Hay cosas que son de todos. Hay
cosas que son de la humanidad. Y hay cosas que por ser importantes, todos se
quieren apropiar de ellas. Y no solo me estoy refiriendo a cosas materiales. Y
no me estoy refiriendo, solo, a la Mezquita de Córdoba.
Existe una polémica en Andalucía
por la reclamación que se ha hecho para que la Mezquita pase a titularidad del
estado en vez de la que tiene actualmente la Iglesia que, parece ser, la
inscribió a su nombre de una forma, al menos, discutible.
Y es que las Iglesias, a través
de los tiempos se han ido apropiando de valores que ahora declaran como
propios, cuando son valores humanos que pertenecen a todos.
La prudencia, la justicia, la
fortaleza, la templanza, la generosidad, el altruismo, la confianza, el
optimismo y la ayuda al semejante, aunque a las tres últimas las cambiaron el
nombre por fe, esperanza y caridad, no son virtudes cristianas, sino valores
humanos.
Paul Claudel, el poeta católico francés
nacido en el año 1868, dijo “La tentación del hombre es mostrar que no se tiene necesidad de Dios
para hacer el bien” y se quedó tan ancho.
¿Y tantos hombres que a través de
los siglos hicieron el bien, con independencia de sus creencias y su filiación
política?
Esto es lo que yo llamo una
apropiación indebida. Los credos religiosos se han ido apropiando de todos
estos valores universales para declararlos de su propiedad, y sin necesidad de
inscribirlos a su nombre en los registros de marcas y patentes.
El hombre puede ser un lobo para
el hombre pero también puede ser un ángel. Lo de la maldad del hombre por el
pecado original no deja de ser una burda excusa para desviar la atención de las
verdaderas causas por las que los hombres pueden llegar a ser como lobos para
sus propios semejantes.
Efectivamente todos, a poco que nos descuidemos, podemos llegar a ser unos crueles lobos para los otros hombres, ya seamos ateos o creyentes, agnósticos o religiosos; pero el hombre también puede ser justo, prudente, fuerte ante la adversidad, templado, generoso, altruista, optimista, y entregado a la ayuda a sus semejantes porque en sus genes humanos subyacen todos estos valores, y los que profesan una religión pueden tener también estas virtudes, pero no porque sean religiosos, sino porque son humanos; y porque todos estos valores son de propiedad universal, como deberían ser también otros muchos bienes materiales.
Efectivamente todos, a poco que nos descuidemos, podemos llegar a ser unos crueles lobos para los otros hombres, ya seamos ateos o creyentes, agnósticos o religiosos; pero el hombre también puede ser justo, prudente, fuerte ante la adversidad, templado, generoso, altruista, optimista, y entregado a la ayuda a sus semejantes porque en sus genes humanos subyacen todos estos valores, y los que profesan una religión pueden tener también estas virtudes, pero no porque sean religiosos, sino porque son humanos; y porque todos estos valores son de propiedad universal, como deberían ser también otros muchos bienes materiales.