Los líderes débiles e inseguros suelen ser los más agresivos, de modo que si te recomiendan que lleves una pistola en el bolsillo es porque piensan que tienes miedo y en el fondo te están llamando cobarde.
Un artículo de Manuel Vicent en el Pais del día de Pascua.
Cualquier partido político que llevara hoy en su programa las bienaventuranzas del Sermón de la Montaña no sacaría un solo diputado. En aquel mitin el profeta de Nazaret clamaba ante la multitud: bienaventurados los mansos, los misericordiosos, los pacíficos, los limpios de corazón y los pobres de espíritu. En el ambiente tabernario de la política española estas palabras levantarían carcajadas, insultos y abucheos contra cualquier candidato de derechas o de izquierdas que las pronunciara. No obstante, estas consignas en apariencia tan blandas sostuvieron el peso de la resistencia pasiva con la que Gandhi consiguió derrotar al Imperio Británico. Pese a que hoy en política se lleva la lengua de navaja, habrá que recordar que para ser moderado hay que tener mucho coraje, lo mismo que para ser equidistante se necesita ser muy audaz, sentirse muy fuerte y equilibrado por dentro y tener además la piel de elefante para recibir los agravios de ambos bandos. El diálogo es un combate muy duro, pero vivimos tiempos tan deplorables que hoy el diálogo convierte a cualquier político en un elemento subversivo. Los líderes débiles e inseguros suelen ser los más agresivos, de modo que si te recomiendan que lleves una pistola en el bolsillo es porque piensan que tienes miedo y en el fondo te están llamando cobarde. En política gritar e insultar al adversario es siempre una forma soterrada de pedir auxilio. Un imperio comienza a decaer cuando levanta muros en lugar de construir puentes. En Creta el legendario rey Minos instauró una paz que duró mil años. Ninguna de las ciudades cretenses tenía murallas. Se sentían tan seguras que para defenderse les bastaba la potencia de su cultura llevada por sus naves hasta los puertos más alejados. Cuidado, pues, con los mansos y con los limpios de corazón porque hoy la ética puede actuar como un violento explosivo.