Leemos a diario en los periódicos, vemos en las noticias de televisión u oímos en las tertulias de la radio, la polémica por el cambio de nombre de las calle en nuestros pueblos y ciudades, muchas veces amparados en la Ley de memoria histórica. En otras ocasiones se hacía por decreto ley o porque así lo decidían los mandamases del pueblo o de la ciudad.
Para poner un ejemplo clarificador, se me ha ocurrido darme una vuelta por las calles de Chinchón, para ver la evolución que han tenido el nombre de las calles.
Cuando originariamente se puso nombre a las calles se buscaron nombres de oficios: Carpinteros. Caldereros. Tahona. Molinos alta. Molinos baja. Quiñones. Alcuceria. Cuesta de los Yeseros. Calle las cintas. Pozo de las Nieves. Tejería.
A otras se les puso el nombre del lugar a donde se dirigían, como Morata, Valencia. Pozuelo. Camino de Ocaña. Toledillo. Villaviciosa de Odón...
También se eligieron nombres de accidentes geográficos: Huertos. Alamillos. Solares. Cueva. Cerca. Barranco. Estepa. Vallejuelo. Olivillas de Quinco. Cañada. Corralizas. Viñas. Eras...
También era muy socorrido recurrir a nombres de santos o de significado religioso: San Esteban. Plaza San Antón. Plaza San Roque. Concepción. Santiago. San Andrés. Virgen del Rosario. Virgen de Gracia. Santa Ana . La Cruz. El Santo, Convento...
Luego estaba La plaza mayor, la calle Nueva, la calle Grande, que suelen existir en la mayoría de los pueblos.
El problema llegó cuando empezó a intervenir la política:
Llegó de visita a Chinchón el Rey Alfonso XIII en el año 1920 y se puso su nombre a la calle de los Huertos, el nombre de Regimiento Leon a la calle del Convento y el nombre de Príncipe de Asturias a la calle Grande.
Cuando en el año 1936 llega la Guerra Civil, !eso sí que fue un cambio de nombres en toda regla!:
La plaza de la Constitución pasó a llamarse plaza de la República; la plaza
de Palacio, plaza de García Lorca; la calle de la Iglesia, calle de Dolores Ibarruri "Pasionaria"; la calle del Santo, calle Durruti. La calle Ortiz de Zárate, calle de Antonio Coll; la calle San Esteban, calle Eustasio Roldán; la plaza de Santillán, plaza Margarita Nelken; la calle Grande, calle José Díaz; la plaza de San Antón, plaza de Aída Lafuente; el Arco de Santa Ana, se llamó Barrio Rojo; la calle Infiernillo, calle del Teniente Castillo; la calle Carpinteros, calle Francisco Largo Caballero y la Calle de la Cueva, Manuel Azaña.
Y termina la guerra y como era lógico se borran todos los nombre de estas calles, la mayoría recobrando sus antiguos nombres aunque a la calle de los Huertos se le pone Avenida del Generalísimo y a la calle Grande el nombre de Jose antonio. Estas calles recobraron su nombre primigenio con la llegada de la corporación socialista al Ayuntamiento de Chinchón.
El hecho es que nos encontramos también con muchas calles con nombres propios de personajes y familias de Chinchon, algunas casi desconocidas, otros con méritos personales, con méritos militares, y con méritos literarios, aunque se podrían discutir la idoneidad de muchos de estos nombramientos; y podríamos decir que no están todos los que son ni son todos lo que están.
En muchas de estas calles se sustituyeron sus antiguos nombres, aunque aún hoy siguen nombrándose con el antiguo, entre sus vecinos. Estas calles son: Benito Hortelano. Zurita. Contreras. Teniente Ortiz de Zárate. Plaza Hnos. Ortiz de Zárate. Don Ramiro. Santillán. Álvarez Gato. Don Emiliano Montero. Callejón de don Ramón. Gabriel Galán. Hermanos Maristas. Callejón de don Florencio. Pedro Platas González de Villafuerte. Paulino Alvarez-Laviada. Fray Tomás de Perogordo. Francisco de Goya. Sociedad de Cosecheros. Calle Duque de Ahumada. Frascuelo. Triana.
Y para terminar el recorrido hay otra calles con nombres diversos, como:
Grande. Abapiés. Infiernillo. Nueva. Convento. Callejón de los muchos. Cuesta de la Balquina. Comadre. Amargura. Espejo. Plaza Galaz. Mulillas. Cuesta Salobre, Chinchona y Cruz del Portugués.
Como vemos, siempre los políticos han sido muy proclives a poner el nombre de sus correligionarios a las calles y sustituir los contrarios. Si hiciésemos un análisis crítico de los personajes que han puesto nombre a una calle, seguro que encontraríamos motivos suficientes para removerlos.
En resumen, que no veo aconsejable dar a una calle el nombre de un político, porque a la larga, no habrá más remedio que cambiarlo.