Dicen los cómicos que, en tiempos de paro laboral, se pasan el día sentados junto al teléfono a la espera de la llamada de su representante o de un productor que les ofrezca una actuación o siquiera un cameo en una película o una serie de televisión.
Algo parecido les pasa a los que estando en el paro han enviado cientos de curriculum y esperan ansiosos esa bendita llamada que les de la oportunidad de relanzar su vida laboral.
Sin embargo, cuando no eres cómico en paro y ya estas jubilado, cuando suena la llamada del teléfono sientes un gran desasosiego, porque estas llamadas las carga el diablo y no suelen ser, casi nunca, buenas noticias.
Claro que también puede ser que te llame alguien que quiere venderte algo; ya sea una nueva compañía telefónica, un seguro o una crema para los pies, que según te dicen te los deja como cuando tenías veinte años.
El otro día me llamó una señorita muy amable que me ofrecía un jabón maravilloso que te quitaba toda clase de dolores propios de la edad, pero antes me dijo que el motivo de la llamada era hacer un estudio de la calidad de vida de los mayores en la zona donde vivo.
Como estaba ocioso y no tenía nada mejor que hace, accedí a su propuesta y nos enrollamos durante casi media hora, aunque al final termine diciendo que lo del jabón no me interesaba; lo que sorprendentemente no le molestó demasiado y me agradeció que le hubiese atendido, porque no es normal que nadie esté dispuesto a perder su tiempo en estos menesteres.
El caso es que desde entonces ando pendiente del teléfono para ver si me llama otra señorita para venderme algo y me hace pasar una media hora tan agradable como la de la señorita del jabón.