Era un día gris de finales de otoño. El cielo plomizo empezaba a destilar lágrimas a la caída de la tarde. En la chimenea se consumían los últimos troncos de alegría y como apenas si entraba ya luz por la ventana tuvo que dejar sobre la mesa el libro de recuerdos tristes que leía cada día, desde que él la abandonó
Entonces ella se preparó un buen tazón de chocolate con penas ya casi olvidadas. Hacía tanto tiempo que no las probaba que hoy le parecieron nuevas.