Lo de tener una mujer más joven que tú, aunque sólo sea en apariencia, tiene sus ventajas, aunque también algún inconveniente. Veréis, os cuento...
El otro día estuve en el especialista de la Seguridad Social. Me mando allí el médico de cabecera hace unos dos meses y pico, porque en el análisis rutinario de cada año, se había detectado que tenía tenía algo de infección y me quejaba de unos pequeños dolores en el nervio ceatico. Después de unos cultivos, unos análisis específicos, una ecografia y una radiografía, llegó, por fin, la tan esperada visita al especialista.
El otro día estuve en el especialista de la Seguridad Social. Me mando allí el médico de cabecera hace unos dos meses y pico, porque en el análisis rutinario de cada año, se había detectado que tenía tenía algo de infección y me quejaba de unos pequeños dolores en el nervio ceatico. Después de unos cultivos, unos análisis específicos, una ecografia y una radiografía, llegó, por fin, la tan esperada visita al especialista.
A mi me gusta ir solo al médico, pero mi mujer, que es más joven que yo y aparenta muchos menos años todavía, dice que no le explico al médico bien los síntomas que tengo y que después le oculto a ella los resultados; por eso, el otro día se empeñó en acompañarme y no tuve mas remedio que consentir.
Llegamos media hora antes de la cita, cogimos el volante en la maquinita y esperamos pacientemente en la sala de espera. Unos diez minutos después, salió mi número en la pantalla y decía que tenía que pasar a la consulta número 79. Un doctor, más bien joven, con su bata blanca, el estetoscopio en el cuello, esperaba delante de un ordenador y nos invitó a sentarnos. Nos dijo que todo era normal, que las pruebas daban resultados normales y que me daba el alta y que si me seguían doliendo las lumbares, me tomase un paracetamol. Pero cuando nos íbamos a levantar dijo a mi mujer que esperase un momento, que tenía que hablar con ella.Posiblemente consideró que había demasiado diferencia entre nosotros y pensaría que no era justo que una mujer tan de buen ver tuviese que cargar con un carcamal como yo.
Lógicamente, yo me sobresalté y, muy digno, dije que cualquier cosa que le tuviese que decir, se lo podía decir en mi presencia.
Mi mujer, que también se había temido lo peor, me miró aliviada, porque tampoco quería pasar sola este trance.
“Mire, dijo el joven doctor, su marido, estar, está bien... pero lo que le pasa es algo parecido a lo que pasa con un coche viejo.
Los faros están demasiado gastados y la catarata del ojo derecho está a punto de necesitar una intervención. Las piernas, son como las ruedas, están desgastadas y el problema es que no se les puede cambiar las cubiertas y el día menos pensado hay que poner alguna pieza de repuesto. El motor empieza a trabajar al ralentí y puede que no a mucho tardar pueda necesitar un marcapasos.... los amortiguadores necesitan engrase y por eso le cuesta tanto trabajo levantarse del sillón...
En fin, que su marido está ya un poco perjudicado y el día menos pensado va tener que llevarlo al taller para una revisión en profundidad... al que habría que añadir un buen retoque de chapa y pintura... y todo eso sale por un pico...
Vamos, que mi consejo sería que si tuviera un coche en el estado de su marido, debería ir rápidamente al concesionario y cambiarlo por uno nuevo, y si puede ser eléctrico, mejor... porque, le repito, su marido ya está fuera de garantía....”