La tarde-noche del día 15 de agosto, en que se celebra en toda España el día de la Virgen bajo distintas advocaciones, se presentaba muy atractiva en Chinchón.
Se había programado un espectáculo inédito: una demostración de trashumancia. Estaba anunciada a las seis en punto de la tarde y desde unos minutos antes empezaron a llegar los caballistas a la plaza.
Los caballos perfectamente atalajados; los caballeros sin desmerecer a sus cabalgaduras y muchos de ellos provistos de garrochas, como mandan los cánones.
Después iniciaron su cabalgata hacia el camino de San Galindo, donde tenían su cita con las reses.
Hasta aquí, lo previsto. Lo que pasó a continuación, es bastante confuso y hay diferentes versiones de los hechos. Yo me había apostado en la explanada de la plaza de San Roque, para hacer las fotografías que iban a ilustrar esta crónica.
Según alguna de estas versiones, el ganado que llegó en camiones, venía acompañado por profesionales duchos en estos menesteres. Pero hasta allí llegaron también los caballistas aficionados, como he dicho muy bien ataviados, pero la mayoría, con escasa o nula experiencia en estos asuntos camperos.
El hecho es que entre todos no pudieron controlar a las bestias, que optaron por dirigirse a donde su libre albedrío les dictaba.
Como veréis en el reportaje fotográfico, tan solo uno de estos astados llegó hasta la plaza de San Roque, sin duda para venerar al Santo Patrono; otro, dicen, optó por el camino de Villaconejos y un tercero se acercó hasta el Nuevo Chinchón, no sabemos bien con que propósitos.
El resto de la manada permanecía en lugares desconocidos, y las noticias seguían siendo contradictorias.
A todo esto, llego la hora en que estaba anunciado el concierto en la Iglesia del Rosario. La entrada que registraba la iglesia era algo inferior a la que había en el previsto recorrido de la trashumancia, pero el ambiente apacible y placentero contrataba con el bullicioso de las calles aledañas y la plaza.
Durante una hora pude abstraerme escuchando al Grupo Fengari, compuesto por un teclado, dos violines y un chelo, que nos ofrecieron conocidas melodías clásicas del Barroco en el marco excepcional de la que fue capilla de los padres agustinos, que como todos conocen, ofrece una acústica perfecta para estos conciertos.
Después había que arreglarse deprisa para ir a la procesión, que hizo el recorrido por las calles de costumbre con la homilía del señor cura párroco y el acompañamiento de las autoridades civiles, religiosas y militares y de la reina de las fiestas y sus damas de honor.
Ya a las doce de la noche, se quemaron unos vistosos fuegos de artificio, a los que no asistí, pero me dicen que además de ser realmente vistosos, ofrecieron bellas imágenes sobre el castillo de Chinchón.
Pero, como he interrumpido mi crónica sobre lo ocurrido por la tarde, seguro que se están preguntando qué fue de los toros trashumantes.
Pero, como he interrumpido mi crónica sobre lo ocurrido por la tarde, seguro que se están preguntando qué fue de los toros trashumantes.
Durante toda la tarde-noche hubo rumores para todos los gustos y también informaciones tendenciosas, que en estos casos no suelen faltar, con noticias alarmantes que aseguraban que varias reses habían tenido que ser sacrificadas.
Estas tres fotografías son cortesía de una buena fotógrafa que tuvo la oportunidad de captar estas instantáneas.
Afortunadamente solo fueron eso, falsas alarmas que no se correspondieron con la realidad. Alguno de los bueyes tuvo que ser anestesiado, otros, según cuentan, volvieron solos donde les dejo el camión, y sobre todo, no hubo que lamentar ninguna desgracia personal.
He consultado a expertos y me aseguran que hubo varios fallos, que deberían haber sido previstos. El primero, y principal, permitir que personas totalmente ignorantes de estos asuntos, aunque les guste montar a caballo, participasen activamente en el mismo. Segundo, hacer un recorrido largo y sinuoso que propiciaba la huida del ganado. Tercero, no avisar que, aunque eran reses mansas, suponían un peligro potencial para muchos niños que andaban libremente por el recorrido en que iba a discurrir el cortejo.
En resumen. Pues hay opiniones para todos los gustos. Desde un rotundo fracaso, hasta una experiencia muy positiva que permitió deambular por los campos de los alrededores de nuestro pueblo en una tarde agradable, en la que el sol estuvo jugando para esquivar las nubes que hacían mas llevadero el calor que se podía presuponer en una tarde del agosto mesetario. Además no faltaron las muestras de satisfacción de los que se alegraban de que la novedad que este año presentaba el programa festivo hubiera sido un fracaso.
Y como colofón, la posibilidad de que se pueda repetir en años sucesivos, pero habiendo aprendido la lección y no permitiendo a los promotores que organizan estos eventos.que cometan los mismos errores.
Y, por último, dar gracias a nuestros santos patronos por evitar que este acontecimiento programado para la diversión no se llegase a convertir en una verdadera tragedia, ni que el nombre de nuestro pueblo apareciese en todos los telediarios para sonrojo de todos nosotros.
Personalmente, fue una tarde muy agradable,(sobre todo por el concierto) pero algo pesada para una persona de mi edad.( por todo lo demás)
Hablando ya en serio; hay quienes culpan de todo lo ocurrido a la Comisión de festejos y como responsables, al nuevo gobierno municipal, y tienen toda la razón; pero no por su falta de experiencia, sino porque, organizando actos con animales peligrosos, ésto es lo mínimo que puede ocurrir, y si no vean lo sucedido este mismo fin de semana en Valencia y Valladolid donde han muerto dos personas corneadas por toros y también ayer murio un joven corneado en un encierro de Navarra. (Con este fallecido en Lerín son ya siete las personas que han perdido la vida este verano por asta de toro en fiestas)
Así que hay una forma de evitar que vuelvan a ocurrir, no gastándose los dineros de nuestros impuestos en actos en los que existen riesgos evidentes, que después podemos lamentar todos, incluso sus partidarios.
Así que hay una forma de evitar que vuelvan a ocurrir, no gastándose los dineros de nuestros impuestos en actos en los que existen riesgos evidentes, que después podemos lamentar todos, incluso sus partidarios.
De Forges en El País de hoy.