Corría el año 1704, Carlos de Amsburgo, que había nacido el 8 de octubre de 1685, logra la alianza de Inglaterra y Holanda y llega a Lisboa acompañado por una gran escuadra, siendo recibido por el Rey de Portugal como legítimo soberano español, y tomando el nombre de Carlos III, declara la guerra a España el 7 de mayo de 1704.
Aunque Felipe V vence a los portugueses, los ingleses logran apoderarse de Gibraltar dos meses después. Se pone cerco a la plaza sin éxito y son grandes las pérdidas en hombres, caudales, artillería y municiones. Se llegó a tal situación de carencia que fue necesario requisar todas las armas que hubiese disponibles, para poder continuar la guerra.
Por este motivo, el Marqués de Canales, General de Artillería, envía a Chinchón a don Artur de Castañeda para que haga un inventario de armas y municiones que había en el castillo del Conde, y, hechos estos trámites, "el 28 de diciembre de 1705, Monsieur de la Mota, residente en la presente en esta villa y en virtud de orden de S.M. por carta del Marqués de Canales, Capitán General de la Artillería de España, fecha 25 de los corrientes y la carta del señor Lucas Pastor, secretario de S.M. y gobernador de este Estado, también de dicha fecha, confesó haber recibido del señor don Diego de Zurita y Mendoza, teniente de corregidor de esta villa, por mano de don Juan Antonio de Cabrera, castellano del Castillo : 307 balas de a diez y ocho libras, 562 balas de a ocho libras y media, 96 balas de a cuatro libras, 1357 balas pequeñas de a libra y media, que todas son 2312 balas. Una pieza de artillería de 2948; otra pieza de artillería de 2944 libras, otra de 2026 libras, y otra de 2044. Todas grabadas con las armas de los Condes de Chinchón, de bronce y cuatro rollos de cuerdas para afianzarlas en las galeras. Siendo testigos de esta entrega don Jacinto de Laiseca Alvarado, don Ventura Díez de la Fuente y Manuel Sanz del Negro. Ante mí, Gabriel Sanz del Negro".
Pero ni estas armas fueron suficientes para liberar el peñón. Años despúes, hace ahora trescientos años, los enviados de los monarcas firman el tratado de Utrecht por el que se cedía la soberanía del Peñón de Gibraltar a los ingleses, para conseguir unas condiciones que sólo eran beneficiosas para la Monarquía.
Lo demás ya es historia, que desgraciadamente está de nuevo de actualidad, porque la solución que se tomó entonces, parece ser que no era la mejor para los intereses de todos los Españoles, que no sabemos hasta cuando tendremos que sufrir los errores de los que entonces mandaban en España.