Francisco de Goya y Lucientes. “Las Parcas o Átropos”.
1820-1823. Oleo.
Hace
así como un par de semanas vino a visitarme Átropos, la vieja parca que, como
todos sabéis, es la encargada de cortar el hilo de la vida de los hombres, y me
dijo que había llegado mi hora.
Yo,
la verdad, me asusté bastante y pensé si no sería una broma de mi amigo
Sinforoso, que es muy dado a eso de gastar bromas pesadas. Pero, no, era auténtica;
aunque antes de que me asustase más, me calmó diciendo que eso de la muerte no tenía por que asustarme y que había demasiada literatura en todo lo relacionado con el
más allá.
Y
como podéis ver aquí sigo tan campante, porque realmente eso de la muerte no es
para tanto.
Yo
que siempre me había preocupado en las cuestiones de la otra vida, pregunté a la
vieja qué había de cierto en todo ello. Que si lo del cielo y el infierno, que
si la reencarnación, vamos, a qué me tendría que enfrentar en mi nuevo estado.
Me
siguió tranquilizando.
-
“Lo del cielo y el infierno, como todo el mundo presumía desde hace tiempo, era
pura invención. Lo de la reencarnación, tampoco es cierto, aunque en esto sí
hay algo de verdad…”
Hizo
una pausa como para darse importancia, porque ya se sabe que estos griegos son
muy dados a la tragedia y les gusta dramatizar.
-
“Ahora lo llaman “mundos paralelos”. Es como seguir vivos, pero en otra
dimensión… Hizo otra larga pausa.
“Pero
eso sí, tienes que dejar este mundo, claro…y no tienes más remedio que cambiar
de cuerpo…”
Yo
que llevo ya tanto tiempo en él y, aunque no es gran cosa, ya me había
acostumbrado, le pregunté si no había alguna solución…
-
De cuerpo tienes que cambiar, pero si éste que tienes ahora te gusta tanto, te
pueden hacer una copia, aunque de otro material, claro.
-
Pensándolo bien, dije, ya que estamos, me podrían poner un poco más de pelo,
añadirme quince centímetros… de altura, claro, y quitarme un poco de barriga…Y
ya puestos, un pequeño retoque en la nariz…
A
lo que íbamos, que tuve que morirme. En mi casa me lloraron mucho, al entierro
no faltó nadie, y el cura, que es amigo de la familia, hizo una oración fúnebre
muy sentida, y hasta se publicó una esquela en el periódico digital del pueblo.
Cuando
llegué a la otra dimensión enseguida me hicieron mi nuevo cuerpo que en la
práctica es una copia del anterior, aunque la señorita encargada era muy
simpática y me hizo algunos retoques- pequeños – que me han dejado bastante
mejorado.
Ahora
sigo viviendo en mi antigua casa, pero en otra dimensión. Yo les veo a todos,
pero ellos no me pueden ver a mí. Cuando me quedo solo porque ellos se han
marchado, aprovecho para hacerme visible en mi antigua dimensión y hasta he
aprendido a utilizar mi antiguo ordenador. Como tengo mucho tiempo, no paro de
escribir y he abierto una carpeta en el escritorio en la que voy guardando todo
lo que escribo. Esto es lo último que he escrito y me he atrevido a publicarlo
en mi antiguo blog, a ver qué pasa.
Estoy
seguro que nadie se lo va a creer.