Aquel verano de 1990 decidimos que las vacaciones estivales serían en Menorca. Nos había llegado una oferta de apartamentos en un complejo turístico. Era el poblado de pescadores de Binibeca que había sido construido en 1972 y, al ser uno de los lugares más turísticos de la isla, se encuentra completamente restaurado. Sus calles estrechas y sus casas encaladas (que parecen sacadas de una postal) forman un laberinto en el que perderse disfrutando de un ambiente tranquilo.
Aunque en un principio Binibeca da la impresión de ser un parque temático, se trata de un pueblo como cualquier otro y, aunque pudiera parecer lo contrario, sus peculiares casas están habitadas, aunque la mayoría son apartamentos turísticos. Esta cerca de San Luis y a unos diez kilómetros de Mahón.
Alquilamos un coche, con lo que pudimos recorrer toda la isla.
Desde Fornells a Ciudadela, Mahón, Cala Galdana, Mercadal... Allí se celebran las fiestas de Sant Martí el tercer fin de semana de julio que tienen un origen medieval y en ellas los caballosy sus jinetes salen vestidos de gala con sus crines trenzadas, llevando ornamentos diversos y banderas de colores: flocs (lazos) en los laterales y estell (espejos) en la frente. El espectáculo es peligroso porque los jinetes encabritan a los cabellos mientras el público se pone literalmente debajo... nosotros procuramos apartarnos lo más posible y presenciar el espectáculo desde lejos.
Durante esos días se celebraba el mundial de fútbol de Italia, y en un bar junto a la playa vimos como en la final del estadio olímpico de Roma, Alemania ganaba por uno a cero a Argentina, para regocijo de los muchos alemanes que eran mayoría en aquel bar.
Un buen recuerdo de unas bonitas vacaciones en familia.