Muy pocos conocían su existencia. Allá por los años 90 del siglo pasado, en época de máximo esplendor en el crecimiento y rentabilidad de Caja de Madrid, los nuevos dirigentes de la Caja, que habían colocado los partidos políticos, pensaron que dado que el emblema de Cajamadrid era un oso, lo que procedía era comprar un verdadero oso pardo oriundo de los montes del norte y criarlo como insignia y representación viviente de la Entidad.
Encontraron uno, creo que en Somiedo, lo compraron de forma clandestina, claro está, mandaron que lo adiestrara el domador de un circo y lo confinaron en el Zoo de Madrid, con el que tenían abierta una linea de financiación.
Sólo salía del Zoo con motivos de celebraciones importantes, como el día Universal del Ahorro, el aniversario del Monte de Piedad y la fecha del nacimiento del Padre Piquer.
Cuando las cosas empezaron a ir mal, los gastos que ocasionaba la manutención del oso empezaron a no ser asumibles por la Entidad y los responsables tuvieron que tomar una drástica y dolorosa determinación.
Una fría noche de invierno dieron orden a los responsables del Zoo de Madrid para que trasladaran al oso hasta el monte del Pardo y le soltasen a su libre albedrío.
Por otra parte, don Miguel Blesa, y todo el consejo de administración, salieron totalmente pertrechados con el armamento adecuado para dar fin a la vida del pobre plantígrado que andaba totalmente despistado en unos parajes tan desconocidos para él.
Guiados por un gran reflector localizaron al oso en un claro entre encinas y todos dispararon sus armas por lo que era difícil determinar quien era el que había acabado con la vida del animal. Se podría decir que entre todos le mataron y él solo se murió.
El Consejo de administración, por unanimidad acordó que sería su presidente, el Sr. Blesa, el que tendría el honor de figurar en la foto oficial, como el que acabó con el oso de Cajamadrid.