Chinchón es un pueblo muy apegado a sus tradiciones. La tradición hace surgir en nosotros la añoranza del pasado, que en nuestro pueblo, nos dicen, fue muy importante, y posiblemente de tanto mirar hacia atrás, nos hemos olvidado de mirar al futuro y así nos va el presente.
Publiqué, en la revista Fuente Arriba, allá por el año 1995, un artículo que titulaba “Del pretérito perfecto al futuro imperfecto” en el que terminaba diciendo: “De un pasado perfecto y con un presente incierto, podemos llegar a un futuro imperfecto; por lo que debemos pedir a nuestros gobernantes que definan el modelo de pueblo que queremos para nuestros hijos”.
Ha pasado el tiempo y han pasado diversas corporaciones municipales, y la situación continúa siendo prácticamente la misma, porque en Chinchón, porque es un pueblo “muy tradicional”, no gustan demasiado los cambios.
Y es que aquí se invoca la “sacrosanta” tradición para justificar cualquier cosa. Por la fuerza de la tradición se justifica que se gasten en fiestas de toros y música lo mismo que se invierte en infraestructuras y equipamientos para el pueblo; y eso en un periodo en el que el Ayuntamiento está prácticamente en bancarrota porque las corporaciones no escatimaron gastos para conservar la tradición festiva de Chinchón.
Ya sabemos que la tradición es todo lo que se trasmite de padres a hijos, de generación en generación, como costumbres, valores y conocimientos. Todos sabemos que muchas de estas costumbres, estos valores y estos conocimientos van siendo superados y quedando obsoletos por el progreso y por lo tanto se van olvidando. Hay otras tradiciones, que las nuevas técnicas de producción hacen que su mantenimiento resulte demasiado caro, y por ello van desapareciendo. Nadie se atrevería a decir que las labores primorosas de bolillos de nuestras abuelas no son buenas, pero con ser excepcionales se van abandonando porque no se puede pagar lo que cuestan y quedan como un artículo de lujo, sólo al alcance de muy pocos.
Un poco de esto puede pasar con la fiesta de los toros y con los grandes conciertos de música. No pienso, ahora, discutir sus valores y el atractivo para la mayoría, dentro de las fiestas populares. Pero la cuestión es ¿nos lo podemos permitir?, o esta otra ¿no hay otras inversiones más urgentes e importantes para invertir los menguados dineros públicos que tienen que administrar nuestras autoridades? Pienso que ahora sería adecuado recordar aquel viejo slogan que decía “Aunque usted pueda, Chinchón no puede”.
Si se presentase una cuestión similar en cualquiera de nuestras casas, nadie dudaría en prescindir de lo superfluo para invertir en lo necesario; el problema está en que las autoridades saben que suprimir las fiestas podría quitar votos en las elecciones, y parece que lo más importante para ellos es mantener el poder.
Pienso que es tiempo de cuestionar muchas de las costumbres y tradiciones que se mantienen en Chinchón para, al menos, ser conscientes de por qué se siguen haciendo, para no llevarnos a engaño. Por ejemplo, el Festival taurino, cuya tradición se remonta al año 1880, - ¿Se va a seguir diciendo que es a beneficio de los ancianitos del Asilo de San José? -, es claramente deficitario, por lo que no cumple con el fin benéfico para que se organiza. Porque si este no es su fin, y lo que se pretende es utilizarlo como reclamo publicitario como promoción del pueblo, digámoslo así y no engañemos a nadie, y entonces habrá que determinar quien debe hacerse cargo de su coste.
¿Qué más cosas que se sustentan con el respaldo de la tradición y han perdido su vigencia, habrá que cuestionarse?
Publiqué, en la revista Fuente Arriba, allá por el año 1995, un artículo que titulaba “Del pretérito perfecto al futuro imperfecto” en el que terminaba diciendo: “De un pasado perfecto y con un presente incierto, podemos llegar a un futuro imperfecto; por lo que debemos pedir a nuestros gobernantes que definan el modelo de pueblo que queremos para nuestros hijos”.
Ha pasado el tiempo y han pasado diversas corporaciones municipales, y la situación continúa siendo prácticamente la misma, porque en Chinchón, porque es un pueblo “muy tradicional”, no gustan demasiado los cambios.
Y es que aquí se invoca la “sacrosanta” tradición para justificar cualquier cosa. Por la fuerza de la tradición se justifica que se gasten en fiestas de toros y música lo mismo que se invierte en infraestructuras y equipamientos para el pueblo; y eso en un periodo en el que el Ayuntamiento está prácticamente en bancarrota porque las corporaciones no escatimaron gastos para conservar la tradición festiva de Chinchón.
Ya sabemos que la tradición es todo lo que se trasmite de padres a hijos, de generación en generación, como costumbres, valores y conocimientos. Todos sabemos que muchas de estas costumbres, estos valores y estos conocimientos van siendo superados y quedando obsoletos por el progreso y por lo tanto se van olvidando. Hay otras tradiciones, que las nuevas técnicas de producción hacen que su mantenimiento resulte demasiado caro, y por ello van desapareciendo. Nadie se atrevería a decir que las labores primorosas de bolillos de nuestras abuelas no son buenas, pero con ser excepcionales se van abandonando porque no se puede pagar lo que cuestan y quedan como un artículo de lujo, sólo al alcance de muy pocos.
Un poco de esto puede pasar con la fiesta de los toros y con los grandes conciertos de música. No pienso, ahora, discutir sus valores y el atractivo para la mayoría, dentro de las fiestas populares. Pero la cuestión es ¿nos lo podemos permitir?, o esta otra ¿no hay otras inversiones más urgentes e importantes para invertir los menguados dineros públicos que tienen que administrar nuestras autoridades? Pienso que ahora sería adecuado recordar aquel viejo slogan que decía “Aunque usted pueda, Chinchón no puede”.
Si se presentase una cuestión similar en cualquiera de nuestras casas, nadie dudaría en prescindir de lo superfluo para invertir en lo necesario; el problema está en que las autoridades saben que suprimir las fiestas podría quitar votos en las elecciones, y parece que lo más importante para ellos es mantener el poder.
Pienso que es tiempo de cuestionar muchas de las costumbres y tradiciones que se mantienen en Chinchón para, al menos, ser conscientes de por qué se siguen haciendo, para no llevarnos a engaño. Por ejemplo, el Festival taurino, cuya tradición se remonta al año 1880, - ¿Se va a seguir diciendo que es a beneficio de los ancianitos del Asilo de San José? -, es claramente deficitario, por lo que no cumple con el fin benéfico para que se organiza. Porque si este no es su fin, y lo que se pretende es utilizarlo como reclamo publicitario como promoción del pueblo, digámoslo así y no engañemos a nadie, y entonces habrá que determinar quien debe hacerse cargo de su coste.
¿Qué más cosas que se sustentan con el respaldo de la tradición y han perdido su vigencia, habrá que cuestionarse?