Fueron los Teobaldos, los primeros reyes de Navarra, quienes eligieron estos parajes para fijar su residencia, y fue Carlos III “el Noble” - el padre de doña Blanca, que llegó a ser reina de Navarra desde 1425 a 1441 y madre del Principe de Viana - quien mandó construir un impresionante Palacio para ubicar allí su corte.
El palacio se construyó entre los años 1402 y 1424 y allí vivió Carlos “el Noble” con su esposa Leonor de Trastamara, que se habían casado en el año 1375, y con sus ocho hijos.
Después, el palacio sufrió diversas vicisitudes y llegó a ser incendiado por el General Espoz y Mina para evitar que las tropas francesas lo pudiesen utilizar como defensa. En el año 1923 se convocó un concurso para elaborar un proyecto de restauración que se inició en 1937 y que duró cerca de 30 años.
Ahora, todos podemos disfrutar de una visita recorriendo sus salas, sus pasadizos y subiendo a sus torreones, desde donde se pueden divisar el entramado de callejuelas de este entrañable pueblo medieval, en el que han conseguido una restauración de su arquitectura respetuosa con el entorno y con su historia, que debería servir como ejemplo de todos los pueblos que han recibido un legado similar del pasado.
Junto al palacio, la Iglesia de Santa María, con su claustro gótico del siglo XIII, con su portada formada por ocho arquivoltas y un tímpano central. En el interior, un retrablo renacentista, atribuido al pintor Pedro de Aponte, presidido por una talla gótica de la Virgen.
También se puede visitar la iglesia de San Pedro, iniciado en estilo románico y ampliado en la época barroca que tiene una singular torre gótica.
Aunque os voy a dejar unas cuantas fotografías que hice en mi visita, es mejor que os déis una vuelta por aquí, porque merece la pena.