Matilde ya estaba plenamente convencida de que era necesario luchar para salvar su matrimonio. Incluso era posible que lo de las infidelidades de su Jose no fuesen más que figuraciones suyas. Había descartado a Gloria como adversaria y se dedicó a urdir un plan de seducción para atraer de nuevo a su marido. Tenía que ser sutil para que él no sospechase nada.
El viernes, en la oficina, salió a tomar café con Adela.
- Me han dicho que el Parador de Chinchón está de miedo, y además hay un montón de restaurantes donde se come muy bien...
- Yo también lo había oido... y además está a un paso...
- Me contó mi cuñada que la piscina está muy cuidada y que el jardín es muy romántico...para tomar una copa por la noche...
- Se me está ocurriendo... ¿Qué vais a hacer vosotros este fin de semana?
- ¿Nosotros?,... nada especial.... ¿Estás pensando...?
- ¿ Por qué no? Ahora mismo llamamos a ver si hay habitación...
Cuando volvieron a la oficina, aprovechando que sus maridos no había vuelto aún de una reunión, entraron en el despacho de Manolo, y cerraron la puerta.
- Sí, dos habitaciones para este fin de semana... Bueno, si no es posible... aunque sólo sea para la noche del sábado.... Sí, sí... ¡perfecto! ... a nombre de Remajo, Sociedad Anónima... Sí,... podíamos decir que es una especie de convención... pero sólo dos habitaciones dobles... Muchas gracias... hasta mañana... Ya está...
- A Jose no le gustan las sorpresas... no sé cómo se lo va a tomar...
- No te preocupes... al fin y al cabo, esto se me ha ocurrido a mí... Como a Manolo le encantan estas cosas, si es necesario, él se encargará de convencerle...
Su estrategia le había salido perfecta y su marido no puso ningún inconveniente a la idea de la mujer de su socio...
A Jose le venía bien esto de cambiar de aires, para olvidarse de su "pequeño" desliz... y pensó que la acogedora habitación del Parador sería un buen escenario para "hacer los deberes" de ese mes...
A las doce de la mañana, puntualmente, Manolo tocaba el claxon de su Audi 5 en la puerta del chalet de Rivas de donde, en un par de minutos, salieron su socio y amigo Jose y su esposa Mati, que aparecía exultante, portando una pequeña maleta.
- Jose, pasa tú delante con Manolo; Matilde y yo vamos detrás. - Adela se había bajado del coche y abrió el maletero - Pon aquí la maleta... Hoy Mati, estás guapísima... pero no traes mucho equipaje...
- Ya sabes, lo imprescindible... los cepillos de dientes... un "picardias" y poco más... - bromeó Mati mientras se acomodaba en el coche y guiñaba el ojo a su amiga.
-¡Uy, Jose, cómo vienen las mujeres! Me parece que vamos a tener que hacer horas extras este fin de semana...
El viaje era corto y en poco más de treinta minutos estaban recogiendo las llaves de las habitaciones 15 y 18, en el primer piso, con vistas al jardín, que eran acogedoras, pero que se adivinaba que antes debían haber sido las celdas de los monjes agustinos que habitaron el convento que ahora se había rehabilitado como Parador de Turismo.
Reservaron mesa, para las dos y media, en el comedor "El bodegón" para degustar un típico "cocido de taba" y salieron a dar un paseo por los soportales de la Plaza Mayor. Con la visita a la Iglesia Parroquial, antigua capilla de los Condes, para admirar el cuadro de la Asunción que pintó Francisco de Goya, y hacerse una fotografía en la citarilla de la Plazuela de Palacio desde donde se divisaba una panorámica de todo el pueblo, con el Castillo al fondo, volvieron de nuevo a la plaza para tomar unas "gambas a la gabardina" en el Bar "La Villa".
Aunque el abundante almuerzo podría aconsejar una siesta reparadora, las dos mujeres acordaron bajarse a la piscina para tomar el sol y los maridos prefirieron quedarse tranquilamente en una mesa del claustro tomando un segundo café y un chinchón con hielo.
- ¡Qué envidia me das, Adela, el biquini te sienta muy bien!
- Tú también estas mucho mejor, - mintió - la dieta de las uvas te ha ido muy bien... incluso tienes mucho mejor el cutis...
Lo del cutis era verdad, porque Mati siempre había tenido una piel hidratada que le daba un aspecto más juvenil, pero ni el más fino observador podría apreciar los efectos del régimen que desde hacía dos semanas había iniciado a base de uvas y leche... aunque, bien es verdad, que se lo había saltado en infinidad de ocasiones.
El sopor del rioja mezclado con los garbanzos y el agradable calorcillo de los rayos del sol tamizados por las ramas de un álamo predisponía a las confidencias y pasados los primeros momentos dedicados a las mutuas alabanzas, Matilde se incorporó y preguntó a su amiga a bocajarro:
- ¿Cada cuanto tiempo haceis el amor?
Le cogió tan de improviso la pregunta que no supo reaccionar y le contó la verdad. A partir de ese momento el nivel de sinceridad fue creciendo y ya no sólo hablaron de frecuencia, sino de calidad, métodos y posturas... para terminar con sueños eróticos y deseos inconfesados.
Aunque se conocian desde hacía muchos años nunca pensaron ninguna de las dos que podrian hablar con tanta naturalidad de estos asuntos... y durante tanto tiempo, porque cuando quisieron darse cuenta, una señorita muy mona, que era la socorrista, les informó que eran las ocho de la tarde, que se podían quedar todo el tiempo que quisieran en el recinto, pero que ya no se podían bañar.
Cuando subían a sus habitaciones se encontraron con sus hombres que después de agotar los temas de fútbol, de toros y de mujeres... habían terminado haciendo un miniconsejo de administración y estaban ahora con el plan táctico de la empresa para el segundo semestre del año. Ninguno de los dos intuyó la verdadera causa del arrebato que se podía observar en la cara de sus mujeres y pensaron que sería porque se habían expuesto demasiado al sol.
- Vamos a darnos una ducha... ¡que tenemos un calor...!
- ¡Sí, sí que estamos calientes..! - dijo, casi al oido, Adela a su amiga.
Matilde, debajo del chorro de agua casi fria, iba notando que todo su cuerpo se iba normalizando y decidió pensar en otras cosas para tranquilizarse... porque era mejor dejar la "bacanal" para la noche...
- ¿ Te has dado cuenta de lo bien que les sienta Chinchón a estas mujeres?
Efectivamente, las dos tenían un "algo" que les hacía estar radiantes y como que sus mentes estaban ausentes del plato de jamón ibérico, de las patatas al "revolcòn" y de la merluza a la romana que Isidoro, el amable maitre, les había recomendado en el Restaurante de la Balconada, y que realmente estaban pensando en otra cosa...
- A mí estas patatas... me gustan... lo del "revolcón" es un hallazgo...
- Porque hemos comido el cocido y es por la noche... pero a mí... como unos huevos fritos con chorizo...
- A mi marido, en cambio, lo que más le gustan son las almejas...
- ¿A la marinera?
- No, al natural...
Las natillas con arrope y unas copas de limoncillo, obsequio de la casa, precedieron a la nota que les presentaba el camarero mientras el reloj de la torre cercana desgranaba lentamente doce campanadas...
- Nos tomamos una copa en el jardín y nos vamos a dormir...
- Déjate de copas, que no hemos dormido siesta y estoy muy cansada...
Afortunadamente para Matilde, no hubo opción a la copa porque, cuando llegaron al Parador, les informaron que el bar cerraba a las doce, con lo que los dos matrimonios recogieron las llaves de sus habitaciones y se dirigieron al primer piso.
- Mañana nos vemos en el comerdor, para el desayuno...
- Que paseis buena noche...
- A ver qué vais a hacer, que estamos en un convento...
Mientras Matilde entraba en el baño con un pequeño neceser, Jose se desnudó, se puso la camisa del pijama y se metió en la cama. Las cañas del aperitivo, el rioja de la comida, el anís, los tres güisquis de la sobremesa, el ribera del Duero de la cena y las dos copas de limoncillo hubiesen tumbado a cualquiera menos acostumbrado al alcohol, no obstante, a él también le empezaban a hacer efecto y aunque se había mentalizado a que esa noche debía cumplir con su débito marital, la tibia brisa que entraba por la ventana entreabierta era una invitación a dejarse llevar por el placentero sopor que estaba invadiendo todo su cuerpo.
El espejo del lavabo reflejaba la exuberante figura de mujer que hacía recordar a una de las gracias de Rubens, apenas velada por las sutiles transparencias de un minúsculo camisón que, según le había comentado la amiga de su amiga, era lo más sugerente que, ahora, se podía comprar en Paris. Lo complementaba una braguita de encaje... y unas gotas de esencia de sépalos de "la flor del paraiso" que había comprado en la medina de Túnez el verano pasado, y que se aplicó cuidadosamente en las partes más íntimas y recónditas de su cuerpo.
Abrió cuidadosamente la puerta del aseo para escenificar su aparición. Tan solo estaba encendida una de las lámparas de la mesilla de noche y el reflejo de la alfombra tamizaba la luz de un color púrpura que acentuaba la sensualidad de la figura. No apagó la luz del aseo para que el contraluz perfilase las lineas de su cuerpo... En el hilo musical sonaba, tenue, un vals de Tchaikovsky...
No habría tardado más de diez minutos... pero su marido, tumbado sobre la cama y con cara de fraile satisfecho, se había abandonado en los brazos de morfeo...
- ¡Eh... Jose.... despierta...!, susurró Mati.
Tuvo que repetirlo tres veces, aumentando el volumen progresivamente.
- ¿Si...? ¿Cómo....? ¿Eh...?
Se incorporó en la cama... primero abrió unos ojos como platos... después se los restregó con la punta de los dedos... luego se quedó inmóvil... por último fué apareciendo una especie de sonrisa en su rostro mientras se le inflaban los mofletes... y una sonora carcajada retumbó en las ancestrales piedras, de lo que había sido una celda monacal, más acostumbradas a los rezos de los frailes....
-Pero, ¿qué te pasa..?
- No, nada.... es que.... ja...ja....ja....
La tos se le mezclaba con una risa que se volvió histérica...
- Jose, no me asustes... te vas a poner malo.... ¿ qué te pasa, por favor...?
- No... si es que.... ja...ja... si es que.... con esta música... al verte aparecer....ja...ja... con ese camisón.... ja... ja... me has recordado.... ja..ja...a la hipopótama de la película Fantasía..... ja...ja...
Mientras el cerdo de su marido se revolcaba en la cama, se vió a ella misma, allí en el centro de la habitación... con aquel ridículo camisoncito transparente que sólo la imbécil de su amiga Carmencita le podía haber animado a comprarse...puede que estuvise un poco rellenita... bueno... gorda... pero llamarla ¡hipopótama!.. Cogió la blusa que antes había dejado sobre una silla, se la puso por encima tratando de taparse un poco y se dejó caer sobre el suelo... se sentía ofendida, mancillada, humillada... sucia y deforme... y un llanto silencioso, como nunca en su vida le había pasado, se fue apoderando de todo su ser...
-¡Por Dios, Matilde, no te ofendas.. sólo era una broma...¡Perdóname...! Estás preciosa.... Venga... no seas tonta...
- ¡No se te ocurra tocarme...! ¡ Cerdo...!
- Mati, por favor...
- Te he dicho que no se te ocurra tocarme... - y se levantó como por un resorte - No tienes ninguna sensibilidad...ni educación... aunque no sé por que me extraño.... ¿qué se puede esperar del hijo de una verdulera arrastrada..?
- Matilde... no te metas con mi madre...
- ¿ Qué vas a hacer, si no... pegarme..? ¡Anda, valiente... a eso sí puede que te atrevas... ¡Tu madre es una verdulera y tu padre un cretino... y tú...un cabrón, hijo de puta!
- Vale, ya... vamos a dejarlo...
- Con que vamos a dejarlo... sí, ¡vamos a dejarlo... pero para siempre..!
- No digas nada, que te estás poniendo histérica y luego te vas a arrepentir...
-¿Yo histérica...? ¿ Yo histérica...? y tu un grasiento cerdo impresentable ... que sólo en pensar que me vas a tocar, me dan naúseas... No me explico cómo algunas pueden dejar que las toques... como no sea porque las pagas....
- Mira mona, ¡hasta aquí hemos llegado..! siempre has sido una inútil y una niñata consentida que nunca ha servido para nada... Hasta mi madre ha tenido que criarte a tus hijos porque de lo único que te has preocupado siempre es de ponerte a régimen para llegar a convertirte en lo que ahora eres:¡una hipopótama!
- Yo seré una hipopótama... pero tu eres un maricón impotente... que ya no se te levanta ni con un kilo de viagra...
- Eso es contigo... que pareces un saco de patatas... hay muchas que pueden atestiguar lo contrario... si quieres te hago una lista...
- Estaba segura... estaba segura que siempre me has engañado... eres un cabrón...
Se encerró en el cuarto de aseo..., durante más de una hora estuvo sollozando a oscuras... en el silencio de la noche le pareció empezar a oir unos resoplidos que pronto se convirtieron en sonoros ronquidos.
- A ese cerdo pronto se le ha pasado el disgusto - pensó - pues se va a enterar...
Encendió la luz, se lavó la cara, se dió un poco de maquillaje para disimular la hinchazón de los ojos, se vistió, cogió el monedero y el móvil, se puso las gafas de sol y salió de la habitación sin hacer ruido... el cerdo seguía resoplando.
- Señora, ¿le pasa algo?
- No, nada... ¿Sería posible conseguir un taxi a estas horas?
- Espere un momento, voy a ver si hay libre alguno de aquí.
- Si tiene que llamar a Madrid, hágalo... yo espero.
- Si, es de la recepción del Parador..., sí de aquí de Chinchón... Señora, ¿ dónde quiere ir...?
- A Rivas Vaciamadrid.
- Es una señora que quiere ir a Rivas... sí ahora mismo... de acuerdo... yo se lo digo... Señora, me dice que le tiene que cobrar también la vuelta..
- No hay problema.
- Que vale... hasta ahora.
Hacía una noche espléndida. Eran las dos y media de la mañana y Matilde salió a la puerta del Parador a esperar el taxi. Una ráfaga de aire fresco le alivió la congestión que le subía hasta la cabeza.
Durante los veinte minutos que tardó en llegar el coche sólo un pensamiento se repetía machaconamente:
- Esto sí que ya no tiene remedio.