No sé si habéis disfrutado de algunos de esos días de playa que son la rutina en estos días de verano. Por si acaso, os los voy a describir.
Hay que levantarse temprano; tomar el desayuno en la terraza y rápidamente iniciar los preparativos. Hay que sacar, lo primero, la sombrilla del armario; después tienes que estar atento para que no se olviden las sillas, las toallas, las gorras, el bronceador, la crema protectora, los manguitos para los niños, el flotador, los cubos, las palas, las pelotas y la colchoneta, eso sí deshinchada, porque ocupa mucho y tener cuidado de que no se te olvide el artilugio para hincharla después, si no quieres quedarte sin aire para volver a inflarla ya en la playa. Después, mientras se ponen el bañador los niños, bajar todos los chismes al coche y procurar que todo se acomode en el maletero
La playa está a poco más de quinientos metros pero es mejor ir en coche, porque a la vuelta hace mucho calor y no hay nada de sombra. Con un poco de suerte logras aparcar a unos doscientos cincuenta metros de la playa, al sol, claro está, porque no hay ninguna sombra en los alrededores. Sacas todos los cachivaches del maletero y en orden, la troupe ( el papá, la mamá, los abuelitos y los dos niños ) se encamina a conseguir un sitio en primera línea de playa donde plantar la sombrilla y colocar a su alrededor las sillas, las toallas y procurar que no se pierda alguna chancla entre la arena.
Hay que tener mucho cuidado en colocar bien la sombrilla para que no se la lleve el viento que suele soplar por las playas. El abuelo seguro que acapara la primera línea de sombra debajo de la sombrilla, saca el periódico y se convierte en la referencia para toda la familia, donde acudir periódicamente para sentarse un rato a la sombra si él decide darse un bañito.
La mamá ayuda a la abuelita a entrar en el agua. El papá se ocupa de hacer un castillo de arena que el niño se ira encargando de llenar de agua con el cubito. La niña pequeña no parará de quejarse porque nadie le hace caso...
Un emigrante pasará varias veces ofreciendo sus manteles y sus bolsos, que la abuela quiere comprar pero el abuelo dice que se ha dejado el monedero en el apartamento...
Dos horas después, cuando ya el padre se da cuenta de que se está quemando porque no se ha puesto la crema protectora, es la hora de volver. Llenos de arena todos van ocupando su sitio en el coche que está que arde. El padre dice que no se olviden de poner las toallas sobre la tapicería para que no se lo pongan todo perdido...
Lo bueno es que la urbanización está cerca y una buena ducha en la piscina y un bañito, les deja a todos como nuevo, mientras la mamá se sube para ir preparando la comida..
Pero como dice la abuelita ¡Que bien se pasa en un día de playa!