PATRIA:
El segundo de los valores que sustentaban
nuestra civilización era La Patria. Y también vamos a retrotraernos a los
primeros tiempos para intentar encontrar su justificación. Ya se sabe que una
de las necesidades del hombre es la “pertenencia”, sentirse parte de una
comunidad, que le ampare y defienda y sea garante de sus peculiaridades y
diferencias con los “otros”.
Cuando los primeros grupos de personas
primitivas crecieron, se fueron formando las tribus y los pueblos que se
asentaban en un territorio conservando sus tradiciones, sus costumbres, su
idioma y su religión. Escogían a su líder y se daban normas de conducta que
facilitasen la convivencia entre ellos.
En principio el líder era el más fuerte, el que
mejor les garantizaba la seguridad frente a los otros pueblos, o el que era
capaz de llevarles a la victoria conquistando otros territorios. Como ya se
sabe que el más fuerte no suele ser el más listo, esto fue cambiando poco a
poco, y los más listos, que eran conscientes de no poseer la fuerza suficiente
para hacerse con el poder, se les ocurrió decir que ese poder les llegaba por
la gracia de dios, llegando algunos de ellos a proclamarse dioses para que
nadie pusiese en duda su legitimidad. Y la idea dio unos resultados
espectaculares pues aún en día hay quienes se mantienen en el poder con este
cuento.
Y estos líderes, también conocidos como reyes,
emperadores, monarcas, faraones, califas, incas, dictadores, guerrilleros o caudillos, no dudaron en embarcar a sus países en
cruentas guerras para ampliar su poder y sus posesiones, sin importarles demasiado la vida y las
haciendas de los súbditos, con la excusa del bien de la patria, a la que
también llamaban nación, estado, país, o república.
Los pobres e ignorantes ciudadanos iban
contentos hacia la muerte enaltecidos por las arengas de sus “líderes
carismáticos”, con el corazón henchido por los himnos militares y siguiendo las
banderas que eran el símbolo del honor de la patria por la que se debía morir
si era necesario.
Cuando cambiaron los tiempos y fueron
desapareciendo los líderes por designio divino y los pueblos empezaron a elegir
a sus dirigentes por votación, éstos tuvieron siempre muy claro que había que
mantener la idea de la patria común, ya que con esta entelequia podían
justificar la “invasión de otros países” o la “defensa” de la unidad artificial
de la patria, como un valor al que se debía supeditar, incluso, la voluntad
de todos, sin importar demasiado las
diferencias reales ni la historia pasada de los pueblos.
Porque si repasamos la historia nos
encontraremos que sólo se ha conseguido la unidad de pueblos con distintas
características, tradiciones y lenguas, cuando ha sido impuesta por la fuerza.
Sólo será permanente la unidad cuando nazca de la voluntad de estos pueblos,
naciones, estados o países, nunca cuando quiera ser impuesta por la fuerza.
Los líderes políticos, como los religiosos, sabían que “vendiendo” a
sus pueblos ideas grandilocuentes como “dios” o “patria” podían conseguir su
adhesión inquebrantable y su obediencia ciega, procurando además que fuesen
valores absolutos, que se encargaron de mostrar como bases de la misma
sociedad, sin los cuales se iría irremediablemente al caos, y lo que era mucho
más peligroso: la sociedad caería en manos de sus enemigos que estaban al
acecho para destruirla.
Continuará...