz de Zárate, ilustres y pundonorosos
militares, que con singular heroísmo dieron su vida por la Patria en nuestra guerra
de liberación".
El
7 de octubre de 1951 se trasladan oficialmente todas las clases al nuevo Grupo
escolar. El 7 de febrero de 1952 tomó posesión de cargo de Director interino
del Grupo Escolar don Lorenzo Nava Martín.
Esta es
la foto que todos conservamos. Delante del mapa de España, con el “Catón” en las manos y cara de niños
aplicados. Era el año 1951 y ya estábamos en el nuevo Grupo Escolar.
El
nuevo Grupo Escolar colmaba de largo las expectativas de los padres de los
niños que iban a ser escolarizados. El Colegio tenía dos pabellones
independientes, uno para las niñas y otro para los niños. Además tenía un
pabellón central que en la planta baja acogía dos aulas para los párvulos y en
la superior se ubicaron las instalaciones del "Frente de Juventudes",
que era la rama juvenil de "Falange Española", que en aquellos años
tenía una gran presencia política y social en España.
Cuando
se abre la nueva sede del Frente de Juventudes, supone un cambio cualitativo en
las posibilidades de ocio y deporte. Las instalaciones deportivas, como el
campo de fútbol, baloncesto, frontón y la piscina, son una novedad que ofrece
nuevas perspectivas para los jóvenes. Los juegos de mesa, el guiñol y la
música, eran otras posibilidades que se ofrecían a la juventud. Pero para poder
acceder a todos ellos era necesario afiliarse a la organización falangista, lo
que suponían tener que asistir a charlas de orientación política y exaltación
patriótica. Todos los actos se iniciaban con el canto de "Cara al
sol" formados con el brazo en alto, con el saludo fascista.
Estas
instalaciones deportivas estaba, lógicamente, al servicio del colegio: el campo
de fútbol, el campo de baloncesto de ceniza, el frontón y, sobre todo, una
piscina; lo que suponía un lujo excesivo a opinión de muchos padres.
Desgraciadamente la piscina no tardó en deteriorarse y solo nos pudimos bañar
en ellas poco más de dos o tres años.
Sobre
la cornisa de la fachada principal del Pabellón central del Grupo Escolar, años
después, se entronizó una estatua del Sagrado Corazón de Jesús.
Aún
recordamos cuando, allá por el año 1954, nos empezaron a dar en el recreo un
desayuno con leche en polvo que preparaban en grandes barreños, con pan y queso
de color amarillento, que mandaba Unicef. A mí me gustaba el queso, pero la
leche, menos porque estaba poco dulce; pero este desayuno a mediados de la
mañana nos venía muy bien para complementar la alimentación, no siempre
demasiado abundante, que recibíamos en casa.
El
conserje era Juanito Colmenar, que vivía en el mismo colegio, en una vivienda
que ahora se utiliza como “Casita de niños”. A nosotros, entonces, nos parecía
que tenía muy mal genio, pero en realidad, debía ser un santo para aguantar a
tantos niños juntos.
Y
a este colegio fuimos todos los niños y niñas de Chinchón. Mejor dicho, todos
los niños, porque las niñas aún disponían de la alternativa del Colegio de
Cristo Rey.
El Colegio de Cristo Rey fue otra
alternativa para las niñas de Chinchón.
Como
sabéis, en el año 1930 la Fundación Aparicio de la Peña había creado dos
colegios, niños y niñas, de educación católica; el primero regido por los
Hermanos Maristas y el segundo por las monjas de Cristo Rey, que tuvieron que
salir de Chinchón cuando empezó la guerra civil.
Terminada
ésta, volvieron sólo las monjas de Cristo Rey, para continuar su labor docente
con las niñas, y utilizaron el colegio que antes habían utilizado los niños en
la calle que ahora se llama, precisamente, de los Hermanos Maristas. Éstos no
volvieron después de la guerra, posiblemente porque algunos de los miembros de
la comunidad habían sido asesinados durante la contienda.
El
Colegio de Cristo Rey se mantuvo abierto varios años hasta que se abrió el
Instituto Libre Asociado.
Doña
Ana Toval Lermos, Directora del Colegio de las Niñas y del Servicio Social
Femenino. En el año 19633 se le concede el título de “Hija adoptiva de
Chinchón” La vemos en el centro de la fotografía en ese día. A su derecha, doña
Matilde.
Además
de los maestros mencionados, podemos recordar a don Marcelino Esteban, a don
José Pernas, al otro don José, al que nosotros le llamábamos “El Gordo”, a don
Gregorio y a doña Ana Toval Lermos que además era la directora del Servicio
Social para las niñas, y a la que, el año 1963, se le concedió el título de
“Hija Adoptiva de Chinchón”.
Continuará....