Hace unos días os mostraba las ventanas, otro, los patios de Chinchón. Hoy os voy a enseñar algunas de las puertas más antiguas que todavía se pueden ver por las calles de Chinchón.
Y es que Chinchón es un pueblo de puertas abiertas; aunque hay que reconocer que hoy en día cada vez es más difícil encontrarlas así, por las recomendables medidas de seguridad que hay que tomar.
Antes, no. Antes todas las puertas estaban abiertas. Generalmente, las casas tenían un zaguan o un patio a la entrada, y las vivientas estaban en la parte interior, por lo que se tenían las puertas abiertas para no hacer esperar a los visitantes.
Ahora, ya digo, las puertas están generalmente cerradas, lo cual es una situación anómala, porque los Chinchonenses - los de Chinchón - somos personas amables con los que nos visitan. Es más, yo diría que somos demasiado hospitalarios con los forasteros. En Chinchón, siempre ha tenido mayor predicamento el foráneo que el autóctono.
Son muchas las virtudes que nos adornan. La seriedad, entendida como honradez, la laboriosidad, la hombría de bien, la lealtad y la nobleza; estas dos últimas son virtudes que incluso aparecen en el lema de nuestro escudo como reconocimiento del Rey Felipe V.
Pero también debemos reconocer que somos individualistas, demasiado sumisos, condescendientes en demasía y poco dados al reconocimiento de la valía de nuestros paisanos.
Otro rasgo que nos caracteriza es nuestro "orgullo" desmedido de pertenencia a este pueblo. Nuestra plaza es la mejor del mundo, nuestra mujeres son las más bonitas y nuestros hombres los más valientes, pero siempre hablando en plural, porque, si hablamos en singular, ya se sabe lo que dicen los evangelios sobre lo de ser profeta en su pueblo.
Desde este blog, os quiero abrir las puertas de Chinchón.
Y es que Chinchón es un pueblo de puertas abiertas; aunque hay que reconocer que hoy en día cada vez es más difícil encontrarlas así, por las recomendables medidas de seguridad que hay que tomar.
Antes, no. Antes todas las puertas estaban abiertas. Generalmente, las casas tenían un zaguan o un patio a la entrada, y las vivientas estaban en la parte interior, por lo que se tenían las puertas abiertas para no hacer esperar a los visitantes.
Ahora, ya digo, las puertas están generalmente cerradas, lo cual es una situación anómala, porque los Chinchonenses - los de Chinchón - somos personas amables con los que nos visitan. Es más, yo diría que somos demasiado hospitalarios con los forasteros. En Chinchón, siempre ha tenido mayor predicamento el foráneo que el autóctono.
Son muchas las virtudes que nos adornan. La seriedad, entendida como honradez, la laboriosidad, la hombría de bien, la lealtad y la nobleza; estas dos últimas son virtudes que incluso aparecen en el lema de nuestro escudo como reconocimiento del Rey Felipe V.
Pero también debemos reconocer que somos individualistas, demasiado sumisos, condescendientes en demasía y poco dados al reconocimiento de la valía de nuestros paisanos.
Otro rasgo que nos caracteriza es nuestro "orgullo" desmedido de pertenencia a este pueblo. Nuestra plaza es la mejor del mundo, nuestra mujeres son las más bonitas y nuestros hombres los más valientes, pero siempre hablando en plural, porque, si hablamos en singular, ya se sabe lo que dicen los evangelios sobre lo de ser profeta en su pueblo.
Desde este blog, os quiero abrir las puertas de Chinchón.