Ha vuelto mi amigo Elpidio. Venía indignado con lo de la agresión a Berlusconi: ¡No hay derecho!, decía. ¡No sé donde vamos a llegar!
Yo, para tirarle de la lengua, le recordé también lo de la patada de kárate a Herman Tertsch.
Y él, que en ocasiones es demasiado radical, dijo que ésto él ya lo venía venir.
“Ya me decía mi madre, cuando era niño, que quien juega con fuego, termina quémándose. Oyendo hablar a Berlusconi -nosotros no vemos lo que de él dicen los comentaristas italianos-, escuchando a Tertsch en Telemadrid, al Gran Wyoming en la Sexta, o a Federico en Veo por las mañanas, sólo se escuchan descalificaciones, más o menos ingeniosas, pero todas llenas de una violencia que sólo puede generar violencia. Después sólo hace falta que un “perturbado” lo lleve a la práctica.
Cuando hablan los políticos sólo se preocupan de la descalificación -cuando no el insulto- a sus adversarios. No hace falta argumentar, sólo poner en ridículo y denigrar al contrario. Reirse de él. Y de esto no se libran ni los Presidentes de Gobierno, ni los Jefes de Estado, ni los obispos, ni el propio Papa, que deberían merecer un respeto, aunque no sea por su actuación personal, sí al menos, por el cargo que ostentan.
Claro que si en vez de escuchar a los políticos, que más o menos miden un poco sus palabras, quienes hablan son los ciudadanos de a pie, vemos que estamos a un paso de la agresión física. Y luego, claro, llega el perturbado de turno y sacude una patada por la espalda al presentador de Telemadrid.
Le pregunté a mi amigo Elpidio quienes eran las víctimas. Él que es muy sabio, me contestó con un refrán: “Quien siembra vientos, recoge tempestades”