En el año 2004 El Colectivo Fuente Para de Chinchón, publicó el libro "La Mojona" La Sociedad de Cosecheros de Vino, Vinagre y Aguardiente de Chinchón. 1853 - 1938, escrito por Manuel Carrasco Moreno, con subvención de ARACOVE, que se distribuyó gratuitamente. En varias ocasiones he hablado de este libro en el blog, pero hoy quiero contaros la versión novleada de lo que fue el nacimiento de esta Sociedad, en el año 1853, y que inicialmente se llamó:
La Avecindad de Cosecheros.
Todas las miradas se volvieron hacia el recién llegado. Don Nicolás Segovia, el escribano de actuaciones del Juzgado estaba exultante. Cuando llegó al centro de la sala, procurando que todos le pudiesen oír, se dirigió al camarero que se afanaba en ordenar el ambigú.
- Dionisio, sirve una copita de aguardiente anisado, a todos los presentes, yo invito.
Después, despaciosamente, como gustaba de actuar siempre, se fue acercando a cada una de las mesas para entregar un cigarro de fina elaboración, recién llegados de la fábrica de la mismísima Sevilla, a todos y cada uno de los que allí se encontraban.
- D. Atenodoro.... D. Carlos... D. Juan... D. Telesforo... D. Bernardino....
- ¿Qué celebramos, don Nicolás?
- El nacimiento de mi primer hijo.
- ¡Pues, enhorabuena!
- Y ¿Cómo le vas a llamar?
- Enrique. Le vamos a bautizar con el nombre de Enrique.
- Brindamos, con éste, que es el mejor aguardiente del mundo, por que el niño sea digno descendiente de su padre, y alcance la fama y la posteridad.
- !!Por Enrique Segovia Rocaverti!!
El orgulloso padre tomó asiento en la mesa donde don Carlos Vicente Camacho, el señor alcalde, departía animadamente con el señor cura, el notario, y el señor juez, mientras terminaban la enésima partida de dominó.
En la mesa de al lado, contrariamente a lo que era costumbre, no se jugaba ninguna partida, y los tres contertulios denotaban preocupación en el semblante.
- Bernardino, tú, mejor que nadie, sabes que es necesario tomar una determinación.
- Por supuesto, pero no estoy dispuesto a tener que asumir personalmente todo el riesgo. El año 1847 pujé en la subasta y el servicio se remató a mi favor por la cantidad de 46.026 reales. Al final no salí mal parado y, al menos, cubrí gastos. Pero este año, el Ayuntamiento se ha pasado y no se puede hacer frente a los sesenta mil reales que es el importe mínimo de licitación. Y eso han debido pensar todos, porque la subasta ha quedado desierta por dos veces.
- ¿Y qué vamos a hacer, ahora, los cosecheros?
- La pregunta quedó en el aire y los tres hombre mirando la copita de aguardiente que les había invitado el escribiente del Juzgado, como buscando una respuesta que todos sabían difícil de encontrar. Don Juan de Mata, don Telesforo González y don Bernardino Aparicio sabían que ésta era la mayor preocupación de todos los cosecheros de vino de Chinchón.
El problema, realmente, era importante. Con la aplicación de las leyes desamortizadoras de Mendizábal, además de bienes y propiedades se habían quitado, también, muchos derechos a los nobles y a la Iglesia. Entre estos derechos estaban los derechos de Fiel Medidor, Pesos, Medidas y Correduría que, en Chinchón, había comprado nada menos que el conde don Luis Jerónimo por el precio de mil ducados, recayendo después aquellos en su hijo don Francisco Fausto.
Por disposición de éste, a su muerte en el año 1665, quedaron dichos oficios enajenados de la Corona, en poder del Cabildo de Capellanes de la capilla de la Piedad y comunidad de religiosas franciscanas de esta villa.
En varias ocasiones, el Concejo intentó adquirirlos, consiguiendo comprar en el precio de veintiséis mil reales el derecho del Peso Grande, por escritura ante el escribano Antonio Blanco de Salcedo, el 6 de abril de 1678; pero deseando disponer también de los otros, no perdonó medios para lograrlo, originándose por este motivo pleitos durante muchos años, con el Cabildo de Capellanes; hasta que por resolución Real, en 30 de diciembre de 1831, le fue concedido el arbitrio que tenía solicitado de “Sacar a buena luz, liar o enaldar y cargar las corambres de vino, vinagre, aguardiente y aceite”. Pagando los compradores por estos servicios ocho maravedíes por arroba. El Cabildo de Capellanes trató amistosamente con la villa, dándose cuenta, el 13 de junio de 1832, de haberse reunido los derechos de las dos corporaciones, partiendo por mitad las utilidades.
Así continuó subastándose durante varios años estos servicios, hasta la incautación por el Estado de los bienes eclesiásticos -Desamortización- . Dándose cuenta en sesión de 22 de marzo de 1843 de “haberse concedido a esta villa el arbitrio de medir los líquidos, para con su importe hacer un camino al puente nuevo de Arganda, cubiertos que sean los salarios de médico y cirujano”. Quedando por tanto dueño el Ayuntamiento de todos los derechos que dos siglos antes adquirió el cuarto conde.
- Si ya sabía yo que eso de quitar a la Iglesia los derechos de medida iba a ser, a la larga, un problema para todos nosotros.
- Bueno, gracias a que el arbitrio pasó al municipio, se ha podido terminar el camino a Madrid, por el nuevo puente que han hecho en Arganda.
- Sí eso fue hace diez años, y según tengo entendido se ha recibido notificación en el Ayuntamiento de que, como se han terminado de pagar todos los gastos, quedan suspendidos los arbitrios de mojona, degüello y derechos de pesos y medidas y romana, ya que se habían propuesto sólo y exclusivamente para hacer ese camino.
- Además, ya se sabe que todo lo que está en manos públicas termina funcionando mal.
- Pues tenemos que pensar algo y pronto, porque de otra forma no sé quien se va a encargar de medir el vino, cuando lleguen los arrieros.
- Podíamos preguntar al alcalde si han pensado algo en el Ayuntamiento.
Fue Juan Mata quien se acercó a la mesa de al lado y le pidió al alcalde que se hiciese el favor de unirse a ellos, porque tenían que hacerle una consulta.
- No, en la Corporación no hemos pensado nada concreto. Como sabéis se ha declarado desierta la subasta por segunda vez, y por lo que he podido deducir no hay mucho interés en que el ayuntamiento se haga cargo de dar este servicio.
- Pues ya nos dirás que podemos hacer nosotros.
- Tú, Bernardino ya tienes experiencia, podíamos negociar una rebaja en la cantidad de licitación y te adjudicamos a tí el servicio.
- No, Carlos, tengo muchas cosas en las que pensar y no quiero más complicaciones...
- Pues a mí no se me ocurre nada. Mandad un escrito al ayuntamiento solicitando una reunión de todos los cosecheros y a ver si, entre todos, encontramos una solución. Mañana mismo hay una reunión y, si tenemos vuestro escrito, me comprometo a darle curso inmediatamente.
Pidieron un servicio de escribir al camarero, y allí mismo, en el velador del casino, redactaron el escrito:
“En Chinchón, a diecinueve de marzo de 1853.
Sr. D. Carlos Vicente Camacho.
Alcalde constitucional del Excmo. Ayuntamiento de Chinchón.
Muy señor nuestro y estimado amigo:
Enterados de que no se ha presentado ninguna puja para la subasta del servicio de mojona para el presente año, y que en atención a que S.M. se ha servido declarar cesen los arbitrios del camino, ruegan a ese Ayuntamiento se sirva convocar una reunión general de los cosecheros para tratar del asunto del servicio de mojona.
Firmado: Bernadino Aparico, Juan de Mata y Telesforo González.”
Efectivamente, en la reunión del ayuntamiento del día siguiente se acordó convocar a todos los cosecheros de vino, vinagre y aguardiente, a una reunión para el día 28 de este mismo mes.
La actividad entre todos los cosecheros fue frenética durante aquella semana. Los tres firmantes de la solicitud no pararon de mantener contactos con todos los principales terratenientes de la localidad. Los Carretero, los Ortiz de Zárate, los del Nero, los Camacho, los Recas, los Peña, los Galán, etc. etc., fueron visitados y oídas sus opiniones. También se pusieron en contacto con el señor marqués de la Corona y el representante del Cabildo de Capellanes que eran importantes cosecheros de vino.
El casino fue, durante estos días, el centro de operaciones. Se dejaron las partidas de dominó, ante la contrariedad del boticario que tuvo que contentarse con hacer aburridos solictarios con la baraja, y se formaron animadas tertulias en las que cada uno exponía su opinión.
- ¡No entiendo a qué viene tanta preocupación! Comentaba en voz baja el boticario, cuando por enésima vez le había fallado el solitario.
Y la preocupación estaba plenamente justificada. Durante los últimos años se había propiciado una política de plantación de vides en la localidad, y la producción había crecido espectacularmente. Tanto, que se había convertido en la principal riqueza del pueblo. La creciente demanda de vino en la cada vez más industrializada capital hacía que la actividad de venta al por mayor de vino, vinagre y aguardiente creciese de día en día.
La venta al por mayor requería la medida previa del vino, pero tambien su embasado, traslado desde las profundas cuevas y carga de embases y corambres en los carros y caballerías que lo tenían que trasladar a su destino. Este servicio, imprescindible para la venta, era el que había salido a subasta, y a la que nadie había pujado, por lo que había quedado desierta.
- Pues a mí se me ocurre que si nadie lo quiere hacer, no tenemos más remedio que hacerlo nosotros mismos...
- ¡No te veo yo a tí cargando con los pellejos desde la cueva..!
Todos rieron la chanza.
- No os riáis; don Tomás tiene razón. Nosotros podemos encargarnos de organizar este servicio. A nosotros, más que a nadie, nos interesa.
- Podríamos hacer una sociedad, como la que existió hace unos años... se llamaba... Sociedad Económica de Amigos del País...
- Sí, yo recuerdo haber oído hablar a mi abuelo de ella...
- Pero aquello fracasó... Tenían muy buenas intenciones, pero al final no pudieron hacer casi nada...
- Esto sería distinto. Podíamos copiar la idea, pero hacer un proyecto más realista, más práctico...
- De alguna forma ya existen las normas que regulan su funcionamiento, y con una buena administración, hasta podría ser muy rentable...
Los allí reunidos siguieron aportando sugerencias. Habría que conseguir que el Ayuntamiento les cediese los derechos de medida; a cambio ellos pagarían un canon anual y se encargarían de la reparación de calles, caminos y puentes de la localidad. Con ello facilitarían, también, el acarrero de sus productos. Esta sociedad serviría además para lograr la unión de todos los cosecheros, y así poder defender mejor sus intereses...
- Yo pienso que se debería llamar “Avecindad de Cosecheros de Vino, Vinagre y Aguardiente de Chinchón”.
Cuando terminó la reunión, todos estaban exultantes. Eran conscientes de haber asistido al nacimiento de una organización que tendría una larga y provechosa vida. Una sociedad que haría obras de gran importancia para el futuro del pueblo. Una sociedad cuya influencia sobrepasaría a su propia existencia y cuya memoria perduraría en la historia.
Unos días después, el 7 de abril de 1853 se constituía la Avecindad de Cosecheros que en el año 1896 se constituyó legalmente como “Sociedad de Cosecheros de vino, vinagre y aguardiente de Chinchón, y que fue conocida popularmente como “La Mojona”.
Gracias a esta decisión, cambió la fisonomía de Chinchón; se construyeron caminos y puentes, se canalizaron fuentes y manantiales, se urbanizaron las calles, colaboraron en la llegada del tren hasta el pueblo, edificaron un teatro y estuvieron presentes para paliar necesidades que surgían por guerras y epidemias.
Tenían motivos para sentirse satisfechos de haber participado en el nacimiento de esta organización.
Después se fueron formando corrillos, en los que las conversaciones de los allí reunidos se hicieron diversas.
- ¿Qué piensas de la situación política?
- Se habla de nuevos pronunciamientos. No, las cosas no van bien.
- Me han dicho que han recibido noticias del hijo del tío Juan Hortelano; sí, de mi amigo Benito.
- Creo que está en Buenos Aires, ¿no?
- Sí. Ahora, parece, que allí ha sentado, por fín, la cabeza. Ha conseguido llevarse a su mujer y a sus hijos y está muy bien considerado. Tiene en proyecto crear un diario que piensa llamar “La España”, y, según me han dicho, ha empezado a redactar sus memorias, que sin duda serán interesantes, si cuenta todas las aventuras que ha vivido...
- Y, ¿cómo te ha ido, este año, la cosecha de aceite...?
- El año que viene hay cambio de alcalde...
- ¿Te has enterado que la Juanita, la del tío José, habla con el hijo del guardicionero?
Nota: La primera ilustración corresponde a una vista de Chinchón en el año 1917 que aparece en la orla del pergamino en el que se nombra Hijo adoptivo de Chinchón a don Joaquín Ruiz Jiménez, entonces Ministro de la Gobernación.
Nota 2. Esta es una de las historias que se recogen en mi libro inédito "Chinchón Mágico. Historias y Leyendas"