En estos dos días estamos escuchando infinidad de versiones sobre la decisión de Esperanza Aguirre de abandonar todos sus cargos políticos. Lógicamente las motivaciones de esta decisión se quedan en su derecho a la intimidad, y por lo tanto hay que respetar su decisión de no aclarar estas motivaciones, que ella ha concretado en los consabidos “motivos personales”.
Durante estos dos días, también, hemos leído y escuchado infinidad de valoraciones de su personalidad y su actitud, que pueden atentar contra su intimidad, aunque estén justificadas por su condición de mujer pública. La han llamado, lista, inteligente, trabajadora, valiente, referente de la derecha española, independiente y muy capaz; pero también: tiburón, hiena, engreída, soberbia, clasista, recelosa, rabiosa, sin empatía, distante, paternalista, agresiva y maleducada...
Pero yo pienso que Esperanza, que efectivamente es muy lista, se ha dado cuenta de lo que se nos viene encima y se ha querido salvar de la quema. En fin, a mí me parece que ha sido la primera en abandonar el barco, y posiblemente no sea la última.