El 03 de Octubre de 1999, Francisco UMBRAL publicaba un artículo que titulaba “Rubén Darío, la música”. Allí decía:
“Rubén llega a la Puerta del Sol, como una plaza de toros nocturna. La Puerta del Sol nunca dejará de parecerse a la Plaza Mayor de Chinchón. Esto no es malo para ninguna de las dos plazas de España que brindan a Rubén su amistad y su aguardiente. Después de Bécquer, el vallisoletano Núñez de Arce. Nuestra lírica se iba haciendo de rocalla, conceptual y panteónica. Ni siquiera marmórea, como la de los latinos. En la Puerta del Sol está el Hotel de París, donde vive Rubén.
Rubén traía el son barroco de la manigua americana y el violín culto y viciosillo de Verlaine. Rubén salva España, salva la poesía, nos mete la música en el cuerpo. Es algo así como el bisabuelo negro de José Hierro. Y con Rubén en Madrid, la herborización de modernistas: Rueda, Villaespesa, Juan Ramón, Valle. Dans le musique avant toute chose. Carrere, ese Verlaine de Galerías Preciados. Porque la música se ausenta periódicamente de nuestra poesía. Lo que yo no veo es que esto alarme a los poetas, a los críticos, a los memoriones”.
Efectivamente, la plaza de Chinchón se parece a la Puerta del Sol de Madrid. Es punto de encuentro, lugar de citas, paseo mañanero en la primavera, y lugar donde buscar la suerte. La puerta del Sol, como su hermana plaza mayor, también tiene vocación de plaza de toros y es donde los visitantes se hacen las fotos para el recuerdo.
Tenía razón Umbral, la plaza de Chinchón nunca dejará de parecerse a la Puerta del Sol de Madrid, y eso, desde luego, no es malo para ninguna de las dos.