Las cartas premiadas son las siguientes:
PREMIO: “Carta a la madre de mi hija”. Autora: Ana Belén Higueras de la Calle (Aranjuez, Madrid, España)
FINALISTA: “Carta a mi padre”. Autor: Ramón Grimalt Oblitas (La Paz, Bolivia)
Los textos serán publicado en la Web de la Biblioteca y se editará un folleto con los premiados y finalistas. La entrega de premios tendrá lugar el próximo sábado 22 de septiembre en la Biblioteca de Chinchón.
Aunque no ha sido premiada, esta es la carta que yo presenté al concurso.
A LA MUY NOBLE Y MUY LEAL VILLA DE CHINCHÓN Y EXCELENTÍSIMA CIUDAD.
Mi querido pueblo:
Te escribo para felicitarte en el séptimo centenario de tu fundación, que se cumple en estos años.
¿Recuerdas? Estaba a punto de llegar la primavera en los inicios del siglo XIV, no paraban de llegar colonos de las altas tierras de Segovia, y el cincho adentro de Bayona, la antigua Titultia romana, ya estaba saturado y había que encontrar un nuevo asentamiento para que los nuevos aspirantes a conseguir su cuadrilla en la fértil vega del río Tajuña pudiesen construir su casa, según se estipulaba en las ordenanzas que regulaban la colonización de estas nuevas tierras, hasta entonces yermas, desde que los árabes habían sido desplazados hacia el sur.
Los homes buenos andaban buscando un lugar adecuado para instalar un nuevo cincho que diese cabida a la gran cantidad de colonos que, cada año, crecía por la excelente calidad del suelo y los esquilmos que se lograban cosechar; una tierra que daba buenas hortalizas, un vino excelente, un aceite recio, unos ajos diferentes, cereales en abundancia y legumbres de primera calidad.
Ninguno de los cinco asentamientos existentes a lo largo del río: Eza, Villaverde, el Monasterio, San Galindo, y San Juan o el Moral, reunía las condiciones idóneas para acoger tan gran cantidad de pobladores. Después de estudiar las propuestas, los homes buenos se decidieron por unos terrenos a unas dos leguas al nordeste, que ofrecía una buenas condiciones de salubridad y aguas abundantes para abastecer a toda una población. Y allí acordaron que se instalase en nuevo Gran Cincho. Se construyó una pequeña ermita dedicada a San Esteban, y a su alrededor se fueron edificando las primeras casas de los nuevos colonos; allí se fueron trasladando también los pocos habitantes de los viejos asentamientos de la Vega, y era el momento de buscar un nombre para el nuevo pueblo recién nacido.
Aunque hubo distintas propuestas como San Esteban del Tajuña, Segovia la Nueva o Montes Altos, ninguno de ellos llegó a calar en la población que seguía llamándolo “Gran Cincho” o “Cinchón”. Luego, algún escribano intercaló una hache después de la primera letra, no se sabe si adrede o por casualidad y, desde entonces, quedaste bautizado para la posteridad.
El resto de tu historia ya es más conocida. Fueron largos años de trabajo de tus moradores, fuiste creciendo, y el Rey Enrique IV te concede el título de Villa, no está claro si en el año 1465 o 1467.
Son los Reyes Católicos quienes segregan tus tierras de la Municipalidad de Segovia para entregárselas como Señorío a sus amigos los Marqueses de Moya en el año 1480, con el consiguiente enfado de los segovianos, que se vengaron después, cuando la guerra de los Comuneros, destruyendo tu castillo.
En fin, ¿para qué seguir?, una vida azarosa en la que las guerras se fueron alternando con épocas de prosperidad.
Por tu relación con la realeza, el Rey Felipe V, te dio el título de “Muy Noble y Muy Leal” y Alfonso XIII el de “Excelencia” y por aquí pasaron reyes, príncipes y altas personalidades de la política y de las artes. Bien es verdad que entre tus hijos son pocos lo que lograron alcanzar la fama y el reconocimiento, por eso tenemos que recordar a los que dejaron su huella en la historia. Los virreyes del Peru, por su intervención en el descubrimiento de la quina, los escritores Benito Hortelano y Enrique Segovia Rocaberti, y sobre todo, tantos y tantos paisanos anónimos que con su trabajo y su constancia hicieron de ti, su pueblo, un referente que ya es conocido en todo el mundo.
Y ahora ya son nuevos tiempos. Ahora también siguen llegando gran cantidad de personas, aunque no como entonces; ahora llegan a visitarte; es el turismo que te invade los fines de semana con sus grandes coches, para los que tus viejas calles medievales no están preparadas, y que se maravillan de que aún, ya en pleno siglo XXI, siga existiendo un anacronismo histórico tan cerca de la Capital.
Ahora también tienes la amenaza de esa planta de compostaje en la cercana Villaconejos, que puede dañar tus aires puros y limpios, que los viejos homes buenos que te escogieron para hacerte su pueblo, tanto valoraron.
Ahora vives los vaivenes políticos de los partidos que no siempre se mueven por amor a ti y tus habitantes, sino que muchas veces parecen movidos por interés no siempre confesables; pero estos son los signos de estos nuevos tiempos, que nos ha tocado vivir, aunque tú sabes que todo es efímero, que todo pasa y que tú permanecerás inalterable en esa atalaya, subido en las laderas de los tres montes que circundan tu plaza, para seguir recibiendo las visitas de los turistas, y seguirás consiguiendo que tus hijos nos sintamos orgullosos de pregonar por el mundo entero que somos de Chinchón.
Muchas felicidades, mi Chinchón, porque ya tiene mérito haber cumplido los setecientos años.
Felicidades de corazón.
Un chinchonete errante y nostálgico en la distancia.