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jueves, 29 de mayo de 2014

IRENE COMENDADOR, OTRA ESCRITORA DE CHINCHÓN.


También con motivo de la Feria del libro en Chinchón, se dio a conocer de manera oficial otra escritora, también paisana nuestra: IRENE COMENDADOR.


Irene, además de escribir relatos de temas diversos, edita un blog que ha titulado:
"IRENE COMENDADOR", que puedes encontrar en este enlace:


Ella lo presenta así:
BIENVENIDOS
Hola a tod@s y gracias por visitar mi humilde página, espero que os guste.
Aquí publicaré mis escritos, pensamientos y toda clase de lecturas relacionadas con la literatura. Admito todo tipo de comentarios y sugerencias, por supuesto siempre con respeto.
IMPORTANTE:
*Lo publicado aquí es ficción y de mi autoría.
*Yo no reseño libros, hago únicamente recomendaciones personales.

Allí nos cuenta los libros que tiene publicados:
E

Y nos invita a leer su ultimo libro de relatos eróticos:


Pero es mejor que entréis directamente en el blog para conocer todos los detalles que ella misma nos cuenta.
Desde "El Eremita" mi bienvenida y mi deseo de muchos éxitos.

jueves, 22 de mayo de 2014

"EL OTRO SENTIDO DE LA VIDA" un relato de MIGUEL MANQUILLO GARCÍA.


Con motivo de la Feria del Libro celebrada en Chinchón el pasado fin de semana, nos enteramos de la publicación de un extenso relato titulado "El otro sentido de la vida" del que es autor nuestro paisano Miguel Manquillo García.

"El otro sentido de la vida" es un relato de Andrés García, vecino de Chinchón. El protagonista se convierte en narrador de su propia historia, en la que relata los entresijos y vicisitudes de su trayectoria vital. Como telón de fondo se encuentran los acontecimientos históricos de la época en España; tales como la Guerra de la Independencia y las Guerras Carlistas. Entretanto, impulsado por los hechos que van marcando su vida, Andrés trata de encontrar la explicación a su existencia, lo que él denomina “el sentido de la vida”.

Publicado por Editorial: ARTGERUST.COM en este mismo año, se puede conseguir en papel y como libro electrónico.,
Nuestra felicitación al autor, deseándole mucho éxito en su andanza literaria.

Nota. Ya está incluido en el apartado de "CHINCHÓN ESTÁ EN LOS LIBROS" de este blog.

viernes, 18 de abril de 2014

NOS QUEDAN "CIEN AÑOS DE SOLEDAD"



HA MUERTO GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ.

El escritor colombiano Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura en 1982, ha fallecido a los 87 años de edad en su casa de Ciudad de México.


«Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.» 


PRIMERA EDICION EDITORIAL. Publicado Por Hyspamerica, En Buenos Aires, 1982. Tapas Duras, Simil Piel, Con Dorados. 

sábado, 1 de marzo de 2014

"YO SOY EL QUE SOY"

Aunque prefiero siempre publicar originales, tanto en textos como en fotografía, hay veces que leo algo o veo fotos que me hubiera gustado escribirlo o haberlas hecho yo. Por eso, de vez en cuando, os dejo algunos textos que leo y que me parecen interesantes. Esto es lo que me pasó el pasado viernes, cuando leí este artículo de Juan José Millás que, como siempre, nos deja una visión diferente e interesante de una noticia que ya había sido tratada por la mayoría de los medios de comunicación.


JUAN JOSÉ MILLÁS, 21 FEB 2014 en El País.


Si hemos entendido bien el anuncio lanzado estos días por Coca-Cola a toda página, resulta que Coca-Cola no es Coca-Cola, de ahí que carezca de responsabilidades en los despidos que Coca-Cola pretendía llevar a cabo en algunas de sus plantas embotelladoras. Jamás se nos pasó por la cabeza, la verdad, que Coca-Cola no fuera Coca-Cola. Nunca el capitalismo indefinido se había expresado con esta claridad. Pero tal es el quid de la cuestión. Las grandes marcas, sin dejar de ser ellas, podrán no serlo en el futuro cuando las circunstancias así lo requieran. Es como si yo, que soy Juan José Millás, dejara de serlo cuando me pillaran atracando una mercería. Tras la acusación policial, lanzaría un comunicado de siete u ocho puntos explicando a la opinión pública que Juan José Millás no es Juan José Millás. Pidan ustedes responsabilidades por el atraco a la planta embotelladora de Juan José Millás.


Ahora bien, mucho me temo que esta nueva modalidad de existencia consistente en ser y no ser al mismo tiempo quedará reservada para las grandes fortunas. Las clases medias no dispondremos de medios para el alquiler de avatares que nos hagan el trabajo sucio. Si usted necesita romper con su cónyuge tendrá que hacerlo sin intermediarios. No le será posible ser sustituido por una planta embotelladora contratada para estos fines. No podrá solicitar el divorcio asegurando que usted, Francisco López García, por poner un ejemplo, no es Francisco López García en el momento de la ruptura. “Yo soy el que soy”, le dijo Dios a Moisés. Esta frase posee una carga semántica de tal naturaleza que ha recorrido los siglos siendo objeto de multitud de interpretaciones. Nadie había sido capaz de superarla. Nadie, excepto Coca-Cola, que al decir “Yo soy la que no soy”, ha colocado el listón en un lugar imposible de superar incluso para Dios.



sábado, 25 de enero de 2014

JUAN GELMAN: VERSOS CONTRA LA DICTADURA.

A Juan Gelman le entregaron el Premio Cervantes en  Alcalá de Henares, 23 de abril de 2008.



  • Juan Gelman
    Poeta

  • Publicó más de veinte libros de poesía entre 1956 y su muerte a principios de 2014. Gelman recibió el Premio Cervantes en 2007, el más importante de la literatura española.Wikipedia 

  • Nacido : 03 de mayo 1930, Buenos Aires, Argentina

  • Murió : 14 de enero 2014
  • martes, 5 de noviembre de 2013

    "1898-1965: TIEMPOS DE AMARGURA". LA VERSIÓN ÍNTEGRA (SIN CENSURA) DE "LOS VELOS DE LA MEMORIA"

    ¡¡SE PUBLICA LA "NUEVA" NOVELA 
    DE MANUEL CARRASCO!!
    - en formato digital -
    "1898-1965: TIEMPOS DE AMARGURAS"

    Hoy quiero compartir con todos vosotros esta nueva versión íntegra y sin censura de "Los Velos de la Memoria".




    "1898-1965 TIEMPOS DE AMARGURAS" 
    Es la apasionante historia de dos mujeres: doña Margara y la Rosa. Dos mujeres que nunca llegaron a cruzarse, pero que vivieron siempre unidas por un hombre despótico, egoísta e inmoral y por tiempos de amargura, de violencia, de venganzas y dolor.
    Desde finales del siglo XIX a mediados del XX nos muestra la sociedad de una España fracturada y de un pueblo recóndito en el que se vivían todas las vicisitudes de unos tiempos difíciles para casi todos.
    La podéis leer pinchando en la portada que está entre "Mis  libros de ficción" o a través de este enlace:


    Dice el prólogo:

    Esta novela que el autor ha titulado ”Tiempos de amarguras ” es realmente la compilación de las dos novelas de “Los velos de la Memoria” que en su primera parte tenía el subtítulo de “Historia del Solar” y en su segunda “El Amo”. Había pensado el autor hacer una tercera entrega que titularía “La heredera”, pero siguiendo las sugerencias de algunos lectores, decidió reescribir las dos primeras partes de la trilogía y la parte que ya tenía escrita de la tercera para formar una sola novela.

    Cuando he leído esta “nueva” novela me ha parecido otra diferente. Contada la historia desde una perspectiva cronológica, los personajes adquieren una nueva dimensión y las protagonistas de las dos partes anteriores mantienen un enfrentamiento que se hace mucho más patente, mas real, y mucho más sugerente.
    Pero es mejor que cada uno de los lectores hagáis vuestra propia valoración, porque siempre habrá tantas historias como lectores, porque el lector, a la postre, es el que conforma la historia que ha ideado el autor.
    Yo espero que os guste.

    miércoles, 26 de junio de 2013

    CUESTIÓN DE GUSTOS. Un relato de LUIS PANIELLO.

    Luis Paniello, barcelonés nacido en 1949, es licenciado en Filología Hispánica, sección Lengua Española. Trabajó, desde el año 1970 hasta el 2007, en Radio Nacional de España, donde fue guionista de los programas 'Estudio en blanco', 'Caravana de amigos' y 'Pista cuatro'. Adaptó varias novelas para su emisión dramática radiofónica. Fue finalista en el primer concurso de guiones dramáticos originales para la radio Margarita Xirgú, con su original 'Aula siete'.
    Ha seguido cursos de Introducción a la narrativa, con Mar Tomás, Corrección y mejora de textos, con Helen Gilboy, Narrativa, con Pau Pérez, y Novela, con Rolando Sánchez Mejías, Mercedes Abad y Olga Merino, bajo cuya supervisión está revisando su segunda novela en una tutoría. Es autor de numerosos cuentos y relatos cortos, así como de dos novelas inéditas, habiendo sido premiado en varios concursos de relatos.
    Ha sido finalista en el V Concurso de Relatos para Mayores de la Caixa y RNE obteniendo un accesis con el relato titulado:
    CUESTIÓN DE GUSTOS.
    "No me gustaba ir a casa de los abuelos, porque cuando íbamos mamá me decía que me portara bien y que no tocase nada. A mí me daba miedo ese piso tan viejo, con muebles negros y cortinas oscuras, que olía mal, no como nuestra casa, en la que entraba el sol por todas las ventanas. Me aburría mucho sentado en una de esas sillas tan altas en las que los pies no me llegaban al suelo y que, cuando me ponía encima de rodillas, mamá me reñía y la abuela decía «Déjalo, mujer. Sólo es un niño». Me daba rabia que a July no le dijeran nada porque a las niñas las dejan hacer lo que quieren y más a mi hermana que sólo tiene cinco años y no es grande como yo, que ya tengo nueve y he hecho la primera comunión. Sólo me divertía cuando la abuela sacaba el álbum de las fotos y veía a mamá cuando era pequeña, con un vestido de flores y un lazo en la cabeza, y a los abuelos cuando se casaron. También me gustaba que el abuelo me dejara entrar en su despacho y sentarme en el sillón grande, que daba vueltas. Me moría de la risa y el abuelo, también.
    Antes sólo íbamos a la casa de los abuelos por Navidad o por el cumpleaños de la abuela y algún domingo cuando llovía o hacía frío y no salíamos con el coche a la autopista. Pero un día papá no fue a trabajar y fuimos a la casa de los abuelos sin ser domingo ni el cumpleaños de nadie. Me aburrí más que nunca porque los mayores estuvieron hablando entre ellos todo el tiempo y no me hicieron caso cuando les dije que quería volver a casa para jugar con la Play. «Lee el Mortadelo y estate calladito» me dijo mamá y me dio un beso, no sé por qué, y me pareció que había llorado. 


    Desde ese día papá venía a buscarnos a la salida del colegio y no volvimos a ver a Charo, la chica que nos recogía antes. A mí me gustó que viniera él porque así podía contarle lo que me había pasado en el colegio, no como antes, que se me olvidaba, y cuando me lo preguntaba por la noche yo no sabía qué decirle. Pero no me gustó que me desapuntaran de Tae Kwon Do. ¿Cómo me defendería de los malos cuando fuera policía?
    Tuve que enseñarle a papá cómo se preparaba la merienda, porque él no sabía, como Charo, y le puso Nocilla a July, que no le gusta, y a mí me cortó un trozo de pan demasiado grande. Tampoco me gustó que tenía que llevarme la comida al colegio, en un túper, y ya no iba al comedor. Tenía que comer aparte, con otros niños que no eran amigos míos, sin sentarme al lado de Iván y Raúl como antes. Los niños que se traían la comida eran de fuera y cuando se ponían a hablar entre ellos yo no los entendía. Le dije a mamá que me pesaba la mochila y que no tenía porqué llevarme la comida al colegio si en el comedor la ponían. Ella me dio un beso y me dijo que ya era mayor y tenía que ayudar a la familia como uno más. No sé por qué dijo eso.
    Peor fue cuando mamá también se quedó en casa, por algo del paro. Yo le pregunté: «¿Ya no trabajarás nunca más?». Y ella me abrazó y lloraba. No entendía por qué se ponía tan triste. Siempre había dicho que estaba harta de madrugar y que le gustaría quedarse en casa para levantarse tarde y cuando le habían dado eso del paro, como a papá, no le gustaba. Hay muchas cosas de los mayores que no entiendo. Por ejemplo, ¿por qué no compran pasteles todos los días en vez de acelgas, que están asquerosas? Tampoco entendía por qué estaban siempre tan serios los dos y se pasaban las horas hablando en el salón sin hacerme caso. Papá me riñó porque puse la tele para ver Madagascar, el DVD que me regalaron por mi cumple y que me gusta mucho, porque cuando sea mayor seré explorador y amaestraré a los animales de la selva. Él se puso muy serio y me dijo: «¿Es que no sabes estarte quieto un momento, por Dios?». Me asustó verlo tan enfadado, pero mamá le dijo: «Ten un poco de paciencia, cariño. Ellos también lo están pasando mal». No sé quién quería decir porque yo no lo pasaba mal. Bueno, sí. En el colegio a la hora del comedor, pero luego seguía jugando con Iván y Raúl en el patio y no pasaba nada.
    Lo malo fue que también me cambiaron de colegio, a mí y a July, la enana. Eso sí que me supo mal. ¿Por qué no podía seguir con mis amigos y la profesora que ya conocía? Mamá me dijo que no había más remedio porque mi colegio era muy caro y no tenían dinero. Yo le dije que fuera al banco, al cajero, como otras veces que yo los había visto, a ella y a papá, sacar dinero cuando salíamos a comprar o a pasar el domingo fuera. Pero mamá sonrió, me acarició el pelo y me dijo que cuando fuera mayor lo entendería. Eso me hizo enfadar: yo ya soy mayor para entender las cosas, no como July, que todavía no sabe ni ponerse los zapatos.
    El primer día que fui al colegio nuevo me pareció muy triste, porque mamá nos llevó a pie y no me lo pasé tan bien como en el autocar, en el que me sentaba detrás con Iván y Raúl y nos contábamos las aventuras de Phineas y Ferb o hablábamos de fútbol, menos veces, porque Iván es del Madrid, Raúl, del Atlético y yo del Barça y siempre acabábamos discutiendo. Al ir a pie, la mochila me pesaba, no como a July, que se la llevaba mamá. Venga decirme: «Date prisa que vamos a llegar tarde». Me enfadé con mamá porque cuando le pedí que me comprara un Bucanero me dijo que no, que ya me había puesto un bocadillo en la mochila para la hora del patio. Eso no me gustó nada porque antes me compraba Donuts y Tigretones y si se creía que iba a comer un bocadillo estaba lista. Me moriría de hambre por su culpa. Luego la verdad es que me lo comí, porque era de sobrasada, que me gusta, y tenía hambre, yo solo en el patio si ningún amigo.
    Los días siguientes fueron mejores porque me hice amigo de Yousef, el niño que se sentaba a mi lado en la clase, y él me presentó a sus amigos para que me dejaran jugar en su equipo. Me lo pasé bien y estuve a punto de marcar un gol y todos me dijeron que era un buen futbolista y que siempre querrían que jugara con ellos. En la clase me aburría porque en este colegio iban más atrasados que en el mío y cuando el profesor explicó lo de los triángulos yo ya lo sabía y no levanté la mano cuando preguntó si alguien sabía cuánto sumaban los ángulos porque me dio vergüenza.
    Luego llegó un día que vinieron a casa unos hombres muy serios, con unos papeles, y dijeron que teníamos que marcharnos, que la casa no era nuestra, que era del banco y papá tuvo que firmar no sé qué y mamá no paraba de llorar y July tampoco. A mí me dio mucha rabia que esos hombres vinieran a echarnos de nuestra casa, que no era de ellos ni tampoco del banco, que ya tiene una, yo la he visto, y no tenían porqué quitarnos la nuestra. Si yo hubiera sido mayor los habría sacado a puñetazos, como el Capitán América, y no sé por qué papá no les dio una patada y les dijo que se fueran a su casa y nos dejaran en la nuestra.


    Así fue como vinimos a vivir a la casa de los abuelos y yo me quedé sin mi habitación, porque tengo que dormir en la misma que la enana, que no para de tocar mis cromos de la Liga y deja sus asquerosas muñecas por todas partes. Los primeros días los mayores se pasaban todo el rato hablando de sus cosas y a mí no me importaba como antes, porque podía jugar con la Play en el cuarto o hacer enfadar a la renacuajo cuando me cansaba. Es tan tonta que se ponía a llorar cuando le arrancaba la cabeza a su muñeca pequeña, una rubia que ya la tenía desnuda y despeinada. Mamá entraba en la habitación y me decía: «¿Quieres parar de hacer rabiar a tu hermana? Parece mentira» y volvía a colocarle la cabeza a la muñeca, que es muy fácil. Yo entonces le decía a mamá: «¿Podemos ir a jugar al parque? Mamá me contestaba: «Ahora, no. Más tarde». Pero asomaba la cabeza el abuelo y decía: «Ya los llevo yo». Y mamá le contestaba: «Déjalos que son muy pesados y van a darte la lata». Entonces, el abuelo se ponía muy serio y le decía: «Hija mía, mis nietos nunca me dan la lata». Luego se volvía hacia nosotros y decía: «Venga. Vamos al parque».
    A mí me gusta mucho ir al parque con el abuelo porque siempre nos compra algo, unas chuches o un tebeo o las dos cosas. Además, con él jugamos a lo que queremos. Nos empuja en el columpio y nos deja trepar por el castillo pirata y no me riñe si caigo de culo por el tobogán y me mancho los pantalones. Él nos mira y nos saluda cuando lo miramos y no se enfada si me acerco para decirle que me mire cómo sé sostenerme en las paralelas, no como mamá, que cuando nos lleva al parque se pone a hablar con otra señora y no me hace caso.


    Cuando volvimos a casa mamá se echó las manos a la cabeza y dijo: «Pero, míralos cómo se han puesto. Si los había cambiado esta mañana» y nos envió a que nos laváramos para merendar. El abuelo sonrió y le dijo. «Déjalos que disfruten. Tiempo tendrán para enfrentarse a los problemas de la vida». Yo no sé qué problemas son esos porque sólo conozco los de las matemáticas, los del mínimo común múltiplo y todo eso, que son bastante difíciles. Deben de ser cosas de mayores, pero ya me enteraré cuando sea explorador en África o futbolista.
    Ahora ya me gusta estar en casa de los abuelos. Por eso cuando papá se marchó a trabajar a Alemania y mamá dijo que pronto podríamos irnos con él, porque allí ella también encontraría trabajo y la enana y yo iríamos a un buen colegio, yo le dije que no, que no quiero ir, que a mí me gusta el colegio nuevo, que soy amigo de Yousef y que me quedo con el abuelo".

    viernes, 17 de mayo de 2013

    PUBLICACIÓN DIGITAL DE "PAISAJES CON FIGURA"


    Durante el último mes he publicado una serie de artículos en este mismo blog, bajo el título genérico de "PAISAJES CON FIGURA"  en los que he intentado poner un poquito de humor asociando distintos paisajes de Chinchón con las figuras de animales, plantas e incluso con personajes famosos.
    Hoy quiero dejar en el mismo blog en el apartado "MIS LIBROS DE FICCIÓN", la recopilación de todos estos artículos.
    Espero que sean bien acogidos por los que no los han leído y sirvan para recordarlos a los que los leyeron cuando fueron publicados en el blog.

    domingo, 21 de abril de 2013

    "CABEZA VACÍA", un relato de LUISA HORNO.


    En estos días en que se celebra no sé si el 75 aniversario del "nacimiento" de Supermán, me he acordado de este relato ganador del concurso de relatos escritos por personas mayores de la obra social La Caixa 2012, que viene bien para conmemorar esta fecha.


    “Estoy empezando a desorientarme, a tener vacíos. Siempre he sido muy despistada, como casi toda mi familia, pero esto es otra cosa. Algo desaparece dentro de mi cabeza de súbito, sin avisar. Luego vuelve y ya está. No hago más que pensar en el dichoso alzheimer. A veces me mareo, como si fuera a perder el equilibrio. Pero no me he llegado a caer. Puede que sean tonterías, aprensiones. Manías de mujer de mediana edad con mucho tiempo libre. Desde luego no es estrés, como le encanta decir a todo el mundo. Veremos.
    Esta plaza tranquila y soleada me suena. Sus árboles diferentes, el monumento a una mujer guerrera. De qué la conozco. Me gusta. Escojo un banco cercano a la cabina telefónica. Por si tengo que hacer una llamada urgente. Nunca se sabe. He olvidado el móvil en alguna parte.
    No sé muy bien qué hago aquí, pero tampoco quiero ir a ningún otro lugar.
    Me derrumbo en el banco sin mirar a un chico de aspecto extranjero sentado en el otro extremo. No le digo ni hola y enciendo un cigarrillo. Con aire autosuficiente, saco de mi enorme bolso el cenicero portátil y lo coloco en el asiento, a mi lado. Percibo que el chico me mira con curiosidad, pero me importa un bledo.
    Aquí y ahora estoy sentada en un banco al sol, y punto.
    Miro a mi vecino de asiento. Unos ojos francos, profundos, me observan con amabilidad bajo una onda de pelo oscuro. Apago el cigarrillo, tapo el cenicero y le ofrezco el paquete abierto. Sonríe negando con la cabeza. Gracias, no fumo, me dice con un acento que no puedo identificar. No parece árabe, ni europeo del norte. Desde luego no es chino, africano ni latino. Pero me resisto a pensar que sea estadounidense por su atuendo sencillo, incluso elegante. Pantalón gris oscuro, camisa blanca, americana de tweed, zapato y calcetín negros. Canadá, le pregunto como una boba, articulando mucho. Vuelve a negar. Australia, sigo en mis trece. No, yo de Krypton, me contesta con bastante claridad. Otro que me quiere tomar el pelo. Pero no importa, acabo de decidir que éste es el primer momento del resto de mi vida.


    Me giro hacia él cruzando las piernas y enciendo otro cigarrillo: No serás Supermán, le pregunto algo irónica. De nuevo una sonrisa estupenda. Si, dice, soy Supermán, ahora sin acento ninguno. Y qué haces aquí. Espero por si alguien me necesita, contesta en voz baja. Sigo mirándolo y el cigarrillo me abrasa los dedos. Doy un pequeño grito, lo tiro y me acerco la mano a la boca. El dice disculpa, me coge por la muñeca y roza mis dedos con suavidad. El escozor desaparece. Bueno, tampoco me había quemado mucho. Para no perder el control de la situación, sigo preguntándole: entonces te llamarás Clark Kent, aquí en la Tierra. Me mira como con reconocimiento: Clark Kent, sí. Y eres periodista. Ríe abiertamente: eso fue hace tiempo, al principio.
    Los arboles de la plaza han empezado a moverse, las hojas susurran entre ellas. Se está levantando viento. El se sube las solapas de su chaqueta y continúa, más serio: el Sunday Planet ya no existe, Lois tampoco. Me sale la vena cruel: pues tú estás de lo más lozano, si fueras Clark Kent ya tendrías que estar muerto o casi. Me mira como por primera vez: pero tú no sabes, los superhéroes. Ahora río yo: sí, lo sé, pero vamos. Me remuevo incómoda, de pronto el banco es duro y estrecho. La verdad es que no sé qué hacer, si seguir con la broma o marcharme a casa ahora mismo.



    Dice no te vayas aún y me quedo quieta, estupefacta. Vuelve a sonreír: seguro que te podré demostrar que soy Supermán. No se qué decir. Me quedo callada, pero él no parece sentirse molesto. Tan normal, tan guapo, con la oscura onda sobre la frente, las solapas alzadas, las manos en los bolsillos, largas piernas estiradas, pies cruzados. Me fijo en los impecables mocasines de piel negra. Pienso que Supermán no llevaría esos zapatos. Me mira de reojo: los he comprado esta mañana en Independencia, musita. El interior de mi cabeza comienza a girar. Casi desesperada, se me ocurre que a lo mejor Supermán puede curar enfermedades -si los vacíos de mi cabeza son una enfermedad-. No creo que se moleste si le pregunto. Mira que si me cura. Y ahora es mi corazón el que galopa.


    Sigue haciendo viento, pero no es desagradable. El sol calienta con suavidad. La plaza no está muy concurrida, aún no han salido los niños del colegio. Me acelero de nuevo: van a llegar los niños. ¿Lo conocerán cuando lo vean? Con lo listos que son, sabrán que es Supermán. Imagino una escena maravillosa, muchos niños boquiabiertos rodeando nuestro banco. En ese momento, tras los edificios de enfrente se oye un gran estallido, y segundos después el alboroto de sirenas.
    Antes de que me quiera dar cuenta, mi nuevo amigo se ha incorporado y ha corrido a la cabina telefónica. Se mete en ella y cierra la puerta. A quién llamará, pienso tontamente. A quién conocerá Supermán en Zaragoza, quién sabrá su verdadera identidad. Yo, descubro con un orgullo nuevo. Me conoce a mí. Y despacio, como a oleadas, me va invadiendo la ilusión. La ilusión perdida.
    Al cabo de un rato, me levanto y me acerco a la cabina. Tras los anuncios pegados a los cristales, parece vacía. Abro la puerta. Sí, está vacía. Pero yo lo he visto entrar. Yo he hablado con él. Yo... A punto de volver el terrible vértigo, me apoyo sobre el teléfono. Intento cerrar los ojos y descubro en el suelo un reluciente mocasín de cuero negro. Lo levanto con cuidado y lo introduzco en mi bolso enorme. Ya muy tranquila me dirijo hacia mi casa. Ahora recuerdo perfectamente el camino”.

    Nota: Este relato y los otros que he publicado durante los últimos días en este blog, así como el "Endocarpio dorado" están recogidos en la edición de "RELATOS QUE MERECEN UN LUGAR MUY ESPECIAL", publicado recientemente por la Fundación Caixa.

    jueves, 18 de abril de 2013

    DIARIO DE RUTA de Jacqueline Brabant


    Otro de los relatos escritos por mayores, finalistas el año pasado en el concurso de RNE y Fundación Caixa, fue este “Diario de Ruta” de Jackeline Brabant que recibió una mención especial junto a mi relato de “El Endocarpio dorado”, Creo que merece la pena leerlo. Pienso que os va a gustar.


    “Jueves 28 de abril.
    Remontamos el río Amazonas en medio de una tormenta tropical. El viento zarandea el barco, diluvia y ni siquiera los monumentales relámpagos permiten la visión a través de la cortina de agua. Estamos aterrados; si no amaina pronto nos iremos a pique. Nos pone la carne de gallina la perspectiva de hundirnos en esas aguas marrones plagadas de pirañas. Agarrados a los mástiles, empapados hasta los huesos, esperamos en cualquier momento el choque con un tronco a la deriva. El fragor de los truenos retumba en medio de la selva. El barco se desliza entre los remolinos como un enorme pez que se hunde y reaparece sobre las crestas de las olas, una y otra vez; de momento, los latidos de su corazón —el traqueteo del motor— siguen imperturbables en medio del caos.
    De pronto, deja de llover y sale el sol. Penachos de vaho blanco se desprenden de la vegetación. La evaporación es brutal con este calor y se van formando nuevas nubes que descargarán en cualquier momento sobre nuestras cabezas. Hay tanta humedad que es inútil intentar secarse; agotados, intentamos dormir un rato, asediados por nubes de mosquitos que zumban detrás del mosquitero. Aún así, estamos llenos de picaduras.
    Quizás sea demasiado mayor para semejante viaje. Cuando desembarquemos, intentaré caminar al mismo ritmo que mis compañeros aunque me duela la pierna derecha. Con este clima se recrudece la artrosis, pero las mujeres somos muy duras, aguantamos los dolores sin rechistar; además, no quisiera quedarme en casa, sola, y sin nada que hacer. Siempre me han gustado las aventuras y los lugares exóticos.
    Antes de proseguir, Juana sorbe despacio el té con limón.
    Sábado 30 de abril
    Ayer no escribí nada, estaba demasiado agotada.
    Hoy caminamos por una zona fangosa. Unos ibis escarlatas escarban entre el lodo en busca de gusanos; son como pinceladas rojas en medio de tanto verde, y apenas levantan el vuelo cuando nos acercamos. Siempre atentos a la presencia de serpientes, andamos tropezando con la maraña de raíces de unos árboles gigantescos. Siento curiosidad y también pánico pero me gustaría vislumbrar una anaconda.
    Mientras tanto, las sanguijuelas nos incordian; se adhieren a nuestras pantorrillas como ventosas y nos dejan las piernas chorreando sangre; su piel viscosa resbala entre las manos cuando intentamos arrancarlas de cuajo. ¿Por qué nos gustará la aventura? ¡Hay que estar loco!
    Domingo 1 de mayo
    La ribera del río es un sitio poco recomendable. Hemos asistido a un espectáculo espantoso: contemplábamos una pareja de nutrias buceando entre las aguas turbias cuando, de pronto, se precipitaron sobre un jacaré —una especie de caimán bastante grande— Con sus enormes colmillos se aferraron a la cola del animal que se debatía dando latigazos. Poco a poco, agotado por la batalla desigual, se resignó a ser devorado vivo; perdió media cola. Saciadas por fin, las dos nutrias se internaron en la maleza. El reptil se arrastró como pudo hasta el agua dejando un reguero de sangre. ¡La selva no perdona! Inmediatamente un enjambre de pirañas se sumó al festín, y no tuvimos valor para contemplar aquello.
    Vida y muerte se suceden aquí a un ritmo enloquecedor. Es un continuo devorarse los unos a los otros, un traspaso de energía que no cesa. ¡Más vale ser precavido! Este constante morir y renacer resulta aterrador y fascinante a la vez; sombra y sol, como el reflejo de la luz en las olas.
    Lunes 2 de mayo
    Paseamos por una senda estrecha en medio de la selva. En la penumbra del bosque tropical no descubrimos ningún animal —quizás se escondan—, pero el ruido es ensordecedor: silbidos de pájaros, aullidos de monos, pisadas en la maleza. Estamos rodeados de seres invisibles que huyen o nos acechan, ¡quién sabe¡ El guía corta una liana con el machete y nos ofrece el agua que fluye de su tronco, un liquido fresco y límpido ¡Más vale conocer las plantas si se quiere sobrevivir! Hay frutos deliciosos, pero también venenos fulminantes; nadie se atreve a mascar una hoja. El hombre se pone a escarbar bajo la corteza de un árbol caído y extrae unos gruesos gusanos blancos, es un manjar para los indígenas de la zona. Pretende asarlos para nosotros; sólo con pensarlo me entran ganas de vomitar. ¡Si comemos caracoles—exclama un compañero—no veo por qué no podremos comer esto!
    A Juana se le ha dormido una pierna; lleva sentada demasiado tiempo. Un intenso hormigueo le recorre el cuerpo al incorporarse. Se sacude bruscamente; ya no sabe si se trata de hormigas de la selva o de la mala circulación de la sangre. Necesita una taza de té. Justo en este momento suena el timbre de la puerta. ¡Es verdad!, había quedado con Adelina.
    La vecina es una mujer entrada en carnes, que quedó viuda hace tres meses y no sabe qué hacer con su vida. Mientras Juana se arrastra hacia la cocina, Adelina se acerca al cuaderno abierto encima de la mesa del comedor y va leyendo: El barco se desliza entre los remolinos como un enorme pez que se hunde y reaparece sobre las crestas de las olas una y otra vez. La frase está escrita a lápiz y llena de tachaduras. Cuando su amiga reaparece con la bandeja de la merienda, ella la mira asombrada; ha tenido tiempo de hojear todo el cuaderno, desde un viaje a las playas del Yucatán donde quedó fascinada por las aguas turquesas y los peces de colores hasta las aventuras en la selva tropical.
    —¡Yo también quiero ir! —exclama, señalando al cuaderno. A Juana, la idea de llevarse de viaje a su vecina no le entusiasma. Le gusta vagar a su antojo, sin prisas; pero se resigna. “Casi mejor. No sé si hubiese sido capaz de probar aquellos gusanos.”, piensa por fin.
    Iremos al Polo Norte, propone Adelina.
    —A la edad que tenemos no nos conviene tanto frío—aduce su amiga—. Sólo hielo, pingüinos, focas y osos polares. Me aterran los osos. ¡Te imaginas en medio de un desierto helado comiendo focas durante días!
    No es una buena idea.
    Después de mucho pensárselo, por las tardes irán a China, al sur.
    Rebuscando en la estantería, Juana saca un montón de revistas de National Geographic. Allí esta Guillin, una pequeña ciudad entre pináculos calizos. El paisaje es extraño: abruptos montes cubiertos de bosques erizan la zona, agudos como colmillos emergen de la neblina que cubre los valles. Es un sitio misterioso. Como intérprete se llevarán a Wei Hi, la camarera que trabaja en el restaurante chino de al lado: es una joven muy agradable.
    Antes de volver a su casa, Adelina compra un cuaderno nuevo con tapas duras para plasmar la aventura y unos bollos para el té; por primera vez desde hace años se siente feliz. Mañana, las dos mujeres comerán en La Gran Muralla y preguntarán a Wei Hi qué se habla en Guillin, si chino mandarín o cantonés. Luego, de cinco a siete, empezarán el crucero por el río Li que serpentea entre los montes.

    La autora del relato junto a Manuel Carrasco, recogiendo el premio el pasado mes de junio de 2012, 
    con los miembros del Jurado.

    Juana tiene dudas: no sabe si aguantará la compañía de su vecina porque le gusta tomar sus propias decisiones; lleva demasiado tiempo viviendo sola. Claro que podría viajar a otra parte por la mañana si las cosas van mal, pero necesita salvar el abismo de la tarde, el enorme agujero que se forma en el tiempo, de cinco a siete, cuando después del ajetreo de la mañana todo queda inmóvil, sin aliento, en suspensión, para resucitar súbitamente después de un par de horas, como una peligrosa apnea que se repite día tras día.
    Menos mal, todavía le queda África; pero no sabe si se atreverá. Hay que tener mucha energía para afrontar tantos peligros y ella es muy vieja y se siente un poco cansada.
    ¿Qué tal Europa Central?”


    martes, 16 de abril de 2013

    MEDIO KILO DE NÍSPEROS. De Magdalena Landa Aldape.














    Conocí a Magdalena en el mes de junio del año pasado en la entrega de premios de Relatos para mayores de la Caixa y RNE y nos hemos vuelto a ver, hace unos días, en la presentación de la nueva convocatoria del mismo concurso. A raiz de ser finalista, el año pasado fue invitada por Radio Nacional de España a participar los martes por la tarde en el programa de radio que dirige Yolanda Flores, dentro de un aparatado que titulan “Senado de Mayores”

    Hace unos días recibí un correo suyo que me decía: 
    “Vuelvo de nuevo aquí. Manolo, porque he estado viendo algo de tu blog. Estoy alucinada, apabullada y sin saber que decir. 
    Si hablo de todos los libros que aparecen ahí, creo que te voy a prohibir que mandes relato al concurso que hemos medio presentado esta mañana. Aunque sólo sea por la práctica que tienes en escribir, ya nos ganas a todos con creces.
    Si hablo de música, tengo por ahí unas cuantas horas de buenas elecciones. Me sorprende tu afición por el "Ave María" de Schubert, que por cierro es impresionante.  Y hablando de música, ¿qué pasa? ¿Que vosotros dos os lo guisais y os lo comeis todo todito? Porque la que canta es tu esposa! En fin... que no sé qué decir ya.
    Pero aún me queda el tema de la fotografía. ¿Qué cámara tienes? Las fotografías te salen perfectas! Esa cabras por las peñas están que parece que se van a mover en cualquier momento!
    Ya te digo: apabullada. Yo soy muy aficionada a la fotografía y creo que consigo fotos buenas; pero viendo esas... viendo esas flores de los ciruelos, las piedras, el musgo... en fin, que creo que me tengo que comprar una cámara mejor, porque como ideas no me faltan, seguro que consigo esas maravillas.
    En serio: IMPRESIONANTE!
    ENHORABUENA POR TENER TANTO TIEMPO Y SABER APROVECHARLO TAN BIEN.
    Y ENHORABUENA A TU ESPOSA, PORQUE CANTA MUY BONITO.
    Un abrazo.
    Mag.

    Yo no tenía más remedio que corresponder a tanta amabilidad y he pensado que la mejor forma de hacerlo es publicando en mi blog su relato premiado como finalista en año pasado, Es un relato duro, fuerte, sobrecogedor que, además, está construido en segunda persona, lo que le confiere tensión y dramatismo. Por favor, leedlo. Lo ha titulado: 


    MEDIO KILO DE NÍSPEROS.

    "Coge esa cuchara. Vamos: Llénala y come. Abre la boca. Así. Todo. Te cabe todo. Mastica, traga. 
    Sigue Comiendo. Llena una vez más esa cuchara, mastica, saborea. Seguro que no está tan malo ese extraño potaje, esa tortilla de hormigón. Traga de todas formas, porque llena el estómago y aporta fuerza.
    Otra vez más el mismo esfuerzo.
    Se dejas de poner esa cara de asco te sentará mejor. Adelante. Cambia el chip de los sabores; ¿no te gustan los garbanzos? Ahora te van a gustar. Además, son tu salvación. No te querrás quedar aquí, ¿verdad?
    Aquí te puedes quedar para siempre si no cambias de chip, si no te gustan los garbanzos, si no eres capaz de sacar algo bueno de esa tortilla infernal. Yo tampoco sé cómo puede salir tan mala... Es más difícil hacerla mal que bien, ya lo sé. Pero ahí está y te la comes.
    Ya sé que el espacio es mínimo: gente a ambos lados, a ambas manos. Defiéndete, si eres buena, te quitarán la comida. Ya te la están quitando. ¡Espabila! Mira: alguien mete la mano en tu plato y coge un puñado de garbanzos. ¡Ni se te ocurra pensar! ¡Ni ser amable! Nada de eso; tienes que salvarte, defender esa comida como si de ella dependiera tu vida. Como de ella depende tu vida. Con el tiempo llegarás a entender que así es. 
    ¿Que donde pudo estar antes esa mano?¡Qué importa eso! Sigue comiendo. Sigue llenando tu cuchara para que tu estómago trabaje y se destense, y tu sangre recoja lo que nutre, y tu cuerpo reaccione y tu cabeza, dejando de pensar, empiece a pensar.
    Un plato, un vaso, una cuchara y treinta centímetros de mesa: ese es tu mundo. Hazlo impenetrable, con una muralla alrededor. Invisible.
    También sé que ese vaso es intolerable, de aluminio, de golpes y de gritos en cada abolladura. Pero mira: tiene agua. Poca. Buscaremos más. Buscaremos el agua bendita que te sacie la sed.. El vaso entonces es lo de menos. Es el agua lo que vale. El agua, el pan. los garbanzos, la insufrible tortilla... Eso es lo que vale, y no importa como esté; lo importante es que te llena, que te dar fuerzas, que te habitúa a comer. Esa es la magia.
    Y tu sabes que puedes con este y con más. Aunque griten, tú te vuelves sorda, aunque se peleen, tú te vuelves ciega. Tú solo vez tu plato, tus garbanzos, tu tortilla, tu vaso de agua y de golpes.
    Hasta llorar es bueno ahora: las lágrimas te lavan la cara, esas que llegan a la comisura de tus labios han puesto un punto de sal en la tortilla, y la mejoran, la hacen más jugosa, más humana. ¿Ves? Todo vale. Todos nos salva. Y eso es lo que cuenta: salvarse. Seguir adelante, hoy, mañana... Hasta que aparezca alguien que te mire y te pregunte “¿Tú que haces aquí?”
    y ves que piensas bien, que no estás loca. Y rellene un papel que diga “Permiso para salir al jardín, permiso para ir a la capilla, permiso para laborterapia...” Y rellene otro papel más importante que el primero. “No encuentro motivos en esta persona para que esté aquí” Y acto seguido comiencen los trámites para conseguir un vaso de cristal, y una cuchara y un tenedor, y hasta un cuchillo... y unos pocos centímetros más de mesa, y un espacio sin gritos.
    Todo. Así me gusta. Sin dejar nada en el plato. Sin que quede ni una miga de pan sobre tus treinta centímetros de mesa. 


    Y ahora a la calle, a tomar el sol en el jardín, con tu pase en la mano, con tu sonrisa,con tu sagrado convencimiento de que también esto ha pasado por algo, para aprender algo.
    Alguien vendrá a verte. Te hablará de tonterías al tiempo que te observa. Pensará encontrar la causa por la que te han encerrado aquí y te mirará mucho, porque seguro que no lo encuentra.
    Abrirá su bolso y sacará un paquete. Nísperos. Y tú entonces verás a Dios en esas frutas bellísimas, doradas con el primer sol, llenas d fuerza. Y será una fiesta muy íntima, muy tuya.
    Les quitarás la piel con las uñas y te comerás con ansia ese regalo, exponiéndote incluso a que piensen que sí, que verdaderamente estas loca. 
    Pero ya no te importa: en un día has aprendido que lo más importante eres tú y que ahora mismo te está salvando ese medio kilo de nísperos".

    Magdalena Landa Aldape.

    martes, 26 de febrero de 2013

    LA CHINITA.



    Vivo en un edificio que tiene tres escaleras. Un solo portero, pero tres escaleras independientes. Yo vivo en la segunda que es la que sale del portal a mano derecha; en la tercera planta, letra A. No es un piso muy grande, pero confortable. La edificación es de la que por entonces se decía de lujo, pero se emplearon unos materiales que con el tiempo nos dimos cuenta que no eran los más adecuados para una vivienda. Y es que los tabiques son de “pladul” y aunque estéticamente quedan muy bien, sólo haría falta que fuesen transparentes para convivir totalmente con los vecinos.

    Todo esto viene a cuento porque el dormitorio principal de mi piso comparte tabique con el dormitorio de la vivienda letra B, de la tercera planta de la escalera central del edificio. Una vivienda que durante muchos años estuvo deshabitada, con lo que no existía ningún problema a la hora de conciliar el sueño en mi dormitorio.

    Hace como unos cuatro meses se empezaron a escuchar ruidos al otro lado del tabique, pero yo, que soy de sueño fácil, apenas si lo notaba porque me quedaba dormido enseguida.

    No obstante, como soy algo curioso, a la mañana siguiente me pasé por los buzones de la escalera del centro, que están en el pasillo de la portería, y en la letra B de la tercera planta se podía leer: “Tamiko Suhiro”.

    Gheisa. Oleo sobre lienzo. Esther Bárcenas.

    -¡Ah, si!, me dijo el portero, es una chinita muy mona que vive sola, y casi no habla español. Parece ser que se lo han comprados sus padres, que deben ser muy ricos, porque se va casar el mes que viene...

    El contacto visual con ese piso, desde el mío, sólo es posible a través del patio interior en el que están los tendederos junto a la terraza de la cocina. Los días siguientes en el tendedero de la chinita empezó a aparecer una ropa interior de encaje, unos kimonos de seda preciosos y unos minúsculos camisoncitos trasparentes, todo de vivos colores.

    Por el nombre y por los kimonos deduje que la nueva vecina era japonesa y no china como decía el portero. Al día siguiente mi mujer lo confirmó ya sin género de dudas porque una vecina le había facilitado muchos más detalles.

    - Su madre era geisha, se casó con un millonario y la hija se ha venido a Madrid, porque se va a casar con un señor mayor que le dobla la edad. Yo coincidí con ellos en el ascensor y él, que tiene el pelo blanco, aparenta por los menos los sesenta y cinco...  ella posiblemente no haya cumplido los treinta...

    Las semanas siguientes fueron la comidilla de toda la comunidad y a los pocos días ya todos sabíamos casi la filiación completa de los nuevos vecinos.

    En tanto, había llegado el verano y yo, con los calores, no perdono la siesta.

    Tengo aire acondicionado y después de comer decidí inaugurar la nueva temporada sestera. Estaba ya a punto de quedarme dormido, cuando unos quejidos que venían del otro lado del tabique me hicieron agudizar el oído.

    Lo que era casi un susurro, fue subiendo en tono e intensidad. Ya no eran suspiros, ni siquiera quejidos, eran súplicas, eran gritos, eran ayes desesperados, eran palabras que yo no lograba entender, no porque no llegasen nítidas hasta mi alcoba, sino porque debían ser en japonés, entre respiraciones entrecortadas y con el contrapunto de los resoplidos acompasados del hombre, que parecía que se iba a ahogar.

    Hacía ya más de un cuarto de hora y mis ojos estaban abiertos como platos, cuando los ruidos de la alcoba de la otra parte del tabique empezaron a disminuir.

    -Ya está bien, pensé yo.

    Pero me equivocaba; dos o tres minutos después se volvió a repetir el proceso. Otro cuarto de hora y de nuevo, descanso....

    El tercer acto duró un poco más. Los resoplidos del hombre, eso sí, sonaban con más fuerza y la chinita terminó con una mezcla entre suspiro e imprecación en japonés  que casi oyó mi mujer que estaba viendo la novela en la tele.

    Después silencio. Yo pensé que un hombre tan mayor como yo necesitaría “doparse”, sin duda,  para unas “etapas” tan largas; nada que ver con las corridas por mí, que nunca pasaban de un modesto “spring”.

    Las sesiones se siguieron repitiendo todas las sobremesas y yo no pude resistirlo más. Ante la extrañeza de mi mujer, empecé a dormir la siesta en el sofá, aunque ponía una sábana encima para mitigar el calor.

    La pareja de vecinos enamorados, afortunadamente, sólo practicaba los ejercicios eróticos a la hora de la siesta, cosa por otra parte comprensible, porque no me podía figurar a un hombre de más de sesenta años haciendo doble sesión poniendo, como ponía, tanto entusiasmo en su quehacer, aunque tomase doble dosis de viagra.

    La verdad es que no quise decir nada a mi mujer, porque ella es muy mirada para estas cosas y está educada a la antigua; aunque bien es cierto que estaba algo extrañada que yo exigiese el débito marital con más frecuencia a la que estaba acostumbrada.

    Aquella mañana la noticia corrió como una inundación por las tres escaleras del edificio.

    -¡El marido de la chinita ha muerto de un infarto!


    Ahora, en el tendedero de mi vecina, todo, la ropa interior de encaje, los preciosos kimonos de seda y los minúsculos camisoncitos trasparentes, todos, son de color negro.


    viernes, 1 de febrero de 2013

    EL CABRERO DE RIO MUNDO.


    Para María, 
    que hoy es ya mucho mayor.


    Muy cerca del nacimiento del Río Mundo, junto a la carretera que te lleva de Riopar hasta Hellín, en la provincia de Albacete, tiene su choza el cabrero de Río Mundo. Este no es su nombre, pero todos le conocen así. Cuando sus padres le llevaron a bautizar, el cura le puso el nombre del día, que se celebraba la festividad de San Cunegundo, pero a sus padres no les importó demasiado porque siempre le llamaron "zagal" y cuando ellos murieron ya sólo se le conoció como el cabrero de Río Mundo.


    En las abruptas montañas que circundan los manantiales donde nace el río, abundan los rebecos, los muflones y las cabras hispánicas, especies todas ellas protegidas por las leyes autonómicas ya que se encuentran en peligro de extinción. Está totalmente prohibido cazar a estos animales que campan a sus anchas por los riscos escarpados y entre las encinas que les proporcionan abundante alimento y sombra acogedora en los calurosos estíos serranos.


    No es difícil divisar a estos animales cuando por las mañanas se acercan hasta los arroyuelos para beber y se encaraman en los troncos de las encinas para alimentarse. Los senderistas que llegan hasta aquellos recónditos parajes pueden captar con sus cámaras digitales las caras asombradas y bobaliconas de estos mansos animales ya acostumbrados a la presencia inocua de los humanos que se contentan con capturarlos en los objetivos de sus cámaras fotográficas.


    Pero quien mejor conoce sus costumbres es Cunegundo, el cabrero de Río Mundo, que cuando dejó su rebaño de ovejas porque ya no era rentable, fue contratado por las autoridades para cuidar de la fauna serrana.
    Se le puede ver vagando por los montes, acompañado por su perro, con un cayado que le hizo su padre con una rama de enebro, cuando era pequeño y que aún conserva. Lleva la mochila colgada al hombro con su menguada comida, generalmente compuesta por un mendrugo de pan, un buen trozo de queso y una bota del vino recio de la tierra. Cuando vuelve al atardecer a su choza, se prepara unas reconfortantes migas o un sabroso gazpacho manchego preparado con la caza que nunca falta en su zurrón.



    Sólo habla con las cabras y con su perro, y lo hace a gritos, esperando en vano que alguno le conteste, y como piensa que no lo hacen porque quizás no le oyen, se ha acostumbrado a elevar de tal modo el timbre de su voz que ningún mortal es capaz de poder mantener una conversación sin verse atronado por las palabras del cabrero.
    Suele esperar paciente en un "stop" que hay en la carretera, y si alguna vez pasas por allí y tienes la mala suerte de tenerte que parar, no se te ocurra abrir el cristal de la ventanilla porque el cabrero de Río Mundo te puede atronar tus oídos con sus gritos.
    Mi mujer, Eleonor, y yo pasamos por allí y tuvimos que parar. Nos contó que el invierno pasado tuvo que sufrir más de diez nevadas que arruinaron los pastos y le obligaron a llevar personalmente el pienso a las cabras. Nos dijo que toda va muy mal y que la culpa de todo, nevadas incluidas, la tiene el Gobierno, y también nosotros, los señoritos que vamos en los coches, por votar a Rajoy.   

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    La copla de Lorca, cantada por María Antonia Moya, acompañada a la guitarra por Fernando Miguelañez. 1986. Para escuchar la canción, pinchar en la imagen

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    Canta: María Antonia Moya. 1986.Para escucharlo,pinchar en la imagen.

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