34.- Las “reuniones” y los cumpleaños de antaño. (Costumbres)
La Plaza de
Chinchón, los domingos y los días de fiesta de la primera mitad del siglo XX,
presentaba un aspecto apacible aunque bullicioso.
Los niños
jugaban a la “pídola”, a las “canicas”, a los “güitos”, a la “taba”, a la
“chita” y al “rescatao”. Las niñas jugaban a los alfileres, al aparato, a la
“comba” y a los cinturones. Los jóvenes paseaban intentando acercarse a las
mozas, que siempre en grupo, se dirigían a los soportales para ver las carteleras
de la película que esa tarde ponían en el Teatro Lope de Vega. - En uno de esos
domingos, un niño llamado Pepe, el del tío Venancio, iba a comprar una entrada
de gallinero para ver su primera película - . La tía Nuncia, junto a la Columna
del Café - también llamada de los franceses - preparaba su cesta de mimbre
sobre una pequeña mesita de madera, y se sentaba en un pequeño asiento de anea,
esperando que llegasen los niños con su perra gorda para comprar los dulces de
malvavisco, las bolitas de anís y los chicles de "Bazoca" que cortaba
con un cuchillo en trozos pequeños para poderlos vender más baratos. Años
después el tío Huete montó un puesto de chucherías en una especie de carromato
que colocaba en los soportales; eran los primeros indicios del desarrollo, de
las multinacionales y de la globalización.
También en los
soportales se montaba un pequeño mercadillo en el que se cambiaban los tebeos
del "Guerrero del Antifaz", de "Roberto Alcázar y Pedrín" y
de las "Hazañas bélicas", el "TBO" y "Pulgarcito";
después vendrían los del "Jabato" el "Capitán Trueno" con
Crispín y Goliat. Y mucho después "Superman". Los tebeos nuevos se
compraban en el estanco que regentaban Juana y su hermana Enriqueta en la calle
de los Huertos, donde las niñas también compraban los recortables con los
vestidos para sus muñecas de papel. También se cambiaban los cromos de
futbolistas que salían en el chocolate Dulcinea de Quintanar de la Orden.
Cuando reunías toda la colección podías canjearlo por un balón de fútbol o una
muñeca "gisela" para las niñas. Era la democratización de los
juguetes. Hasta entonces sólo las niñas ricas podían tener una "Mariquita
Pérez" y tener una pelota de goma era un signo de riqueza digno de la
envidia generalizada de todos los chavales.
En el centro de
la plaza se colocaban el Ariza y el tío Eustaquio con sus puestos de frutos
secos. Las "alcagüeses", las chufas, los garbanzos tostados, las
pasas en sacos de lona blanca y las aceitunas que tenían puestas en agua en un
pequeño tonelito de madera y que sacaban con un cazo con agujeros en el fondo.
- Ariza, ponme un surtido que voy "pa" la "regunión".
En un cucurucho
de papel de estraza colocado en uno de los platos dorados de la balanza iba
echando, cuidadosamente, con un cacillo de hojalata un poco de cada producto,
hasta que vencía el peso del otro plato en el que unas pesas negras y redondas
marcaban la cantidad de la compra.
- Son dos reales.
El hombre,
después de pagar los cincuenta céntimos, guardaba la compra en uno de los
grandes bolsillos de su blusa negra, sacaba de su faja la petaca y un librillo
de papel "Dominó" y liaba, con parsimonia, uno de "caldo de
gallina", que para eso era domingo y estaba en la plaza. Sacudía con la
palma de su mano izquierda la ruedecilla que rascaba la piedra de su mechero
hasta que una chispa lograba prender la mecha, ayudada por la fina brisa que
entraba por la Puerta de la Villa.
Mientras, los
otros "amigos" preparaban la "limoná".
Los hombres, en
Chinchón, formaban las "reuniones". Un grupo de amigos - de los de
toda la vida- se reunían todos los domingos por la tarde, rotativamente, en
casa de cada uno de ellos. Preparaban una limonada, compraban frutos secos y
entre "reo" y "reo" jugaban a las cartas -generalmente al
mus, al tute y al julepe - y comentaban los acontecimientos y
"discutían" de todo lo divino y de los humano. Las mujeres no
participaban en estas reuniones, y como mucho, llegaban acompañadas de los
niños, a la caída de la tarde, para volver con su marido a casa al finalizar la
reunión. En ocasiones muy señaladas se reunían también para comer.
También se
celebraban mucho los cumpleaños; los
santos, en Chinchón, no había mucha costumbre de celebrarlos. Acudían padres,
hermanos, tíos, primos, amigos y vecinos.
Pero entonces
no se decía “vamos al “cumpleaños de…”, se decía vamos “a los días de…”; por
ejemplo, “vamos a los Solares, a dar los días a la tía Regina, la del tío
Valentín…”
Las bebidas
eran el agua de limón y la “limoná” que regaban los dulces que se preparaban en
casa. Las rosquillas, los repápalos, los bollos de aceite y de manteca, las
magdalenas, los bartolillos, y las hojuelas que se presentaban en bandejas que
los anfitriones iban pasando en “reos” para que cada uno cogiese uno de los
dulces.
Nadie se
atrevía a levantarse del asiento para coger un dulce de la bandeja hasta que no
se lo ofrecían. Era una forma de reparto equitativo. Luego se iba pasando el
porrón con la limonada o la jarra con el agua de limón que se iba sirviendo en
vasos que podían ser compartidos por los invitados.
Al final,
siempre aparecía una botella de anís, que era el mejor complemento para los
bollitos de aceite que solían ser los más apreciados.
Relator independiente.