Hoy día hay muchos profesionales; demasiados. Hoy, asistes unas semanas a un taller de escritura y ya eres un consumado escritor... Casi profesional. Haces un curso de grafología o uno de informática a nivel de usuario en el Hogar del Pensionista del barrio y ya estás capacitado para diseñar una página web o conocer las más íntimas obsesiones de tu nuera con solo ver su firma. Y no digamos si ves todos los días el programa "Saber vivir" o "La cocina de Arguiñano", puedes diagnosticar los síntomas que padece tu marido con toda clase de argumentos o puedes determinar la dieta familiar más conveniente para guardar la línea y tener una perfecta salud. O sea, que hoy día es muy fácil ser profesional... O al menos, creértelo.
Hoy día, con eso de la informática, no sólo somos capaces de escribir una novela, sino que la maquetamos, la diseñamos, la ilustramos, la imprimimos y hasta se la podemos enviar a nuestros amigos, que nos dirán lo mañoso que somos, lo bien que escribimos y lo estupendo que nos ha sentado lo de la jubilación; aunque por detrás, vayan comentado que somos unos pedantes, que tuvieron que dejar nuestra novela a medias, y que ojalá no se nos ocurra escribir ninguna más.
Y no digamos nada, si además se nos ocurre editar un blog. Eso, al principio, te da un cierto prestigio. Luego, el problema es cuando tienes que inventarte un tema diario y además ser ingenioso. Con el tiempo, no te aguantas ni tú y no tienes más remedio que enfadarte con los amigos que dejan de seguirte.
Claro que mucho peor es lo de Facebook. Abres tu cuenta y te crees un profesional de las redes sociales, y como no sabes muy bien lo que es eso, admites como amigos a todo el que te lo pide; y si seguir el blog de un amigo es un coñazo, aguantar el Facebook de los conocidos es, sencillamente, insoportable. Y es que en eso de los blogs esta, más o menos, admitido que, por el mero hecho de abrirlo, puedas ser un profesional, pero en el Facebook, no; y no hay nada peor que un vulgar aficionado... Sobre todo para los que que ya somos "casi" profesionales, en lo nuestro; ya sea la literatura, la medicina, la grafología, la nutrición o la crítica deportiva o política.
Claro que esto no dura mucho y enseguida nos cansamos de ejercer como "profesionales".
Afortunadamente.